La Esperanza de Triana cose las Tres Mil a Sevilla
Un traslado de más de tres horas hace presente la piedad popular en el Polígono Sur
La parroquia de Jesús Obrero se viste de gala para recibir a la Esperanza de Triana
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Iniciar sesiónHubo cohetes (primero, discretos pero luego, a discreción) y campanillas musicales. Hubo emoción a ras de suelo y guirnaldas de flores de papel por los cielos. Hubo pancartas y súplicas. Saetas y rezos. Gritos y vítores como en la calle Pureza un Viernes Santo por ... la mañana. Y empujones, bulla enorme ante las andas de la Esperanza de Triana que recorrió en casi tres horas y media el kilómetro y medio que separa las parroquias de San Pío X en las Letanías y Jesús Obrero en las Tres Mil Viviendas.
La misión popular de la Esperanza proseguirá esta semana en el templo parroquial de esta feligresía, regida por los salesianos, hasta que el sábado parta de allí para volver a la calle Pureza. El de ayer fue un traslado para la memoria.
Al estilo trianero, dejándose ir, meciendo a su Virgen al compás de la música, ejecutando pasos costaleriles ‘made in Triana’ e incluso andando hacia atrás. como si no quisiera irse del todo. Quizá sea eso, que la Esperanza no quiere abandonar aquellos barrios sino demorarse en el camino. Para suturar con hilvanes muy juntitos los enormes costurones por los que las heridas del Polígono Sur supuraron desde hace ya medio siglo.
Lo mejor, el pueblo
Eso fue lo mejor, sin duda. La piedad popular cosió una nueva relación de Sevilla con su barrio más castigado porque miles de personas acudieron a la llamada del traslado de la Esperanza en su misión evangelizadora. Fue como una transfusión de sangre popular que hiciera revivir aquel miembro tumefacto.
La hermandad había hecho un esfuerzo indecible para cuidar cada detalle de esta ‘Misión de amor, camino de esperanza’, como marcaban las pancartas colgadas de las fachadas en ambas parroquias.
Todo se había dispuesto para un recorrido triunfal, como así fue desde que a las 9.10 se abrieron las puertas de San Pío X. El millar largo de devotos y fieles (reconocibles porque seguían el canto de la ‘Salve marinera’ de Triana) de primera hora fue engrosando hasta la multitud de varios miles concentrados en la glorieta de Orfebre Cayetano González a las 12.30, cuando la Virgen buscaba entrar en la parroquia salesiana a los sones de ‘Campanilleros’.
Después, la entrada se demoró más de la cuenta porque hubo que prescindir de las andas para montar a la imagen en un artilugio rodante sobre el que atravesó el cancel de la parroquia para salvar el obstáculo que representan los escalones del templo. Lo hizo vuelta al pueblo, para que vecinos y recién llegados contemplaran su cara hermoseada por los rayos del sol de mediodía.
A primera hora, el sol de la amanecida bruñía el hilo de oro de los bordados de ese majestuoso manto que ha estrenado para la ocasión. Con ese hilo dorado invisible fue pespunteando la Esperanza para zurcir –Dios lo quiera– una nueva relación de la ciudad con aquellos barrios del Polígono Sur, libre de prejuicios y apriorismos negativos, como sucedió con los Tres Barrios durante la misión del Señor del Gran Poder. Quizá el recorrido se asemejó más al del Cachorro en Roma, con toda la emoción y la fuerza que desprendía la imagen y su círculo más inmediato y una cierta lejanía de los espectadores. Quizá porque la bulla que se formó delante de las andas impedía acercarse. Los ciriales se llevaron lo suyo y es de suponer que algún empellón le llegaría también a la presidencia, en la que iba el arzobispo, flanqueado por el hermano mayor y los párrocos de San Pío X y Santa Ana.
El traslado fue vibrante por momentos. Pero porque el paso de la Virgen era capaz de derribar barreras y tender puentes. Tras los cristales o con las persianas a medio levantar se adivinaban rostros y manos que no terminaban de asomarse del todo. Desgraciadamente, los vecinos han interiorizado que es mejor no ser testigos de lo que ocurre en la calle. Sólo que esta vez era un acontecimiento gozoso el que había inundado con una riada humana los barrios de las Letanías y Murillo. Pero este cronista echó de menos calor humano, ventanas abarrotadas y curiosos asomados en vez de tantos balcones cerrados.
Una pareja de bomberos del cercano parque alfombró el paso de las andas en la calle Reina de los Ángeles al poco de la salida, pero hasta ese gesto quedó demasiado sofisticado, algo envarado.
La piedad popular es capaz de tocar los corazones por su espontaneidad, su patetismo (por dramático, vivencial) y el estupor que causa en quien lo contempla y ya no puede quedar inmune. Los piropos de una señora mayor con el pelo desteñido de quien no puede permitirse repasarse las raíces del cabello tenían verdad dentro. Aplaudía con el entusiasmo que da la gratitud y con voz ronca de muchas madrugadas pedía a alguien que gritara por ella.
Desde luego que había quien lo hacía. Incluso en exceso. Pero el agradecimiento espontáneo que surgía de los labios de los vecinos del barrio era auténtico. Y los piropos a la Virgen morena que se paseaba por aquel barrio tan necesitado.
La primera vez de muchos sevillanos
La mañana de traslado sirvió para que muchos sevillanos de otras partes de la ciudad pasearan por primera vez por las Tres Mil y conocieran las carencias en equipamiento urbano, los desperfectos en la vía pública y la degradación de espacios comunes que hace mucho que ninguna institución cuida. Al menos, las cuadrillas de Lipasam se habían empleado a fondo en las jornadas previas como reconocían los vecinos de la zona.
La Esperanza de Triana ha hecho lo que le correspondía con el mimo que las hermandades sevillanas suelen poner en cuanto hacen. Aplicando sutura espiritual como bálsamo para las heridas del alma que tantos llevan en aquella zona.
Desde hoy, la Esperanza trianera es «reina y madre de las Tres Mil» como rezaba una pancarta en celeste inmaculista en la frontera entre barrios del Polígono Sur. Ahora, habrá que ver si el otro lema que habían colgado en uno de los bloques de los comerciales de la calle Luis Ortiz Muñoz se hace finalmente realidad: «El polígono Sur con su esperanza».
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