Procesión virgen de los reyes de sevilla
Todos los caminos conducen a la Catedral
Las misas del alba ante la Virgen de los Reyes congregan a un buen número de peregrinos llegados de la corona metropolitana de Sevilla
Sevilla renueva su voto de acción de gracias a la Virgen de los Reyes
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Iniciar sesiónTodos los caminos llevan a Roma, pero hay fechas -como éste de la Asunción en que la archidiócesis festeja a su patrona, la Virgen de los Reyes- en que los senderos conducen a la Catedral de Sevilla. Van llegando en grupos, olas de ... devoción, con sus camisetas que los identifican a los ojos de los demás, cansados pero gozosos de haber llegado hasta la puerta del Baptisterio para postrarse a las plantas de la patrona.
De Benacazón, de Santiponce, de Brenes, de Olivares, de Espartinas, de Alcalá... un mapa del alfoz de Sevilla conteniendo las plazas fuertes ganadas por el Rey Santo antes de entrar en la capital. Cada uno ha hecho su propio camino, su peregrinación en la madrugada que acaba en el más hermoso amanecer de la ciudad, el día de la Virgen.
La ciudad estaba en calma y sosegada, como corresponde a la festividad. Por Tetuán, ni un alma, todavía los charcos como testigos mudos del baldeo de madrugada. En la Plaza Nueva, alguno de las personas sin hogar se desperezan sacando un brazo de las mantas en las que se cobijan para dormir al raso. Alguien sale presuroso de la capilla de San Onofre de la adoración perpetua, presumiblemente para comulgar lo que acaba de contemplar.
Un grupo numeroso camina presuroso por la Punta del Diamante detrás de un estandarte de innegable inspiración trinitaria. En cambio, los chalecos reflectantes de los responsables del trayecto son inspiración de Tráfico, que aquí se conjuga lo espiritual con lo material. Son hermanos de la asociación Cautivo y Victoria de Olivares, con camisetas blancas en cuya espalda han impreso la silueta de la Virgen sedente que San Fernando legó a Sevilla. Han echado a andar a medianoche para cubrir la veintena de kilómetros y están, después de dos paradas generosas, antes de las seis en la Catedral.
Los grupitos de Espartinas se preguntan unos a otros si han bajado por el Tiro de Pichón o por la carretera; los de San Isidoro de Santiponce (pañoleta azul al cuello) arrancaron a las tres de la madrugada y han completado el recorrido en otras tres horas; los de Brenes (casi treinta kilómetros en seis horas) han seguido el curso del río, componiendo entre todos los peregrinos la cuenca devocional que se derrama desde el Aljarafe por todos los caminos hasta llegar a ese venerable estanque del trascoro de la Catedral donde se remansa la fe de los devotos de la Virgen de los Reyes.
Roza la perfección
Las misas se suceden cada media hora: a las 5.30, a las 6 y a las 6.30 de la mañana, todavía sin despuntar el día. Misas del alba sin alborear, pero con bastones nórdicos y atuendo como de duatlón. En cuanto empieza a cantarse el himno de la Virgen de los Reyes que un enchaquetado reparte a la entrada, comienza el desalojo de los bancos para que lo ocupe la siguiente tanda. No menos de quinientas personas en cada eucaristía, seguida con unción por una asamblea variopinta compuesta por peregrinos, fieles de la capital que han madrugado y no se sabe si también algún trasnochador despistado.
El cabildo catedralicio dispone una coreografía que roza la perfección para que en una misa de media hora quepa homilía (de tres o cuatro minutos, que tampoco es cuestión de cansar a la asamblea), profesión de fe (con el credo nicenoconstantinopolitano, ya que estamos de efemérides en este año jubilar) y comunión general (como se decía antes). Canónigos, sacerdotes y acólitos se van dando el relevo para dirigir los cantos de la asamblea, proclamar la Palabra y repartir la comunión. Y todo encaja. Aunque se vaya unos minutillos de tiempo.
La de seis de la mañana la presidió el rector de la colegial del Salvador, Pedro Juan de Dios Álvarez, con el hermano Pablo acolitando. La homilía, sin embargo, la pronunció uno de los concelebrantes para subrayar que, con independencia de donde se hubiera iniciado la peregrinación, todo el mundo llegaba a la misma meta: «Colocarse a las plantas de la Santísima Virgen de los Reyes». No acabaron ahí los paralelismos, porque comparó los obstáculos del camino a oscuras de madrugada y los inconvenientes de la vigilia y el madrugón con los de la propia vida cotidiana: «De la mano de María se hacen pequeños».
En la de las 6.30, el canciller de la archidiócesis, el canónigo Isacio Siguero recurrió al canto del Benedictus para hacer mención de que «hoy nos visitará el sol que nace de lo alto», encarnado en el seno maternal de la Virgen de los Reyes. La vecina de banco ha venido endomingada. Es decir, viene vestida con la ropa que ahora se usa los domingos: mallas, camiseta de tirantes y zapatillas deportivas. Ha venido con sus hijas y su marido desde Brenes. Son cruceros, esto es, de la hermandad de la Vera-Cruz, como delatan las pañoletas blancas impresas en verde que portan. Es la primera vez que peregrinan el día de la Virgen porque antes las niñas eran demasiado pequeñas, pero ahora que han cumplido doce años se han decidido a caminar.
La experiencia les ha agradado aunque la hija pequeña se lleva de recuerdo una ampolla en el pie después de la caminata. Pero todavía falta la procesión y allá que se van corriendo para coger sitio a la salida.
Por la Punta del Diamante, a las siete menos cuarto de la mañana, ya están apostados para ver la vuelta del palio de tumbilla probablemente dentro de un par de horas. Como el Ayuntamiento ha delimitado con cinta adhesiva roja la zona de seguridad, las marcas en el suelo invitan a señalar la primera fila. Hay quien ha dispuesto ya los banquitos de la playa para esperar la procesión.
Para eso, todavía falta. A las siete, las campanas de la Giralda ejecutan el pino de primera clase, el primero de la mañana, para avisar de que se está preparando la procesión. Los caminos se han despoblado, los peregrinos aguardan, en la Catedral se forma el cortejo, el día de la Virgen acaba de despuntar.
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