Así le dio Rodríguez Buzón la rosa a quien ya era primavera: «¿Quién puede igualarse a Ti / Esperanza Macarena?»
Comentario de texto
Otra letanía a la dolorosa de San Gil triunfó en vísperas de su Coronación Canónica, en 1963, con aires semejantes al «Como tú, ninguna» de su pregón de 1956, una oda a la literatura cofrade de toda cuanta se ha escrito
La seguidilla que Juan Sierra dedicó a la Amargura: «¡Ay, cristal de Sevilla / lazo y figura!»
El día que Rafael Montesinos reveló que su padre salía en el Gran Poder
Aquilino Duque y las cofradías, mucho más que el puente en que murió el Cachorro
Rafael Laffón, rendido a Pasión: «¿Camina o va a caer? Jesús lleva a un hombre y a un Dios»
Las dos plegarias de Nicolás Fontanillas a la Esperanza de Triana: «Yo tormenta y tú bonanza»
Rumores sonoros invaden —y pobre del que lo dude—, cada esquina de la memoria del añorado teatro San Fernando. Nunca se vivió allí algo así. Con permiso de José Joaquín León, sigue siendo día de pregón en Sevilla este 11 de marzo de 1956 en ... que Antonio Pedro Rodríguez Buzón ha hecho de la Semana Santa un eminente canto inmortal a la primavera más pasionista. A la pasión transferida en un caudal de emociones a través de todas sus imágenes: las devocionales y las poéticas. Las de carne y beso. Evocando y evocando hasta hallar el alma de la ciudad, que diría Chaves Nogales. Toda la llevaba consigo el poeta cuando salió a hombros de aquel recinto. Ya había entonado aquello con que cerró tan excelso texto haciendo alusión al Señor: «Si alguien te alza la mano / o te ofende, Gran Poder, / te juro Dios Soberano, / que ese no pudo nacer / bajo el cielo sevillano». A Burgos le volvía loco ese poema. Todo un flechazo en forma de saeta tensada por el arco de San Lorenzo y circunscrita a la piedad popular que anudan las manos de Dios mismo. Es su broche en verdad un brillante ejercicio de contención, irónicamente, viniendo de la locuacidad del protagonista. Acaso había espetado desde lo más alto del Valle, que «venía la Virgen llorando, / y todo lloraba con ella», o apenas tres líneas farfulladas en voz alta: «¡Qué sola la Soleá! / camino de San Lorenzo / por la luna acompañá!». Sus versos a las Angustias que habitó en San Román sellaban como prueba irrefutable su celebérrimo espíritu mariano, que imantaba todo lo demás: «La Virgen de los Gitanos, / es una copla quebrada, / que nos pellizca la sangre / cuando por Sevilla pasa».
El poeta Jorge Manrique no estuvo allí, pero hubiese aplaudido, como hacemos quienes nos arrodillamos ante uno de los grandes evocadores literarios desde que constan anuncios y exaltaciones. Existencial por fecha y tempo, Rodríguez Buzón fue un orador extraordinario que dedicó su vida a pergeñar tanto poesía profana ('Surcos', 1941) como a crear estampas religiosas, entre las que se encontraban sus primeros versos cofrades declamados en la hermandad del Museo. Su participación en distintos proemios, tertulias y conferencias, como la que ofreció en 1943 en el Ateneo de Sevilla bajo el nombre de 'Evocación poética de la Semana Santa de Sevilla', con una especie de itinerario romántico de las cofradías, hablan a las claras de su contribución a las hermandades de la capital. Antes se había subido ya a algunos atriles, con participaciones residuales, pero la primera llamada por derecho fue del pregón de la Semana Santa su Osuna natal (1950), curiosamente escrito casi en su totalidad en prosa, arrancando con una dedicatoria muy especial: «A la santa memoria de mi buena madre, cuya vida se apagó cuando se marchitaban las últimas rosas, de la primavera más triste de mi existencia».
Seis años más tarde lo alistaría Sevilla, a muy poco tiempo de preparar una obra que acabaría siendo cumbre. Así que recogió cuatro piezas que fueron publicadas en libros suyos, a las que unió otras siete inéditas para el pregón más ovacionado, el de 1956. La primera fue la dedicada al Cristo del Amor («La luz del Amor Divino / nos ilumina la sangre, / y en el pecho de María / y en sus labios suplicantes, / el acero del dolor / afila Siete Puñales»); la segunda, al Gran Poder, publicada en 'El Cristo de Sevilla' (1956): «¡Quien vio cruzar al Gran Poder, / vio caminar a Dios mismo!»); la tercera, la dedicada a la Virgen de Gracia y Esperanza, la clásica 'A compás la cera llora', recogida en 'Cantos de Esperanza' (1956): «La luz el rostro le dora / dibujándolo en sonrisas / y al dejar Caballerizas / los blancos muros rozando / una voz le va cantando / al son de los guardabrisas», y la inolvidable letanía macarena, que apareció ya en 'La Virgen de Sevilla' (1954). Porque versos habrá, pero como aquéllos, ninguno. No hay cofrade que no los conozca. Se encargaron las generaciones pretéritas y las futuras de sacar de cualquier diván del olvido cada palabra cantada de quien es y será una de las voces inconfundibles de la Semana Santa en la expresión más popular de su literatura. Ursaonense de nacimiento y sevillano por convicción, el verso de Rodríguez Buzón caló a mediados del siglo XX como puñal de dolorosa que se pone por vez primera. A las puertas de una nueva Semana Santa, Pasión en Sevilla recupera la otra letanía macarena con la que el poeta coronó con versos y talento a la que es clavel, adelantándose 62 años al mismísimo Papa con su Rosa de Oro, unos meses antes de que la Esperanza volviese de los cielos en 1964. Y todo empieza con una mirada al presbiterio:
Final de la letanía macarena pronunciada por Rodríguez Buzón en el pregón de la Coronación Canónica de la Esperanza Macarena (1963)
«¿Quién puede igualarse a Ti,
Esperanza Macarena?
¡Nadie!, porque Tú, Señora
en tu majestad suprema
eres canción descendida
desde el cielo hasta la tierra
que Sevilla en su rosal
por que no se repitiera
rosa que se te igualara
ni a bonita ni a morena
en requiebro suspirante
a madre, caricia y reina
le injertó tu condición
de sublime nazarena
y brotó de su ramaje
una clara primavera
entre ecos florecidos
tu nombre hecho saeta
mitad de dulce sonrisa
y mitad de triste pena
que se extendió por el aire
sobre el valle y la ribera
igual que un Ave María
que otro arcángel compusiera
como oración sevillana
de la gracia mensajera
ya que su puro sonido
anula toda frontera
y el corazón se estremece
y el alma de luz se llena
tan solo con pronunciarlo...
¡Esperanza Macarena!»
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