José 'el Triana', de la Vega a Las Letanías: «Con doce años, me iba a ver a la Esperanza y no aparecía en casa hasta que se recogía»
Criado en un corral de vecinos trianero, tuvo que marcharse al Polígono Sur, donde todo el mundo lo conoce por las historias que cuenta con cariño sobre el viejo arrabal
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Iniciar sesiónQue la Esperanza de Triana vuelva a pasar por la puerta de tu casa más de medio siglo después de que tuvieras que irte del barrio para no volver es motivo de una alegría superlativa. Así lo sienten muchos vecinos del Polígono Sur , ... los de los corrales, que fueron obligados a mudarse del viejo arrabal a esta humilde zona periférica de Sevilla durante el desarrollismo. Ellos son quienes han acogido con mayor emoción la visita de la Virgen, a la que vuelven a tener junto a sus hogares durante estos días. Entre estos trianeros en la diáspora hay historias tan especiales como la de José García, más conocido como 'el Triana'.
Este sevillano nació en Fregenal de la Sierra, pero llegó a Triana con sólo dos años. Ahora, que cuenta 77, es significativo que el apodo por el que lo conoce todo el mundo sea el nombre del viejo arrabal. Dice mucho de la identificación que mantiene con él pese a no vivir allí desde que era un chaval, ya que tuvo que marcharse con veinte años. Así lo señala con orgullo el propio José en una conversación mantenida con ABC en uno de los epicentros de la vida social de Las Letanías, el bar de la asociación de vecinos La Solidaridad, justó detrás de la parroquia en la que esta semana recibe culto la Virgen de la Esperanza.
«Me he criado en Triana, en unas casitas muy humildes. Hasta los catorce años estuve allí pasando muchas calamidades», recuerda este antiguo vecino que nació y creció en los corrales de la Vega de Triana, arrasados continuamente por las inundaciones del Guadalquivir: «Cada vez que subía el río, las casitas las enterraba el agua. Cuando se iba, teníamos que meter en casa las candelas para que se secasen las paredes». Una vida humilde y llena de penurias que, sin embargo, José evoca con cierta añoranza de tiempos que no volverán: «En aquella época no ibas a ver nunca un mendrugo de pan o un trozo de fruta tirado por el paseo de la O o la calle Betis. Con el hambre que había, le hacíamos fiesta a todo».
«Cuando subía el río, las casitas las enterraba el agua. Después teníamos que encender candelas para que se secasen las paredes»
José García 'el Triana'
Trianero en Las Letanías
Como le ocurrió a él, muchos otros vecinos del barrio, varios miles de familias trianeras, se vieron desplazados de sus hogares y reubicados en otros puntos de nueva creación a las afueras de la capital hispalense. El Polígono Sur fue uno de los destinos que más se llenaron tras el desalojo: «Aquí hay muchos trianeros, muchos. Repartidos por todas las barriadas del Polígono Sur y también por otras zonas como los Pajaritos o el Polígono San Pablo», asegura 'el Triana'.
Después de décadas viviendo y conviviendo en el barrio, José es todo un personaje emblemático de Las Letanías, querido y respetado. Su carácter afable y sus historias de juventud acerca del barrio que lo vio nacer y crecer son reconocidos en el bar al que suele acudir a desayunar con familiares y amigos: «De todos los que hay aquí de Triana, hay un gitano que se lleva todo el día hablando de Triana. Lo vemos venir y decimos: 'Ahí viene el Triana'. Es una pasada, podéis llevaros con él un día entero», comenta María Teresa Campos, una de las trabajadoras del establecimiento, señalando a José mientras se sienta con su mujer y su hija.
La calle Pureza, en Las Letanías
El barrio está revolucionado por tener durante estos días a la Virgen de la Esperanza. 'El Triana' está pletórico: «Es una alegría grandísima. Está la gente muy emocionada, muchos no se lo creían. Tenemos aquí a la reina de Triana. Hay dos reinas, una es la de Sevilla y otra la de Triana. Cada uno tiene la suya».
El reencuentro es más especial si cabe después de tantos años siendo él quien iba a verla en su capilla y quien la acompañaba durante toda la Madrugada: «Yo recuerdo que, con doce o trece años, me iba a las diez y media de la noche a coger sitio para ver salir a la Esperanza de Triana, y no aparecía en mi casa hasta que se recogía. La calle Pureza se ponía, y se pone ahora más todavía, que no cabe ni un alfiler para ver al Cristo de las Tres Caídas y a la Virgen de la Esperanza, madre mía».
Durante estos días, Las Letanías se convierte en una efímera calle Pureza del extrarradio en la que conviven realidades tan diferentes como los entusiastas jóvenes descendientes de trianeros que nunca han vivido en el barrio, emocionadas personas mayores procedentes del viejo arrabal que ya no pueden salir de sus casas al no disponer de ascensor e incluso quienes no tienen donde vivir y habitualmente duermen en el suelo frente a la parroquia. José pide para todos ellos que la Virgen les deje «paz, salud y esperanza, que es lo principal».
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