pregonero de la semana santa de sevilla de 2025
José Joaquín León: «Al escribir el pregón me he dado cuenta de lo difícil que es resumir la Semana Santa en sólo 75 minutos»
Comenzó a escribir de cofradías en 1984 en ABC. Es el cuarto periodista en los últimos siete años que llega al Maestranza
Hermano de San Isidoro, El Silencio y la Soledad de San Lorenzo, «por ese orden», a José Joaquín León (Cádiz, 1955) le llega la encomienda de pregonar la Semana Santa «en un buen momento»
Prefiere «vida de hermandad» antes que extraordinarias y anuncia un texto «periodístico» y «con mensaje»

-Juan Miguel Vega el año pasado, ahora usted, y anteriormente, y sólo en lo que va de siglo, Herrera, Burgos, García Reyes, Padilla… Los periodistas están colonizando el atril del Maestranza…
-Colonizando no sé pero es verdad que desde 2017 creo que ha ... habido siete pregoneros y cuatro de ellos han sido periodistas. Alberto García Reyes en 2017, Charo Padilla en el 2019, Juan Miguel Vega el año pasado y ahora yo. Yo creo que eso es significativo para la profesión, pero no creo que sea una tendencia. Ha sido así quizás por las características personales de todos ellos, porque aparte de ser periodistas son también cofrades.
-Usted ya fue pregonero de la Semana Santa de Cádiz en 1990. ¿Qué recuerda de aquella experiencia? ¿Extrajo alguna enseñanza que pueda aplicar ahora?
-Bueno, han pasado ya desde entonces más de 34 años. Da la casualidad que yo entonces tenía precisamente 34 años. Lo que sí es verdad es que la experiencia que me pudo dar es de otro de otro tiempo y de otra ciudad, de otra Semana Santa. Yo creo que el pregón mío de 2025 no tiene nada que ver con aquel que di en Cádiz, ni por el momento en que fue ni por las vivencias que yo tengo ahora de la Semana Santa de Sevilla.
-Han pasado 27 años de la primera vez que su nombre sonó en las quinielas para el pregón. ¿Le llega en el mejor momento?
-En 1998 ya se rumoreó algo y, posteriormente, en algunas otras ocasiones también. He tenido como si dijésemos dos o tres momentos en los que al parecer había posibilidades, pero no cuajaron. En los últimos años no sabía tampoco si se me iba a pasar el arroz, como se suele decir. Tampoco quería ser un pregonero demasiado veterano, porque yo siempre comento, así como norma general, que el pregonero de la Semana Santa debe tener entre 40 y 70 años. Y si queremos ampliar esa horquilla, de 35 a 75. Pero creo que un pregonero muy joven o un pregonero muy viejo, entre comillas lo de viejo, está en unas condiciones que quizás no sean las mejores. Sinceramente, creo que este pregón me llega en un buen momento, no sé si el mejor. El pregón que voy a dar en 2025 es también diferente del que hubiera dado en 1998. Y yo creo que va a ser mejor.
-¿Cumplirá con el compromiso, tal como anunció, de hacer un pregón de hora y cuarto?
-Va a ser muy difícil. La verdad es que eso lo dije antes de empezar a escribir el pregón. Cuando me puse a ello me di cuenta de que es muy difícil resumir la Semana Santa en 75 minutos. Realmente resumir la Semana Santa en un pregón es una utopía, esto ya lo dijeron tanto Antonio Rodríguez Buzón como Joaquín Romero Murube. Lanzar, como así quiero, una serie de mensajes y tener un cierto nivel de compromiso con el pregón, hace que eso sea muy difícil, pero tampoco quiero que sea un pregón largo.
-¿Las 70 cofradías de penitencia estarán reflejadas en su pregón?
-Estarán mencionadas las 70. Ese es otro de los de los grandes problemas que se encuentra el pregonero, porque pensemos que si solamente le dedicamos un minuto a cada una de las 70 pues ya serían 70 minutos. Creo que todas las hermandades se merecen estar presentes en el pregón.
-Dígame qué tres elementos no pueden faltar en un buen pregón de Semana Santa.
-Yo creo que el pregón sobre todo debe de ser la vivencia de la Semana Santa de un cofrade o de la persona que haya sido designada pregonero. Si hay un elemento fundamental, ese debe ser el sentimiento y la vivencia y también el compromiso. Esos serían los tres elementos.
-En su pregón habrá prosa, habrá verso, pero también espacio para la reflexión.
-Desde el punto de vista formal, va a tener prosa y va a tener verso. Va a tener verso tanto rimado como sin rimar. Yo creo que el pregón debe dar también un mensaje. Habrá una serie de mensajes que yo quiero también transmitir y creo que el pregón se adapta a eso. El pregón se puede enfocar de dos maneras: o dar una serie de visiones de la Semana Santa que no tengan relación entre ellas, que puedan ser elementos dispersos de la Semana Santa, o la otra opción que es dar algo que digamos que tenga una visión más de conjunto. Yo creo que he optado más por esta segunda, por dar una visión más de conjunto de la Semana Santa, de modo que el principio y el final del pregón pues están también de alguna manera enlazados.
-Dicen que lo más difícil de un pregón es encontrar un buen hilo argumental que dé continuidad al texto. ¿Le ha costado encontrarlo?
-Yo creo que la Semana Santa de Sevilla refleja la vida de la ciudad y la vida del cofrade y también esa Semana Santa al mismo tiempo está de alguna manera vinculada a algo de trasfondo que es esencial que es nuestro compromiso como cristiano. Ese, digamos, sería el núcleo esencial del pregón.
-¿En qué estilo encuadraría su pregón? Póngale un apellido.
-Bueno pues yo creo que mi pregón, si lo comparamos con los últimos que ha habido, va a ser distinto. No digo mejor ni peor, sino diferente en el sentido de que es un pregón que yo considero que es muy mío, muy personal. Entonces pues el estilo que tiene es el mío. No lo digo en plan presuntuoso de ser mejor ni peor, sino que creo que es un pregón bastante personal y respetando, eso sí, el estilo clásico del pregón. El pregón es periodístico y es cofrade también. Es periodístico en el sentido que toca temas que son de actualidad. Pero tampoco es un pregón de polémica. Soy consciente de que de lo que hay que hablar es de la Semana Santa, no se trata de hacer un artículo de opinión en el pregón, sino de, como decía antes, lanzar algunos mensajes, algunas pinceladas de determinados temas que puedan ser de actualidad, pero sin tampoco convertir el pregón en un artículo.
-¿Respetará el formato más clásico del pregón o tenemos que estar atentos a alguna innovación?
-Bueno el formato del pregón es bastante clásico, pero es posible que haya dos elementos, digamos formales, que llamen un poco la atención, pero son puntuales y esporádicos. El formato general del pregón sí es clásico.
-Dígame tres pregones que le hayan dejado huella y por qué.
-Ha habido pregones muy buenos y elegir es complicado. Si nos fijamos en pregones poéticos, con mucha poesía, yo citaría el de Antonio Rodríguez Buzón, que es digamos el modelo de pregón poético, y el de Joaquín Caro Romero. Hubo en otro momento pregones de tesis, que ahora ya han caído en desuso porque tampoco es el momento actual el más indicado, como pudo ser en su día el de José María Cirarda. Yo creo que todos los pregoneros, y sobe todos en los últimos años, han hecho un gran esfuerzo por dar el pregón desde un punto de vista personal y ese es el consejo que siempre se debe dar para el pregón: que represente lo que piensa cada uno y, en ese sentido, yo creo que con este pregón sí me siento representado.
-Usted conoce el paño mejor que nadie. ¿Teme el colmillito de la prensa morada al día siguiente del pregón o las crónicas son hoy demasiado benevolentes?
-Bueno, ya eso depende del cronista. Yo creo que en general y hasta ahora me siento muy contento con el tratamiento que he recibido, tanto de la prensa como de los cofrades como de la ciudad, entonces no tengo ningún tipo de reservas a priori.
-¿Qué le han aportado las hermandades a la vida de José Joaquín León?
-Pues me han aportado una forma de ver la vida, una forma de tener creencias y también me han hecho diferente. Yo estoy convencido de que si no hubiera conocido la Semana Santa de Sevilla, de que si no hubiera pertenecido a hermandades, pues sería otra persona distinta. Mi compromiso cristiano yo lo he vivido a través de las hermandades y gracias a las hermandades.
-Es hermano de tres hermandades. Primero se apuntó a San Isidoro, luego recalaría en la nómina del Silencio y, paradójicamente, donde tiene menos antigüedad es en la Soledad de San Lorenzo.
-Bueno, todo tiene su historia. En San Isidoro porque cuando empecé a vivir en Sevilla en el año 1978 vivía en un piso justo frente a la iglesia, en la calle San Isidoro, y entonces por cercanía y porque me gustaba también el estilo de la hermandad decidí apuntarme. En el Silencio pues por devoción también a Jesús Nazareno y a la Virgen de la Concepción y también porque me gustaba el estilo de la cofradía en la calle, y luego también eso se vio consolidado por la amistad con algunos cofrades que eran de la hermandad del Silencio. Y a la Soledad también llegué primero porque sentía que la Virgen me atraía mucho, como que me llamaba, y luego también por ese aspecto que decía que muchos de mis amigos cofrades pertenecían a la Soledad de San Lorenzo. Es curioso porque es la última a la que llegué y sin embargo ahora es la que ,digamos, vivo más profundamente. Yo siempre digo que he sentido en mi vida que la Virgen me atraía y me llevaba a San Lorenzo. Los caminos de mi vida me llevaron a San Lorenzo.
-Un día la calificaron como «la fe del carbonero». ¿Cree usted que la Iglesia oficial está redescubriendo los valores de la piedad popular y la riqueza espiritual de las hermandades?
-Estoy totalmente convencido y además eso quedó muy claro en el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. El señor arzobispo, don José Ángel Saiz, también lo repite a menudo: ya no se puede hablar de la fe del carbonero. Ni ahora ni antes tampoco, porque en las hermandades hay pues profesionales del Derecho, de la Medicina, catedráticos de Universidad, hay una cofradía de la Universidad, en fin que en las hermandades hay de todo. Esa es la fuerza de las hermandades, que son interclasistas y, al mismo tiempo, no hay categorías profesionales, sino que abarca desde personas que son o que pertenecen a la alta sociedad, a trabajadores modestos, parados y todos los segmentos de la sociedad.
-¿No cree que la Iglesia ha descubierto esta riqueza demasiado tarde? Hay una frase emblemática del nuncio vaticano en el Congreso que aún retumba en los oídos de los cofrades: «La Iglesia les necesita».
-La Iglesia está en un momento muy difícil, en el que lucha contra la secularización, en el que se encuentra una sociedad que a veces se pronuncia en contra de la religión o simplemente la ignora y, sin embargo en Sevilla, donde las cofradías tienen mucha fuerza, eso no existe. Aquí la religiosidad popular ha servido de muralla de contención de esa ola de ateísmo y eso es lo que se está valorando por parte también de la jerarquía e incluso en el Vaticano.
-La Semana Santa ha evolucionado a lo largo de los siglos. ¿En qué momento se encuentra la fiesta, con sus luces y con sus sombras?
-Yo creo que está en un buen momento. Yo he conocido la Semana Santa y he visto cofradías en la calle desde los años 70. Y claro, antes había menos público, se veían mejor las cofradías, pero también había menos participación. Entonces es verdad que ahora es más incómodo, que hay aspectos que quizás nos puedan chocar, pero esa lucha entre lo que digamos que pertenece al mundo del espectáculo y al mundo de la religión ha existido de siempre. Si leemos artículos y textos del siglo XIX o de principios del siglo XX veremos que ese debate ya existía. Yo creo que en el siglo XXI, en una sociedad como la que tenemos muy secularizada, las hermandades y cofradías son más necesarias que nunca. Y prestan una labor que, como decíamos antes, es impagable para la Iglesia.
-¿Y no cree que nunca como ahora la Semana Santa ha corrido más riesgo de perder su esencia religiosa para convertirse en un mero espectáculo folklórico?
-Bueno, eso se decía antes también. Pensemos en esos tiempos en que los nazarenos de algunas cofradías se iban masivamente a las tabernas. ¿Qué diríamos hoy si viéramos eso en la calle? Diríamos que se está perdiendo el espíritu religioso también. Yo creo que cada momento tiene sus luces y sus sombras y también creo que en la Semana Santa un componente importante es la nostalgia. Todos tenemos una Semana Santa grabada en la memoria que generalmente es la de nuestra juventud, porque era el tiempo en el que éramos jóvenes y quizá pues nos encontramos con algo que era diferente y que nos maravilló, nos cautivó. Pero yo creo que, aun reconociendo que hay cosas mejorables, el momento general de la Semana Santa es bueno.
-Hay voces que propugnan que Sevilla ha perdido el sentido de la medida y que hay abusos de salidas extraordinarias. ¿Usted comparte esta teoría?
-Yo siempre digo que a los cofrades les parece que hay muchas procesiones extraordinarias cuando no sale la suya. Está muy bien que salga la mía pero las demás abusan. Yo creo que eso hay que limitarlo y me parece que es verdad que en algunos casos se ha podido abusar. Creo que hay que encontrar un punto de equilibrio.
-Como periodista, ¿qué noticia le gustaría contar algún día de nuestra Semana Santa?
-Pues yo creo que la Semana Santa hay que contarla todos los años como es y en eso consiste su grandeza. No hay que inventar nada excepcional. La grandeza de la Semana Santa está precisamente en lo que ahora se considera ordinario. A mí personalmente me gustan más las procesiones de Semana Santa de todos los años que las extraordinarias y diría que hay un elemento importante que a veces nos olvidamos y es que en la Semana Santa salimos de nazarenos y en las procesiones extraordinarias no hay nazarenos. Lo realmente extraordinario, lo que nos debería de de llamar más la atención y en lo que nos deberíamos de centrar es en la vida de hermandad de todo el año que culmina con la estación de penitencia. Yo creo que no necesitamos grandes inventos sino mantener lo que tenemos.
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