El origen del Calvario, en la cofradía de los Mulatos de San Ildefonso

El Calvario, tal como la conocemos hoy, tiene sus raíces en esa cofradía de los Mulatos, que se fundó en el siglo XVI, en 1571, en un contexto donde Sevilla era un centro neurálgico del comercio y la conexión con América, el puerto de indias. La comunidad mulata, de la que contaba con una gran población en la zona de San Ildefonso, desempeñaba un papel destacado en la vida social y religiosa de la ciudad, lo que llevó a la creación de su propia corporación, originalmente bajo la advocación de la Presentación de Nuestra Señora.

Los mulatos estaban más arraigados a la población blanca, y muchos de ellos lograron alcanzar la libertad, lo que les permitió fundar una hermandad en una capilla anexa a la parroquia de San Ildefonso. Años después de su fundación, en 1585, consiguieron construir una capilla contigua a la iglesia.

Más adelante, debido a la epidemia de peste de 1649, que afectó gravemente a una Sevilla ya debilitada económicamente en el siglo XVII por el progresivo traslado del comercio americano a Cádiz, se produjo una notable disminución de la población de mulatos. Esto llevó a que la hermandad fuera abierta también a personas blancas.

Inicialmente, la hermandad contó en el siglo XVII con una imagen de vestir de la Virgen de la Presentación y un Ecce Homo. Posteriormente, incorporó el crucificado de los Mulatos, actualmente conocido como el Cristo del Calvario. Esta imagen fue encargada en 1636 a Francisco de Ocampo para el oratorio particular de los herederos de Torquemada. La hermandad y su Cristo permanecieron en este lugar hasta finales del siglo XVIII, cuando el derribo del antiguo templo parroquial provocó la disolución de la corporación.

En 1799, el crucificado fue vendido a la Escuela de Cristo de la Natividad, mientras que la Virgen fue trasladada a la parroquia de San Nicolás de Bari en 1794. Poco después comenzó la reconstrucción del templo de San Ildefonso, que fue inaugurado en 1816. Tras un largo conflicto, el Cristo regresó finalmente a su lugar de origen.

A finales del siglo XIX, en 1886, la revitalización de la devoción hacia las imágenes provocó la reorganización de la hermandad en San Ildefonso, una corporación que ya no tenía relación con los mulatos. Inicialmente, comenzó a procesionar en la tarde del Miércoles Santo con un solo paso, representando iconográficamente el Calvario, hasta que en 1895 se incorporó un segundo paso: el del Cristo del Calvario y el de la Virgen de la Presentación. Finalmente, en 1899, la cofradía pasó a formar parte de la nómina de la Madrugada del Viernes Santo.

Adentrándonos en el siglo XX, la hermandad se trasladó en 1908 a la capilla de San Gregorio tras dejar San Ildefonso. Sin embargo, fue en 1916 cuando encontró su lugar definitivo al establecerse en la parroquia de la Magdalena. Desde entonces, este lugar ha sido el hogar del Calvario, una hermandad que no duda en abrazar su historia.