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El teólogo Galli reivindica en Sevilla la piedad popular como «autonomía de los laicos en la Iglesia»

El consultor del Sínodo habló de inculturación de la fe en el pueblo «desde abajo y desde dentro»

Carlos María Galli durante su intervención en la Catedral de Sevilla Manuel Olmedo
Javier Rubio

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La ponencia de Carlos María Galli, teólogo argentino colaborador del cardenal Bergoglio en Buenos Aires, admite más de una lectura. La más superficial se refiere a la belleza de la Macarena «como la mujer más linda en Sevilla«, al comentario de un locutor televisivo sobre «Dios se hizo carne sevillana en Jesús del Gran Poder» o a la exégesis de la 'Saeta' de Antonio Machado, «porque cien años después, el poema le salió al revés y he escuchado a andaluzas cantando esa saeta en el que siguen mirando al Jesús del madero».

La más profunda indaga en la lógica de la encarnación que subyace en la piedad popular como forma de expresión de fe inculturada en un pueblo concreto, verdadera tesis de su sesuda ponencia en el II Congreso Internacional de Hermandades. Para Galli, la piedad católica popular «no es un residuo de devociones tradicionales o marginales, sino la expresión de la fe del Pueblo de Dios en un 'ethos' cultural determinado. Las manifestaciones visibles de la fe constituyen un signo de pertenencia espontánea de los miembros de un pueblo a la Iglesia y una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo«.

Quizá las dos lecturas -en principio antagónicas- son confluyentes en el punto 160 de la encíclica 'Dilexit nos' con el que remató su intervención: «Ruego que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo pueblo fiel de Dios, que en su piedad popular intenta consolar a Cristo. E invito a cada uno a preguntarse si no hay más racionalidad, más verdad y más sabiduría en ciertas manifestaciones de ese amor que busca consolar al Señor que en los fríos, distantes, calculados y mínimos actos de amor de los que somos capaces aquellos que pretendemos poseer una fe más reflexiva, cultivada y madura«.

Lo que ha escrito el Papa Francisco y lo que dijo el viernes Galli concuerdan en una misma valoración de la fe de los sencillos frente a «cierto catolicismo ilustrado que pone atención en valorar religiones no cristianas y deja pasar las expresiones de la religión católica popular«.

Se apoyó en el número 12 de la constitución dogmática 'Lumen gentium' para buscar la «sinodalidad que debe iluminar la piedad popular» invirtiendo, en este sentido, el orden de los factores en cuanto a la eclesialidad, «que no se mide por el reconocimiento del obispo sino por la fe compartida»: «La piedad popular expresa la autonomía de los laicos en la Iglesia, allí está la Iglesia».

Y citó expresamente el dogma de la Inmaculada alentado por Duns Scoto y confirmado por Pío IX en 1854 confirmando su tesis de que el pueblo de Dios ejerce «un magisterio que precede» a los teólogos. También este punto resulta en cierta medida rompedor con los esquemas mantenidos largo tiempo, pero que rastreó en textos del jesuita Bergoglio en 1974.

Recién elegido Papa, el cardenal arzobispo de Buenos Aires tuvo «dos gestos de piedad popular» cuando se asomó al balcón de San Pedro: «rezó un avemaría, no ninguna antífona muy bella pero desconocida por el pueblo« y »pidió que el pueblo rezara por él antes de darle la bendición«.

Defendió que «la piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. La teología católica valora la piedad popular sin reducirla a las motivaciones de orden psicológico o sociológico que la generan, como en toda vivencia» e insistió en la «fe inculturada desde abajo y desde dentro«.

Galli llamó a apreciar la «vida teologal animada por el Espíritu Santo» en gestos tan sencillos como encender una vela a Dios o a la Virgen, llevar flores o «esas madres al pie del lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario, aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo«. »Un breve instante mirando y dejándose mirar por la Virgen de Consolación -dijo señalando a su espalda- condensa una vida de fe«, expresó en otro momento de su intervención.

En el vocabulario del doctor Galli no existe la palabra 'purificación' que tantas veces se ha empleado respecto de la piedad popular y sí «connaturalidad afectiva que da el amor» para «apreciar la vida teologal presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres«. En este sentido, hizo hincapié en la »pastoral popular« de muchas diócesis latinoamericanas que «une la piedad popular con la opción preferencial por los pobres».

La conferencia acabó con un tono poético, por la relectura de la 'Saeta' de Joan Manuel Serrat que escuchaba de joven en Argentina: «Qué bueno es consolar a Jesús, ser como María viviendo la 'com-pasión' de Cristo».

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