Con permiso de la hermandad de San Bernardo, que cerrará el ciclo de las sacramentales el próximo 14 de septiembre, este domingo concluía el tiempo sacramental con la celebración de numerosas procesiones del Corpus Christi y eucarísticas en los barrios, coincidiendo con la festividad litúrgica. No todo era la Macarena, aunque en estas salidas, no se hablaba de otro asunto en toda la mañana.
Entre las procesiones con el Santísimo, destacaron las del Corpus de la Magdalena y el de Triana, dos salidas completamente distintas entre sí, aunque geográficamente cercanas, separadas únicamente por el Guadalquivir. Cada una con su propia personalidad, estilo y forma de llevar al Señor por las calles.
La primera en salir fue la de la Magdalena, que en esta ocasión adelantó su entrada debido a las altas temperaturas. No obstante, a primera hora de la mañana el ambiente era más fresco, como comentaban algunos integrantes del cortejo, tras varios días de calor extremo.
Bastante público acompañó la salida y prácticamente todo el recorrido. No faltaban quienes afirmaban: «Esta es una de las procesiones más bonitas del año», lo que hizo que, a pesar de la fecha tardía que le tocó este año, muchos no quisieran perdérsela.
El primer paso salía pasadas las nueve y media de la mañana: el Dulce Nombre de Jesús, conocido por muchos como el Niño de la Quinta. Se trata de una de las grandes tallas de la ciudad, junto con la del Sagrario, y destaca por su característico templete. Es la salida de gloria de esta hermandad, que antiguamente tenía lugar en otra época del año, aunque desde hace ya bastante tiempo forma parte del Corpus de la Magdalena. Un entorno hermoso con el arbolado, del sol entrando al fondo por la plaza, lo que propiciaba un momento esplendoroso. Sonaba Tejera, a un nivel muy alto, como es de costumbre, con un repertorio exquisito. Otra imagen habitual es la de ver a Álvaro Pimentel, concejal del Ayuntamiento de Sevilla de encendedor y, lo más importante, ver a tantas personas arrodillarse ante el Santísimo.
Seguidamente, salían las representaciones de las hermandades de la parroquia, que acompañaban al paso de la Inmaculada. Un cortejo en silencio, roto únicamente por el sonido de los vencejos y las voces del capataz y sus auxiliares, entre ellos Antonio Casado. La última parte del cortejo la componía la sacramental, cuyos miembros vestían de chaqué, incluido el capataz, Antonio Santiago, quien dirigía la custodia. La música corría a cargo de la coral, interrumpida únicamente cuando se rezaban oraciones en los altares instalados, todo con una exquisita elegancia.
Las calles estrechas por donde transcurre la procesión favorecen un ambiente de recogimiento, salvo al llegar a la plaza del Museo, momento cumbre de esta celebración. Allí, junto a las pinturas que se exponen cada domingo y el paso del Corpus, se vive uno de los instantes más emblemáticos y concurridos, donde se concentran numerosos fotógrafos.
La entrada se produjo un poco antes, pero no faltó el paso de la procesión por el andén, en la que la banda del Maestro Tejera pone música a los tres pasos, hasta que entra en el templo con la custodia para interpretar el 'Himno eucarístico' mientras se da la bendición final con el Santísimo, con una lluvia de pétalos que cae desde lo más alto del templo y con los estandartes adelantados en señal de respeto. Un Corpus, magistral, el de la Magdalena, como también lo es el de Triana, el segundo más antiguo tras el de Sevilla.
Hace varios siglos, cuando muchas personas no contaban con los recursos económicos para cruzar el río y acudir al Corpus en la ciudad, se creó en Triana esta procesión tan antigua y popular, llena de alegría y espíritu festivo, reflejo puro del barrio que es considerado el corazón de Sevilla.
Todo el recorrido adornado por juncia y romero en el suelo para el paso del Santísimo, los vecinos sacando sus mejores galas en los balcones, los altares instalados, uno más grandes y otros más pequeños por colocarlo los niños, una manera de seguir enseñando la tradición y al amor al Señor. Calles repletas, los bares también, sobre todo por los costaleros para avituallarse en cada relevo, rostros de alegría, eso es Triana y mucho más que sabe vivir sus tradiciones a su manera.
Cinco pasos, en poco más de dos horas, recorrieron las calles de Triana en el itinerario habitual. Cortejo iniciado por la banda de San Juan Evangelista, seguido prácticamente cuatro pasos y con más distancia el de la custodia, el de mayor número de componentes en el cortejo con las representaciones y hermanos de la Esperanza de Triana.
No faltó la presencia de los más pequeños, que sacaron al Niño Jesús sobre el paso de Madre de Dios del Rosario. Unas andas que Manuel Rechi llevó desde San Buenaventura a la hermandad hace ya algunas décadas, con el propósito de enseñar y perpetuar el gremio que esta corporación lleva por bandera: el de los capataces y costaleros. Por eso, portar esta imagen —tras haber hecho lo propio con la Virgen de Belén en mayo— es lo máximo para estos niños, que aprenden el oficio desde pequeños. Hacen cambios al ritmo de la banda y marcan el compás con precisión. Es una experiencia que ninguno de los que la ha vivido olvida jamás.
Continuaba el cortejo con las Santas Justas y Rufina, santas de Triana, dos tallas que formaron parte, junto al Niño Jesús, del altar instalado por la Esperanza de Triana el pasado jueves en la calle Sierpes para la procesión del Corpus. San Juan Evangelista también formaba parte de la procesión y llegaba la Purísima a la capilla de los Marineros, acompañada de la banda de las Tres Caídas de Triana, que cerró con esta salida la conmemoración del 45 aniversario y en la que interpretó un estreno ante la Virgen de la Esperanza a la llegada a la capilla, '1980', un paso que, en algunos compases, los costaleros mecían las andas y salían andando, como se pasean las imágenes en una Triana engalanada con banderolas de la Esperanza en este año tan especial para el barrio y la hermandad.
Metros después llegaba la custodia, con la música de la banda de las Cigarreras, interpretando marchas de la hermandad, dedicadas al Santísimo y otras de gran calidad musical y alegres. Su paso por la calle Pureza fue esplendoroso, de vivir la fe como hacerlo Triana. Aquí, el palio de respeto va tras la imponente custodia, algo no usual en la mayoría de los Corpus.
Miembros del cortejo salían de Santa Ana mientras la custodia avanzaba por Pureza, había quien iba a soltar los cirios, varas, banderines y estandartes, mientras que otros decidían acompañar al Santísimo hasta la entrada producida pasadas las doce del mediodía y con una plazuela con mucho público, lo que indica que el futuro de estas procesiones está asegurado.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete