Sevilla y Amén
La primera vez fue en Sevilla
Hoy los niños de la pandemia vestirán su primera túnica y celebrarán el ritual de la reanudación. Así es la liturgia de tres nazarenitos de La Paz
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónComo en aquella sevillana de Salmarina, tararea hoy el viento una copla de bautismos. «En la catedral van cantando, / al pie del altar van bailando...». Con el tiempo, los chiquillos del confinamiento entonarán bajo sus túnicas el escalofrío de este Domingo de Ramos: la primera ... vez fue en Sevilla. Hoy estrena la vida el fruto del amor, los niños que no saben aún que son cofrades y los que han olvidado su primera estación de penitencia porque la vivieron aún en la inocencia, esa embustera que sólo aporta ráfagas a la memoria de sucesos que nunca fueron como se recuerdan, pero que en la remembranza se afianzan como verdad incontrovertible. Hay una etapa de la vida en la que se construyen las sensaciones, que son el cimiento más sólido de las personas. Se es verdaderamente sevillano cuando no se puede recordar bien cuándo fue la primera vez de nada en esta ciudad. Suele contar el maestro Paco Robles, que al despertar del coma que le provocó el bloqueo de su tálamo, caja fuerte de la sabiduría, sólo recordaba los nombres de las cofradías. Dicen los neurólogos que lo primero que aflora en la cabeza ante un accidente así es aquello que se sabe por costumbre, de manera natural, sin esfuerzo de retención. Robles tenía Sevilla guardada en ese rincón del conocimiento que no se asoma nunca a los labios por pura modestia, porque es un saber tan profundo que su propietario cree que es lógico. No le da importancia. Paco, el nuevo Paco, que esta Semana Santa va a cumplir dos años, tiene la misma ilusión hoy que los chiquillos de esta imagen, que se han puesto su primera túnica para salir en La Paz. Todo es sorprendente y antiguo al mismo tiempo en sus pupilas. Robles cuenta que su primera vez fue en la Puerta de la Carne ante la Virgen del Refugio. Iba en el vientre de su madre. Tiene una foto de ella absorta ante el palio en la que se está tocando la barriga para acariciar a su niño, cuyo pulso se acelera en el retrato y en la memoria cada vez que narra la vivencia. Haber visto a la Virgen del barrio de San Bernardo antes de nacer convierte al maestro en intemporal. Paco Robles es el ejemplo perfecto de que la verdad no tiene edad. La Semana Santa es una perpetua primera vez.
El poeta Manuel Mantero escribió su bautismo cofrade con una sencillez imposible: «Yo salía el Domingo de Ramos de la parroquia del Salvador, en la Borriquita, cerca del paso de Jesús entrando en Jerusalén. Detrás iba el Cristo del Amor. De niño, vestido de blanco; de mayor, cuando salía con el Cristo, de negro. El azahar, el incienso, la cera, la música, el silencio, las calles estrechas, el entusiasmo, llegaban a embriagarlo a uno. El cansancio no cansaba, formaba parte del ritual. El cansancio era necesario, como lo es también para hacer el amor».
Este cansancio que no cansa, que viene de las entrañas de la madre de Robles, explica con exactitud el rito de estos niños vestidos por sus madres para su primera vez. Habla Mantero otra vez: «si el sevillano pierde su sentimiento religioso, religioso en el sentido de repetir un Misterio para iniciados que requiere determinadas acciones y ceremonias (los drómena), y que de alguna forma permite el desvelamiento de lo divino, si el sevillano se convierte en otro tipo, la Semana Santa habrá muerto como anual reanudación, aunque no como distanciada obra clásica, pues siempre la podremos contemplar en película y oír sus marchas. Ahora la disfrutamos como si acabara de nacer. No hizo el sevillano de hoy la Semana Santa, pero la reproduce personal e inolvidablemente».
La anual reanudación, rota por el misterio de la pandemia, va a permitir a los niños de La Paz que nacieron en la oscuridad del encierro reproducir personal e inolvidablemente lo que aún ignoran. Tomarán el testigo de su linaje y cuando den sus primeros pasos por el parque bajo la sinfonía de verdes y turquesas estarán celebrando la Victoria del Señor junto con la suya. Porque todos han escuchado ya cornetas en el vientre de sus madres, han oído en su casa los vaivenes de un palio, han conocido la voz del capataz y han echado siestas de cuna sobre el costal de sus padres. Lo que van a hacer hoy es celebrar la liturgia de las sensaciones después de dos años de catequesis doméstica. Y cuando pase el tiempo y hablen de Dios por derecho, dirán a boca llena que la primera vez fue en Sevilla.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete