PASIÓN EN SEVILLA

La Macarena, un icono pop de masas

La cuatricomía de Manolo Cuervo es la última constatación de la trascendencia como icono de la imagen de la Macarena. De las fotos de Serrano al cartel de Maireles, del azulejo de Kierman a la reflexión de Agustín Barrera. Todo un icon

Detalle de la Macarena en cuatricomía MANOLO CUERVO

Manuel Jesús Roldán

«El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo que no siempre lo es»

La frase de Paul Klee puede meditarse ante algunas de las pruebas de la interpretación de la Macarena realizada por el artista Manolo ... Cuervo . Cuatro visiones diferentes y una misma realidad. Está ahí. Pixelada a los ojos físicos. Subdividida en colores. Son cuatro y es Ella. Cuatricromía esencial para ver con los ojos del corazón, que ya se sabe que lo esencial es invisible a los ojos. Una cuatricromía o selección de color es un sistema de impresión que se basa en la reproducción de las imágenes mediante los colores recogidos en las siglas CMYK , es decir: Cyan, Magenta, Amarillo (yellow) y negro (black).

Cuatro colores con los que se reproducen las fotografías a todo color. Todo un ejercicio de síntesis, de vuelta a la pureza en unos tiempos en los que el pixelado está cargado de connotaciones negativas: se pixelan los rostros que no se quieren ver, se pixelan los desnudos que se quieren censurar en las redes sociales, se pixelan las miradas que se quieren convertir en anónimas. Por eso el ejercicio de Manolo Cuervo es un triunfo en tiempos de censura y de contención, en tiempos de pinceladas excesivas que quieren borrar la libertad y el derecho a la imaginación. Porque a la Macarena no hay que verla: hay que sentirla. No está en la reproducción, está en la mente de todos y cada uno de los ojos que la contemplan.

El rostro de la Macarena como un icono pop. No es la primera vez que el artista consigue confirmar esta afirmación, ya lo fue su propuesta de cartel para la hermandad , de nuevo en cuatro imágenes que son una. Como en el poema: de frente y de perfil. En la descomposición cromática o en el dripping que recuerda a los artistas del Action Painting . Todo lleva a la Esperanza, el pixelado o la mancha de color que resbala por el cartel.

¿Qué es Sevilla sino una mancha de colores que se yuxtaponen ? ¿Qué es la Macarena sino un universo inalcanzable y al mismo tiempo cercano que podemos ver, aunque sólo intuyamos su silueta? Ahí está la esencia de entender una imagen como un icono pop: es la esencia de una cultura elevada, la síntesis de una virtud teologal, el rostro poliédrico que todo lo condensa, pero, al mismo tiempo, es una imagen para una cultura de masas, porque ambas, ya lo explicaba Will Gompertz, son una y la misma. Es tan válida la imagen, la talla barroca en sí misma, como la estampa repetida que se guarda en la cartera, como la foto que se coloca en las camas de los hospitales, como el azulejo al que se ponen flores, como la medalla que se besa. Si el Arte Pop borró la línea divisoria entre ambos conceptos de la cultura, la imagen de la Macarena borra la división entre la profunda teología y la sencilla creencia. Igual que ayer permanece.

Los cuatro carteles de la Macarena de Manolo Cuervo, expuestos en la casa de hermandad HDAD.

Allá por 1947, el artista Eduardo Paolozzi creaba un primitivo collage, «Yo era el juguete de un rico», en el que aparecía entre una pin-up, un avión o una botella de Coca Cola , la palabra POP . Así. Sin más. El origen de un movimiento. El nombre que es un grito en la pared. Así lo entendió el mismo Manolo Cuervo en su versión más impactante del cartel de la Macarena. Entre las siluetas de colores con el rostro de la Esperanza un solo grito: GUAPA . Todo un ejercicio de síntesis. Tanto con tan poco.

Fotocomposición de Serrano de la Semana Santa de Servilla

«La gente debería enamorarse con los ojos cerrados», decía Andy Warholl, quizás el más popular de los artistas del Pop. Aquí está la Macarena. Coronada con grito espontáneo que no es impostura para salir en las redes sociales. Es la Macarena que vuelve a casa al amanecer, a la que los macarenos ven esos churretes del humo de unas velas que la iluminan en la larga madrugada. La Macarena es Impresionismo de noche y expresionismo de día. Es color caleidoscópico. Es el perfil que llega de frente. Por eso Manolo Cuervo la pintó no una, sino hasta cuatro veces en su cuartel. En 1962, Warholl pintó hasta en cincuenta versiones el rostro de Marilyn Monroe . La mítica lata de sopas Campbell fue interpretada hasta en treinta y dos ocasiones. En esta línea, la serie de Manolo Cuervo es más que una serie pop. Es una sucesión de estados del alma, de esa Esperanza que es «la vida misma defendiéndose» en las palabras de Julio Cortázar .

La Macarena, según Serrano

Una serie al alcance de todos. Un icono para ver y para sentir . Para reconocer con los ojos abiertos y con los ojos cerrados. Un perfil reconocible que se inició con el nacimiento de la fotografía y que comienza a hacerse consumo de masas en creaciones que artísticas que van en paralelo. Los azulejos de la imagen son un ejemplo. Si la mítica foto de Serrano recoge un perfil y una estética que se convirtieron en santo y seña del icono, estética y volúmenes que la hermandad no debería nunca perder como referencia, los azulejos que se hicieron a partir de las fotografías de comienzos de siglo son una especie de serialización pop que se encarama por los rincones de medio mundo, de la calle San Luis a la calle Parras , pasando por alguna casa de Roma, por el balcón de un piso de Rochelambert o por el rincón más insospechado de un bazar oriental destinado al turismo. Con la más depurada técnica o con la mayor simpleza de medios. Antes de que llegara la definición del Pop, antes de Warholl, de Hamilton o de Rauschenberg, la imagen de la Macarena ya formaba parte del consumo de masas, ya era reconocible en todas y cada una de sus representaciones. Del blanco y negro de Serrano a la revolución cromática de Juan Miguel Sánchez y el cartel de las Fiestas Primaverales de 1930 . Color y tintas planas. Depuración de formas. Tipografías revolucionarias, como lo fueron las procedentes del cómic para el mundo Pop. Juan Miguel Sánchez se anticipó a la serialización de colores, a las variaciones de los años sesenta en los naranjas, rosas y amarillos de la candelería del palio de la Macarena. En pleno 1930. Conviviendo con las fotografías de Serrano. Pero el icono era el mismo, el de aquella Semana Santa , en palabras de Chaves Nogales , que era y es «meca de la emotividad moderna.»

Azulejo de la Macarena ANTONIO KIERMAN

El icono es reconocible. Según la definición de la R.A.E. es «signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado». Por eso destaca como particular entre lo general. Por eso los fotomontajes que se hicieron a partir de los años treinta con las fotos de Serrano, otro anticipo del Pop, muestran a la Macarena como el más reconocible de sus componentes, como el centro y eje de sus composiciones. Entre infinitas referencias a la Semana Santa, el perfil de la Macarena se aferra como un ancla, qué mejor metáfora, en la retina del fiel o en la retina del descreído. Da igual su nivel de creencia, el icono trasciende. Por completo o al detalle. La constatación más evidente la dio Francisco Maireles en 1995, cuando sintetizó la Semana Santa en el ojo de la Virgen de la Esperanza . Un cartel que recoge toda la ciudad en una pupila, un cartel que recoge eso que los cursis llaman esencias en el brillo de tres lágrimas. Es una parte, pero es el todo. Es el icono pop de Marilyn Monroe que podría sintetizarse en su rostro o en sus labios. Un icono que funde literatura y creación artística, de frente y de perfil, como en la apuesta de cartel de Ricardo Suárez del año 2005.

"Marca registrada", obra

La Esperanza en cuatro perfiles, en el sepia de los maestros del Renacimiento y en la convicción de que todas las miradas se funden en una. Aquel cartel, en palabras del artista «había que superar las estampitas de primera comunión», removió el aire fresco de las vanguardias sevillanas y de las vanguardias americanas, curiosamente más tardías que las locales. Color café con leche de mañana de Viernes Santo. El calor que supera al frío de la noche en un cartel. Porque el icono es siempre reconocible. Aunque lo registren, aunque intenten buscar la provocación con sus formas. Hubo diseñadores que intentaron copiar sus formas, hubo algunos que quisieron provocar con sus caricaturas en supuestas revistas de humor, hubo quien quiso transgredir con la imagen por la que todo pasa, pero que siempre se queda. Aunque no veamos su rostro. Aunque se pixele. Ahí está la perfecta interpretación de Agustín Israel Barrera con su intervención «Marca registrada» : nadie puede monopolizar un rostro que es de todos, nadie puede acaparar como signo particular un signo que pertenece al Universo, nadie necesita ver porque la fe es creer en lo que no se ve. Todo pasa, pero el Todo se queda. El icono reconocible por todos y para todos. El icono que permanece. La Esperanza.

Cartel de la Semana Santa de Sevilla de Maireles

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