Música procesional
El maratón de los músicos de La Puebla y la Oliva para tocar tras el Cachorro en Roma
Los 180 integrantes de las bandas que se unieron para acompañar al Cristo de la Expiración en la procesión del Jubileo de las Cofradías viajaron, tocaron y volvieron en menos de 24 horas
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La Gran Procesión del Cachorro y la Esperanza de Málaga por las calles de Roma fue histórica en todos los sentidos. Entre los aspectos que contribuyeron a que todo saliera a pedir de boca se encuentra el musical. El Cristo de la Expiración fue acompañado ... por nada menos que 180 músicos pertenecientes a la Banda de Música Municipal de La Puebla del Río y a la Sociedad Filarmónica Nuestra Señora de la Oliva de Salteras, unos músicos que llegaron a la capital italiana, tocaron tras el Señor y volvieron a Sevilla en 24 horas.
Ambas formaciones musicales, de las más destacadas en el panorama actual de la música procesional, son las que acompañan en Semana Santa al crucificado trianero y la Virgen del Patrocinio, respectivamente, y se fundieron en una sola con motivo de tan excepcional acontecimiento para los hermanos del Cachorro y todos los cofrades de Sevilla y Andalucía.
No las tuvieron todas consigo, pues necesitaron del apoyo económico de la Diputación de Sevilla para poder costearse el viaje de ida y vuelta de todos los músicos a Roma, algo que se rubricó el lunes previo al Jubileo de las Cofradías en un acto que contó con representantes de todas las partes implicadas. El presidente de la Oliva y director –junto a Alejandro Buenvarón– de esta gran banda del Cachorro en Roma, José Peña Rubio, señala a ABC su agradecimiento «a la Diputación de Sevilla y a los Ayuntamientos de Salteras y La Puebla del Río, porque sin su colaboración, esto no habría sido posible. Estamos muy contentos de que la Diputación haya patrocinado este viaje».
Una banda gigantesca
Tampoco fue sencillo ensamblar a tantos músicos teniendo en cuenta que, además de pertenecer a dos formaciones distintas, la cifra global de integrantes está muy por encima de lo habitual en las bandas de música. Así lo reconoce Peña, que dirigió también los dos ensayos generales que tuvieron lugar por las calles de La Puebla del Río y Salteras en los días previos a la procesión: «Hubo que darle muchas vueltas a la formación de la banda para que todo el mundo estuviera lo más a gusto posible, pero esos ensayos sirvieron para engranarlo y engrasarlo todo para que el sábado saliera a las mil maravillas, como finalmente fue. Manejar 180 músicos no es nada fácil, pero creo que hemos cumplido el objetivo».

Y tanto, porque la banda sonó mucho y muy bien. Rafael González Gómez, presidente de La Puebla, apunta a este periódico que la ventaja de unir estas dos bandas de música fue que muchos de sus miembros ya se conocían y que compartían buena parte del repertorio: «Cuando juntamos las marchas que teníamos en común del corte del Cachorro, salieron unas cincuenta. Eso fue con lo que empezamos a trabajar. Fue como multiplicar la banda por dos, se escuchó prácticamente en Florencia».
Veinticuatro horas sin pausa
El cronograma de los músicos para tocar tras el Cachorro no tuvo descanso alguno, como reconoce el presidente de La Puebla: «Salimos de nuestros pueblos a las cuatro de la mañana. Cogimos el avión a las seis y media en el aeropuerto y llegamos a Roma sobre las nueve y media». Pasaron por el Colegio Español de San José para cambiarse y dejar sus cosas, y desde allí los recogieron en autobús para ir directamente para la estructura desde la que salía la procesión. Llegaron sobre la una y cuarto, y poco después «se desarrolló la procesión con todos los momentos únicos que vivimos, incluida la lluvia».
Al término de la misma, esperaron una hora aproximadamente a que los recogieran, pasando nuevamente por el colegio para cambiarse. Desde allí partieron hacia el aeropuerto, donde cogieron el avión de vuelta sobre las cuatro y media de la mañana, regresando a casa al filo de las nueve: «Estamos hablando de 24 horas sin dormir prácticamente, salvo los ratos del avión. Fue como ir cualquier día a tocar y volverte después, pero a Roma y en avión, con todo lo que ello conlleva. No comimos más que un bocadillo». Pese a semejante paliza, todos los músicos coinciden en que mereció completamente la pena: Nosotros sabíamos que no íbamos de turismo, y estamos muy contentos de haber estado en ese momento histórico. Las condiciones fueron las mejores dentro de las posibilidades».
González destaca sin cortapisas y en boca de todos los músicos que «fue la mejor experiencia de nuestras vidas como músicos. El hecho de tocar las grandes marchas de nuestra Semana Santa, como la suya, 'El Cachorro', bajando el Coliseo, o la chicotá que dimos con 'Amarguras', se recordará como el momento más mágico de nuestra historia, y podremos contarles a nuestros hijos y nuestros nietos que fuimos nosotros los que estuvimos tocando con el Cachorro en Roma. Eso sólo lo pueden decir 180 músicos privilegiados». Para la historia queda.
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