PROCESIÓN DEL CORPUS DE SEVILLA 2025
El Corpus del rito y la regla, el calor y la vuelta de los costaleros
A la una en punto de la tarde entró la Custodia en la Catedral, tras casi cinco horas de procesión y un cortejo numerosísimo al que no ahuyentó el aviso naranja por altas temperaturas
Así te hemos contado en directo la procesión del Corpus de Sevilla 2025
La ciudad de la opulencia, el boato y el costumbrismo se sabe de memoria el rito de su mañana del Corpus. Le gusta como está, lo acepta como es y hasta presume de él. Y todo ello a pesar de que los tiempos nos pidan a gritos una actualización de una fiesta que si ha sido capaz de sobrevivir al paso de los siglos es, precisamente, por esa capacidad intrínseca para mutar y resistir. Por eso, no hay nadie con mando en plaza, ni imponderable de condición externa, que pueda venir a contarle a los sevillanos cómo deben afrontar la vivencia de esta explosión barroca del culto a Dios o que sea capaz de frenar la tradición del madrugón de este jueves para afrontar con intensidad la procesión, esa que comienza con un buen café al alba y acaba, rodilla en tierra, venerando al Santísimo Sacramento.
Todo lo demás, esas más de cuatro horas que transcurren entre la salida de los niños carráncanos y la bendición final junto al paso de la Custodia en la Puerta de Palos, es una historia mil veces contadas y otras tantas ocasiones repetida. La procesión resultó ser esplendorosa en lo estético, algo que hay que aplaudir a un Cabildo Catedral que en los últimos años ha empezado a ser consciente de la necesidad de salvaguardar el rico patrimonio de este cortejo, sus pasos y sus imágenes. Se ha dejado ver esta sensibilidad en los estrenos de los moldurones, las peanas y los faldones de algunas de las andas y, sobre todo, en la acertada decisión de recuperar casi un siglo después a los costaleros para la Custodia. La diferencia, para lo bueno, fue abismal. También la labor del Ayuntamiento y de esa comisión que ha hermoseado las calles y ha implicado a las hermandades en el montaje de altares, escaparates y balcones que este año alcanzaron cifras de récord.
Y luego está la gente. El público de este jueves de Corpus fue el mismo de siempre. A primera hora de la mañana fue escaso, con grandes huecos en la Avenida de la Constitución o en el entorno de la Plaza de San Francisco, que este año apenas tenía un par de filas de sillas (a 13 euros la unidad) y en la que se habían quitado las vallas que impedían acercarse al altar presidido por la Hiniesta en la fachada consistorial. Unos fieles que según avanzaba la mañana iban creciendo exponencialmente hasta formar auténticas bullas en la Plaza del Salvador, Francos o la Cuesta del Bacalao, porque allí las horas eran menos intempestivas y los bares más numerosos, que eso también es parte de este rito eminentemente sagrado y por momentos profano. Ahí no hubo cambios con respecto a otros años, ni siquiera por el aviso naranja por altas temperaturas que amenazaba con abrasar la ciudad.
Y eso que cuando a las ocho y cuarto de la mañana comenzó a salir el guion sacramental del Sagrario por la Puerta de San Miguel, los termómetros ya rondaban unos 28 grados infernales y el cielo se mostraba plomizo, como amenazando tormenta. Hacía calor para ponerse un traje y una corbata, pero el protocolo de la fiesta más antigua de Sevilla ha resistido por ahora a la moda de las guayaberas, esa prenda que hasta el mismo Felipe VI usó en su día para sortear el calor cada vez más insoportable de esta ciudad. A los del cortejo no les quedó mas remedio que plantarse la chaqueta y soportar la llama de los cirios en sus manos, pero entre el público sí se vio mucha camisa remangada hasta el antebrazo, vestidos fresquitos en las mujeres, y un catálogo de abanicos convertidos en complemento imprescindible para sobrevivir al tórrido día. Sin olvidar las botellitas de agua fresca, que se vendían como los calentitos de antaño en los bazares orientales y quioscos que hicieron su agosto de euro en euro.
Las costuras del cortejo
La crónica del año pasado contó que el Corpus había sido el más numeroso de la historia, aunque el de este 2025 no se quedó atrás, con un cortejo de dimensiones estratosféricas y por momentos tedioso. Desde que salieron los niños carráncanos hasta que asomó el paso de la Custodia pasaron más de dos horas y media. Eran las 10.54 de la mañana cuando las campanas de la Giralda repicaron para anunciar la presencia de Dios en las calles. Entre tanto habían pasado más de 4.000 personas, con una media de 50 miembros por hermandad de penitencia y varias cofradías a la que se le fue la mano a la hora de convocar a sus hermanos. Alguien podría empezar a poner orden en este sentido, pues no se deben normalizar casos como el de la Macarena, que sacó 156 cirios y hasta cuatro miembros del servicio médico, y otras como el Gran Poder, la Esperanza de Triana o los Gitanos que rondaran el centenar. Y luego están las que en pleno proceso electoral multiplicaron su presencia, como Jesús Despojado, los Estudiantes o San Gonzalo.
La distancia entre los pasos era otra muestra de la extensión del cortejo. Un ejemplo: cuando Santa Ángela de la Cruz alcanzaba la calle Cerrajería, salía el segundo paso de la Catedral, el que había exornado la hermandad de la Estrella con las santas Justa y Rufina. Verlo pasar a pie quieto fue toda una osadía y se echan en falta algunas mejoras como la incorporación de más música, pues la primera banda en llegar fue la Municipal junto al paso del patrón San Fernando. La presencia de las autoridades civiles, políticas y militares también fue abundante. Para muestra, los 24 representantes de la Corporación Municipal, encabezados por el alcalde José Luis Sanz y con un pleno de los 14 concejales del PP. La cuenta la cerró el PSOE con siete ediles y Vox con sus tres representantes. El ejército se llevó los únicos aplausos de la mañana y fue emotivo verlos cantar, junto al resto del pueblo, la salve del trío final de 'Encarnación Coronada' al paso de la Custodia por el Salvador.
A esas alturas del recorrido, el calor apretaba con fuerza y el cortejo dio las primeras muestras de descomposición con cortes interminables que hasta vaciaron algunos calles. Huecos que aprovechaban los turistas despistados para buscar cobijo a la sombra. Quienes vienen de fuera no salen de su asombro al ver esta explosión barroca que el sevillano ya ha normalizado pero que de puertas para fuera se entiende como algo único y maravilloso. El público resistió la amenaza del termómetro y aguardó al sol en la Plaza Virgen de los Reyes la llegada de la Custodia, que alcanzó el tramo final de su recorrido con media hora de retraso. Allí estaba el arzobispo José Ángel Saiz Meneses, arropado por sus obispos auxiliares, para presidir el desfile militar de la compañía de honores. Horas antes, en su homilía, el prelado hispalense había recordado que el Corpus es «una proyección del Jueves Santo, pero con el carácter festivo y público de una profesión de fe gozosa«. Y así fue, a pesar del calor, los retrasos y el exceso de cirios en el cortejo.
A la una en punto de la tarde, el paso de la Custodia se perdía en la sombría inmensidad de una Catedral que se mostraba como oasis refrescante de fe y temperatura. En ese momento comenzaba el aviso naranja por calor que había activado la Agencia Estatal de Meteorología para el mediodía de este jueves. Quizás por eso, el público que abarrotaba las calles salió huyendo hacia sus casas, donde esperaba la recompensa del aire acondicionado. En el Centro quedaron algunos bares llenos, jóvenes que desmontaban los 16 altares y la procesión de regreso de Santa Teresa al convento del Santo Ángel de la calle Rioja. El rito y la regla de un Corpus en Sevilla que fue el de siempre, con la belleza de siempre y los debates de siempre.
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