La Madrugada se ahoga en su propio éxito con la Reina Sofía como testigo
La gran cantidad de gente tanto en el público como en los cortejos, los retrasos y un incidente en la calle Relator que afectó al recorrido de la Macarena marcaron la noche
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Sin avalanchas, por suerte, y sin calle Parras, por desgracia, pero con los cortejos más largos jamás conocidos –lo que provocó significativos retrasos– y con multitud de personas en casi todos los puntos de la ciudad, incluida la mismísima Reina Sofía. Así fue ... la Madrugada de Sevilla de 2025, una noche que se libró del agua y en la que los cofrades se echaron a la calle en masa espantando los fantasmas del año 2000.
Los alrededores de la basílica de la Macarena eran un auténtico hervidero mucho antes de medianoche. Los nazarenos con hábito de merino y antifaz de terciopelo iban llegando de forma escalonada en la Madrugada más numerosa para la comitiva de San Gil, que bate su récord cada año y esta vez ha alcanzado las 4.500 túnicas. Pasadas las once y media llegaban los armaos y todo se tornaba en alegría y bullicio. La banda de la Centuria ronda ya los 130 integrantes, cuyos sones retumbaron por toda la Resolana y Muñoz León anunciando que quedaban minutos para que la sevillanísima embajada de Roma en la capital hispalense tomara las calles de la ciudad.
La visita de la Reina Sofía a las hermandades de la noche más mágica de Sevilla –entre otras– atrajo los focos desde primera hora de la tarde. Se cumplían diez años de la visita de su hijo, el Rey Felipe VI, a la Semana Santa el Lunes Santo de 2015, y la presencia de Su Majestad volvió a generar una gran expectación. Su hoja de ruta no dejó lugar para el descanso. Había contemplado en el santuario de los Gitanos los pasos del Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias, y lo mismo un rato más tarde en la capilla de los Marineros con el Cristo de las Tres Caídas y la Esperanza de Triana.

Pero no se podía perder a la Macarena bajo ningún concepto. Y allí se plantó instantes antes de la salida del Señor de la Sentencia, en el atrio de la basílica, acompañada del alcalde de Sevilla, José Luis Sanz; la consejera de Cultura y Turismo de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo; y el propio hermano mayor, José Antonio Fernández Cabrero. El alcalde se mostró convencido de lo agradada que había quedado la Reina con su visita: «Creo que se va a ir pensando lo que pensamos todos los sevillanos: que tenemos la mejor Semana Santa del mundo», aseveró aun a riesgo de parecer ombliguista. Lo cierto es que doña Sofía no quitaba ojo de todo lo que le explicaban ni de lo que iba ocurriendo pese a los numerosos estímulos visuales y sonoros. De esta Madrugada sale macarena o, al menos, cofrade.
Madrugá macarena
En la primera levantá del paso de misterio fuera del templo se pidió que nunca faltara la esperanza, esa que muchos tienen perdida incluso en la propia Semana Santa. La segunda, por la Virgen de la Esperanza, a la que aún le quedaba más de una hora para salir. El nutrido grupo de monaguillos que precedían las andas del Señor mostraban un amplio abanico de emociones: desde la alegría desbordada hasta el llanto más profundo al ver a su Cristo alcanzar de costero a costero la Resolana. Tras él, una voluminosa masa de cascos y plumas que se fue alejando en busca de la plaza de la Campana.
Tramos y tramos de nazarenos iban saliendo en fila de tres hasta dar paso pasadas las dos de la madrugada al palio de la Esperanza Macarena, que salió produciendo un estallido de gozo en la ciudad. Previamente, la Reina Sofía, que recibió incluso pines de los armaos, había tocado el martillo antes de irse rumbo al inicio de la carrera oficial. Sonaron 'Coronación de la Macarena' y 'Esperanza Macarena' y un terremoto de emociones y palmas sacudió Sevilla. Por la paz en el mundo, por el Señor de la Sentencia y por el barrio de la Macarena se dedicaron las primeras levantás del recorrido.
El incidente de la calle Relator
Bastaba fijarse en los vidriosos ojos y las amplias sonrisas de los fieles apostados en la plaza de la Esperanza Macarena y a lo largo y ancho de la Resolana para saber, sin necesidad de ver el paso, que lo que estaba ocurriendo era algo muy grande. Ni siquiera el conato de carrera generado por la explosión de un transformador en la calle Relator cuando estaba llegando el paso de palio a Feria pudo con las ganas desbordadas que había de ver a la Virgen. Nuevos vivas y aplausos apaciguaron los ánimos mientras la Madrugada seguía su curso. El incidente, que dejó un herido leve, sí que afectó al regreso de la cofradía, obligando a la misma a abandonar sus emblemáticas calles Relator, Parras y Escoberos para llegar al Arco directamente por Feria y Resolana.

En la Campana, el cortejo del Gran Poder comenzaba a adueñarse del corazón de la ciudad mientras doña Sofía ya contemplaba su desfilar desde el palquillo de autoridades. Visiblemente impactada por la majestuosidad del Señor de Sevilla, la Reina recibió una sonora ovación cuando abandonó la plaza después de que pasara la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso y la hermandad de la Macarena pidiera la venia.
La gran cantidad de gente que salió a ver las cofradías fue otra de las notas más significativas de la noche. Como prueba de ello, las aglomeraciones, en algunos casos con acampadas incluidas, en entornos como el de la puerta de Triana esperando a la llegada del Cristo de las Tres Caídas. El paso, que recreaba una estética antigua recuperada en el Santo Entierro Grande de 2023 con plumas rojas en el casco del centurión romano a modo de cepillo, salió del puente a un ritmo alto, intentando ganar terreno para que el día se mantuviese en hora. Tanto es así que el capataz llegó a pedir a los hermanos que estaban encendiendo las velas del paso que se bajaran, «¡que nos tenemos que ir!». No fue esto incompatible con la característica forma de andar del misterio, que ofreció en Reyes Católicos un recital de pasos atrás al son de las marchas de la banda de las Tres Caídas, cuyos ecos a la altura de la confluencia con Zaragoza llegaban con nitidez hasta la parroquia de la Magdalena.
Desde allí comenzó a salir a las cuatro en punto la cofradía del Calvario, sin apreturas ni tapones, casi sin querer llamar la atención ni hacer el más mínimo ruido. La hermandad puso toda su comitiva al completo en las calles San Pablo y Murillo en media hora. El callado público se conmovió cuando bajo el dintel del templo apareció el crucificado de Ocampo iluminado solamente por los cuatro hachones de su paso, y se deleitó con los bordados del palio de la Virgen de Presentación, un excelente conjunto obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda que ha restaurado este año Cyrta.
El cruce de la Esperanza de Triana y el Gran Poder
La Madrugada es una noche de contrastes. Mientras el paso de palio del Calvario aún no se había adentrado en la calle Murillo, ya venía el de la Esperanza de Triana por Reyes Católicos barriendo balcones y cosechando aplausos en cada chicotá. La Virgen de la Esperanza lucía arrebatadora en su paso con el manto de Borrero por primera vez en la calle desde que se pasó a terciopelo de color buganvilla, como una flor más del jardín del edén trianero del que procede. Desde luego, flores no le faltaron, puesto que, antes de afrontar la entrada en Zaragoza, tuvieron que subir al paso a quitarle el peso ganado por las copiosas petaladas de la calle Pureza. Sonó 'Pureza marinera' y 'Mi Amargura' para que el paso dejara expedito el cruce de la puerta de Triana al Gran Poder, que acusaba un importante parón, de forma que la cofradía de San Lorenzo pudiera seguir su recorrido desde Santas Patronas hasta Gravina.

No hay silencio de mayor hondura en Sevilla que el que se guarda cuando se está en presencia del Señor. Apenas habían asomado desde el Arenal los ciriales que antecedían a las andas más antiguas de la Semana Santa hispalense, todo el mundo enmudeció hasta que el racheo de la zancada imposible de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder se perdió en busca del entorno del Museo. Unos pocos se quedaron a esperar a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, ataviada de forma magistral por Joaquín Gómez, que los recompensó con sus levantás imposibles y la cercanía de las devociones más íntimas.
Aunque entró escrupulosamente a su hora, la hermandad del Silencio también experimentó parones y tuvo que comprimirse para volver a su templo a la altura de Daoiz esperando a que el cortejo de la Macarena terminara de recorrer Trajano. Los primitivos nazarenos de Sevilla, engrasados con la precisión de un reloj suizo, llevaban tal ritmo que uno de los monaguillos de la cruz de guía se había puesto la cara perdida de cera morada. Pese a todo, la catedral andante del palio de la Virgen de la Concepción entró en San Antonio Abad a las seis de la mañana.
Los Gitanos paga el retraso acumulado
Una vez finalizada su estación de penitencia, los hermanos de Jesús Nazareno comenzaban su regreso a casa por el camino más corto mientras los primeros tramos de los Gitanos ya ocupaban la plaza del Duque antes de pedir la venia con cincuenta minutos de retraso. Por Orfila venía el Señor de la Salud prácticamente sin poder avanzar. Esta vez iba sin túnica bordada, pero «repartiendo fe cristiana», como rezaba la saeta que le cantaron en la puerta de los Panaderos. Poco a poco, con ese andar pausado y esa cadencia inconfundible de su cuadrilla que hace que el pescador de hombres gubiado por Fernández-Andes parezca que va caminando sobre la gente, sólo el acompañamiento musical ponía la nota discordante.
Una discordia que no podía encontrarse por ningún lado en el caso de la Virgen de las Angustias, bellísima con su manto azul pavo y la mantilla blanca. El cada vez mayor retraso acumulado de la jornada –esta vez alcanzó la hora en total– provocó que estuviera mucho tiempo parada a la altura de Laraña y que el paso de palio que pone el broche de oro a la Madrugada llegase a la Campana a plena luz del día. No parece que vaya a encontrarse a corto plazo una solución en lo respectivo a la configuración y el reparto de tiempo, pero urge al menos trabajar para buscarla.
Las hermandades del día
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El Silencio: cumplió sus horarios a rajatabla pese a tener que esperar a que la Macarena liberase la calle Trajano.
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El Gran Poder: fue contemplada por la Reina Sofía en la Campana y después tuvo que esperar a que la Esperanza de Triana se metiera en Zaragoza para cruzar a Gravina.
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La Macarena: recibió la visita de doña Sofía en la salida de la basilica y vivió un pequeño susto con el incidente de la calle Relator, que provocó que no pudiese regresar por su icónica calle Parras.
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El Calvario: cumplió con normalidad su estación de penitencia luciendo la restauración de los bordados del palio.
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La Esperanza de Triana: tuvo que comprimirse de forma importante para dejar pasar al Gran Poder pese al rodeo que ahora hace por Zaragoza y la plaza Nueva.
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Los Gitanos: volvió a acumular todo el retraso de la jornada, cercano a la hora, y entró en carrera oficial ya de día en la mañana del Viernes Santo.
Está claro que cada año está más encorsetada debido al exponencial crecimiento de los cortejos con el mismo marco horario, y cualquier día va a explotar. No obstante, no cabe duda de que Sevilla abraza de una forma especial a su Madrugada. Después de un año en blanco, no había récords de nazarenos, deflagraciones de transformadores eléctricos ni aterradores aniversarios que pudieran disuadir tanto a locales como a foráneos de echarse a las calles. Que se lo digan si no a la Reina Sofía, que seguro que vuelve a Madrid pensando en la cofradía en la que sacará la papeleta de sitio—otra papeleta más— el próximo Viernes Santo.
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