La Virgen de Consolación fue la última de las destacadas imágenes de la provincia en completar el recorrido común de la Magna en la tarde noche de la Inmaculada, y también la que tenía un itinerario más largo, por lo que fue la última que ... se recogió ya de madrugada.
Aunque, al igual que ocurría con la Virgen de Setefilla, todo en esta procesión era nuevo, y la imagen obtuvo el fervor de utreranos y sevillanos desde que salió de la Santa Iglesia Catedral, los momentos más especiales tuvieron lugar ya en el regreso hacia un barrio de Santa Catalina especialmente engalanado y volcado con la patrona de Utrera, que entró entre cantes y palmas salidos del corazón ―y difíciles de sacar de la cabeza― en la iglesia de los Terceros, cuyo nombre oficial es el de Nuestra Señora de Consolación.
El discurrir del paso de la patrona de Utrera por lugares tan emblemáticos como el convento de las Hermanas de la Cruz en la calle Santa Ángela fue uno de los puntos calientes de la procesión. Se da la circunstancia de que el vínculo entre la Compañía de la Cruz y esta ciudad es muy estrecho, dado que el segundo convento que abrió la misma fue el utrerano, solamente por detrás del de la capital andaluza. Ello motivó que algunos de los instantes más emotivos de la procesión se vivieran allí.
No obstante, también fueron particularmente alegres y fervorosas las estrecheces del barrio en el que jóvenes y mayores de Consolación habían hecho buzoneo durante las semanas previas para animar a los sevillanos a que recibieran a su patrona como merece. Sin olvidar la avenida de la Constitución, que ya en verano anunciaba con una gran pancarta la venida de la rosa tempranera utrerana en el mes de diciembre. Las grandes devociones lo llenan todo, tanto el espacio como el tiempo. Es imposible decir que la de Consolación no llegó con fuerza a una ciudad de Sevilla que ya la esperaba con mucha ilusión.
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