El Cachorro en Roma
Rafael Blanco, el hijo del hombre que salvó al Cachorro del fuego: «Mi padre llegó a casa tiznado»
El alcalareño recuerda con emoción las anécdotas de aquel día y los posteriores homenajes a su padre en vísperas de la procesión del Cristo de la Expiración en Roma
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El 26 de febrero de 1973, un humilde trabajador que aún no había alcanzado la treintena salvó al Cachorro de las llamas. Se llamaba Rafael Blanco Guillén. Gracias a su valentía colándose en la capilla del Patrocinio durante el incendio fortuito acaecido en el altar ... de quinario, el Cristo de la Expiración ha llegado a nuestros días y se encuentra en Roma para presidir el Jubileo de las Cofradías. Su hijo, Rafael Blanco García, atiende a ABC y recuerda la gesta de su padre en esta semana tan especial para los hermanos del Cachorro y todos los cofrades.
—Aquel día de febrero de 1973, Rafael Blanco se convirtió en todo un héroe a sus 27 años.
—Correcto. Me lo ha contado infinidad de veces. Se acordaba de aquella gesta como si fuera aquel día, lo tenía grabado en su memoria con todos los detalles. Para mí era un orgullo con qué emoción lo vivía y cómo me lo contaba. Yo no había nacido aún, mi madre estaba embarazada. Ella me contó que se llevó un gran susto cuando mi padre apareció por casa todo negro, tiznado hasta arriba. Le preguntó qué había ocurrido y él le contó la historia. Es reseñable el susto que se llevó mi madre porque a mi padre le daban ataques epilépticos y ella tenía el miedo siempre de que le volviera a ocurrir. Él decía que en aquel momento no pensó ni en los ataques ni en que le podía pasar nada: «Yo simplemente vi que había muchísima gente diciendo que llamáramos a los bomberos. ¿Qué bomberos ni qué bomberos? Ahí me salto yo». Pegó el salto, se subió, rompió el cristal y accedió.
—¿Cómo recordaba él aquellos momentos?
—Una de las veces que fuimos a la iglesia del Cachorro me señaló por dónde se había subido, y le pregunté cómo había podido hacerlo con lo altísimo que estaba. Me dijo que en ese momento no fue consciente. Además, no había entrado nunca ni sabía a lo que se enfrentaba. Estaba todo oscuro, la Virgen en ese momento ya estaba hecha cenizas. Y hubo un momento en que no quiso decir nada porque pensaba que le iban a reñir, pero el Señor estaba ardiendo por el talón y le echó agua de un jarrón. Al entrar se hirió las rodillas y siempre decía que era la mejor herida que podía tener.
—¿Qué hacía Rafael en los alrededores de la capilla cuando se produjo el incendio?
—Trabajaba en un polvero que había allí justo enfrente. No era albañil, como muchas veces se ha dicho. Él descargaba los camiones y estaba muchas veces atendiendo al público. Aquel día, cuando empezó a escuchar los chillidos y el alboroto de las personas, salió. Los vecinos no dejaban de decir que se estaba quemando la iglesia del Cachorro, y decidió entrar.

—Fue la primera vez que entró en el Patrocinio, pero desde entonces el vínculo que se creó fue muy especial.
—Sí, sí, el cariño se quedó. Nos regalaron la cuna que yo utilicé al nacer meses después y un televisor Radiola en blanco y negro. Y a lo largo de los años, diferentes hermanos mayores le han hecho homenajes. El año que falleció celebraron una misa y le pusieron el crespón negro a la Virgen cuando salió. El crespón después nos lo regalaron, y lo guardo yo. Antes de eso, en 2013, lo nombraron hijo adoptivo de Triana. Lo promovieron varios hermanos. Tengo fotos en las que se ve la cara de satisfacción que tenía. Siempre ha habido un vínculo y estamos muy agradecidos. Sólo tenemos palabras de agradecimiento. El actual hermano mayor me invitó para llevar las andas del Señor cuando salió en el vía crucis extraordinario. Tuve la suerte de llevarlo en mis hombros, fue un detalle muy bonito.
—¿Qué significa para usted y para su familia lo que hizo su padre?
—Para la familia y para nosotros es una gran satisfacción porque gracias a esa gesta el Cachorro puede procesionar todos los Viernes Santos. Estoy muy agradecido, él ya no está con nosotros, pero para mí es un orgullo haber tenido un padre con la humildad con la que lo contaba, con esa sencillez que a mí me llenaba y me sigue llenando de satisfacción. Yo me quedo con esa humildad. Era una persona tan católica, tan creyente y sobre todo tan de hermandad que no le daba casi ni importancia a lo que había hecho.
«Al entrar en la iglesia se hirió las rodillas y siempre decía que era la mejor herida que podía tener»
Rafael Blanco García
Hijo del hombre que salvó al Cachorro
—A una persona tan sencilla como su padre no le habría cabido en la cabeza que gracias a su gesto una imagen fundamental para Sevilla como el Cachorro iría a Roma años más tarde.
—Para él sería la mayor de las satisfacciones. Se le encendería la cara de ilusión. Él estaba orgullosísimo de que el Cachorro pudiera seguir procesionando gracias a lo que hizo. Imagínate si supiera que va a salir por Roma.
—¿Qué siente usted al ver al Cachorro convertido en el foco de todas las miradas esta semana por el Jubileo de las Cofradías?
—Para mí es lo más grande. El Cachorro es Dios en la tierra y que salga en Roma va a ser un acto de fe para todos los que creemos y nos sentimos católicos. A mí se me ponen los vellos de punta el pensar que va a procesionar por las calles de Roma. Después de aquella gesta que hizo mi padre hace ya un montón de años, que ahora todo el mundo pueda contemplar esa imagen tan portentosa es lo máximo.
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