Entrevirales del Jueves Santo
«Ábranse las puertas de los Terceros 121 años después»
El recorrido de las Cigarreras fue la gran novedad de un Jueves Santo pleno y perfecto en el que el único lunar fueron los 40 minutos de retraso
Sevilla
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Han pasado 121 años de la última vez que se abrían las puertas de los Terceros para ver salir de allí a la cofradía de las Cigarreras. Ayer, durante el fervorín, el hermano mayor pronunció esas palabras para comenzar una insólita estación de penitencia que ... dejó otro reencuentro con la sede histórica de la primera fábrica de tabacos. Todo fue nuevo y a la vez antiguo. Todo fue hermoso y perfecto.
Jueves Santo
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La banda de los Caballos. La cofradía es un prodigio. Todo es bueno en Santa Catalina, con un misterio insuperable y un palio que es una joya del bordado. Es difícil encontrar una cofradía más completa, pero en la Exaltación llevaban tiempo en busca de una banda que estuviese a la altura de uno de los mejores pasos de la Semana Santa. Ya podemos decir que la hermandad ha dado con la tecla y ha contratado probablemente a la de mayor nivel actualmente: el Rosario de Cádiz.
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Exornos florales. Llamó la atención como siempre la originalidad del monte del Cristo de la Fundación de los Negritos y de las jarras, hasta con flores azules, del palio de los Ángeles. Javier Grado tiene aquí su campo de inspiración. Ayer, los misterios de la Exaltación y de la Oración en el Huerto también causaron sensación. En el día del clasicismo también hubo sitio para la innovación.
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La broma de los negritos. Ocurrió en la Plaza Nueva. Ayer se notó la presencia masiva de turistas extranjeros. Pasaban con sus trolley creándose un pasillo entre la bulla que a algunos les causaba molestias. No fue el caso de la cuadrilla de la Virgen de los Ángeles, que esperaba al relevo del Banco de España cuando pasaron dos negritos con traje de chaqueta. Ellos preguntaron por la Semana Santa y los costaleros les explicaron entre carcajadas que ellos eran precisamente de la hermandad de los Negritos. Entraron al trapo los foráneos y uno acabó sacando el carnet del Betis. Se había hecho socio. Hubo quien pensó en traerle dos solicitudes de hermano.
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El cielo naranja de las nueve. Llegaba el imponente misterio de la Quinta Angustia a la Campana con ese cimbreo barroco que impresionó a la Reina Sofía en el interior de la Magdalena. El cielo estaba anaranjado, con el sol vencido por el poniente de Alfonso XII para terminar de sublimar la escena al tenebrismo que ideó Roldán. Es como si Valdés Leal hubiera pintado las nubes para enmarcar el cuadro del Descendimiento de la Semana Santa.
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Ovación en los palcos. La Plaza ha sido siempre el lugar donde se reúne la Sevilla clásica, donde se forman tertulias. Y nunca, o casi nunca, se aplaude. Quizá por eso los pasos pasan por la recta principal con la mayor solemnidad y algunos, incluso, a tambor, sin hacer más aprecio. No es el caso de Montesión, cuyo misterio pasó con su sello habitual engarzando marchas con todo el repertorio de movimientos. No hubo saludos del público, pero sí reconocimiento en privado. Pero cuando se marchó la Virgen tras la interpretación de Campanilleros, dándole cintura a los rosarios de los varales con el cascabeleo de la Cruz Roja, hubo un aplauso casi generalizado. Como un agradecimiento a la hermandad por tener esta pedazo de cofradía.
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Un ojo en Polonia. Ayer media ciudad tenía un ojo en las cofradías y el otro en Bialystok. Los móviles y los pinganillos estaban ayer siguiendo el partido histórico que condujo al Betis a unas semifinales europeas. Terminó el encuentro a la hora a la que bajaba la rampa el Señor de Pasión. Decenas de personas levantaban la mirada de sus móviles para ver el prodigio.
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Los Jardines de un tirón. Que el recorrido de regreso de las Cigarreras iba a ser un maratón se sabía desde que se anunció. La cofradía, que fue recibida por los Estudiantes de forma excepcional a las puertas del Rectorado, aligeró el ritmo de paso hasta el punto de que el palio de la Virgen de la Victoria recorrió la mitad de los Jardines de Murillo de una chicotá a tambor. Hubo quien predijo que, a esa velocidad, las Cigarreras cogía a los Caballos antes de llegar a Santa Catalina.
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El olor del Valle. Se marchó hace ya dos años pero el recuerdo de Palomino sigue impregnado en la cofradía del Valle. Los ramos bicónicos de claveles rosas que ideó perduran en el palio, como ese perfume tan característico que distingue a esta cofradía del resto. El Valle es un placer para los sentidos porque, ver alejarse a la Virgen a los sones de Gómez Zarzuela con la Giralda al fondo es la confirmación de que hemos vuelto a Sevilla en primavera.
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Más de 40 minutos. No tiene sentido ninguno que una jornada como el Jueves Santo, con siete cofradías, con todos los cortejos por debajo de los mil nazarenos salvo Pasión y con un holgado tiempo de paso en relación con el que tienen cofradías más numerosas en otras jornadas, acabe dejándole a la del Salvador, que es la última, más de 40 minutos de retraso en la Catedral. Sólo cinco de ellos son achacables a que estuviese cerrada la puerta de San Miguel para los oficios. De esta forma, estas hermandades pierden todo su argumento frente al adelanto (ya más que necesario) de la Madrugada.
Ahí quedó
El único pero del Jueves Santo: las sillitas en los cruces se multiplicaron
Es imposible encontrar algo negativo un Jueves Santo pleno, cuando Sevilla sublima su belleza y perfección. Por eso, sólo desentona un tipo de público al que sigue dándole igual que haya señales que prohíban el uso de sillitas en los cruces. Se apostan allí por cientos y hacen hasta corrillos sin dejar pasar a nadie. Y lo peor, nadie actúa por más que lo prometieran reforzar el control hace una semana.
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