Domingo de Resurrección
Hasta el año que viene, si Dios quiere
La Resurrección puso punto final a la Semana Santa de Sevilla con una estación de penitencia que contó con mucho público
La hermandad adelantó treinta minutos su entrada en la iglesia de Santa Marina por riesgo de lluvia
¡El sepulcro está vacío! ¡Aleluya, aleluya!
Bien está lo que bien acaba. Los cristianos lo sabemos bien, y en Sevilla, mejor aún. Lejos, muy lejos, quedan ya aquellos pronósticos previos a la Semana Santa que presagiaban que estaría tan pasada por agua como la del año pasado. Lejos queda la Cuaresma, ... las vísperas e incluso la entrada de la Mortaja. Este Domingo de Pascua, salió a la calle Cristo Resucitado dando sentido a todo lo que hemos vivido durante diez días. A todas las emociones, ritos, nuevas experiencias y horas de sueño perdidas. Lo hizo a partir de las ocho y media de la mañana, mirando de reojo al cielo y adelantando ligeramente su entrada.
El público que arropó en todo momento a la última cofradía que saca nazarenos a la calle en Sevilla demostró un año más que el cambio horario de la estación de penitencia de la Resurrección fue todo un acierto. Sin embargo, cuando de verdad arrastró una gran cantidad de fieles y cofrades dispuestos a aferrarse a la Semana Santa hasta el último suspiro fue a partir de la carrera oficial, con las sillas atestadas de gente en torno al mediodía. Allí se dieron cita también numerosos turistas que, atraídos por las túnicas de los nazarenos y la música que anunciaba la llegada del Señor, contemplaron el discurrir de los dos pasos.
Con los sones clásicos del 'Himno de San Antonio' y 'Pasa la Virgen del Refugio' a cargo de la agrupación musical Virgen de los Reyes llegó el Señor a la Catedral mientras se levantaba una masa de brazos de distintas nacionalidades para inmortalizar la escena con sus teléfonos móviles, cada uno configurado en un idioma distinto. Detrás venía el palio de la Virgen de la Aurora, tras cuya entrada en el primer templo metropolitano comenzó a sonar la nostálgica banda sonora del cierre y recogida de las sillas de la avenida de la Constitución. En el día de las últimas veces, todo sabía a despedida... la más dulce de las despedidas.

Nunca lo sienten como un adiós los hermanos de la Resurrección, que este año han sacado más nazarenos que nunca a la calle. La comitiva rondaba el medio millar de antifaces, pese a lo cual terminó de pasar por la Catedral en hora. En lo relativo al tiempo, pero al atmosférico, los cielos encapotados fueron la tónica de la jornada. Tras una madrugada con algo de incertidumbre, el sol emergió entre las nubes en momentos puntuales. Entre ellos, la subida a la cuesta del Bacalao que hizo de un tirón la imagen de Cristo venciendo a la muerte gubiada por Francisco Buiza en 1973.
Adelanto de la entrada
Los operarios se afanaban en desmontar la estructura del inicio de la carrera oficial en la Campana mientras la cofradía recorría a un ritmo alegre las calles del Centro en su regreso a Santa Marina, cuando los rayos de sol quisieron acompañar definitivamente a la Virgen de la Aurora y disfrutar una última vez de las bambalinas de un palio meciéndose por las calles de Sevilla hasta dentro de unos meses. Curiosamente coincidió esta circunstancia con el anuncio por parte de la hermandad del adelanto media hora de su recogida al haber recibido previsiones de agua para la tarde, aunque en la práctica apenas se notó.
El ambiente en Doña María Coronel, esa hermosa calle para ver cofradías que la Resurrección toma al completo desde que abandonó la visita al convento de las Hermanas de la Cruz –ahora la reciben en Santa Inés–, era jovial y distendido. Las familias y grupos de amigos allí congregados esperaban a los pasos compartiendo vivencias de la última semana, repartiéndose estampas de sus respectivas hermandades y, en algún caso, poniendo fecha y hora a la comida en la caseta de la Feria. En Sevilla nunca se para. Lo saben los naranjos ya huérfanos de azahar entre los que discurrieron el Resucitado y su madre poco antes de su entrada.
La jornada también presenció como el Cachorro recibía los ósculos de sevillanos y trianeros, igual que las madres que besan a sus hijos cuando van a partir de viaje. No en vano, queda menos de un mes para su peregrinación, nuestra peregrinación, al corazón de la cristiandad. Mientras tanto, entre las angosturas de San Bartolomé se abrían las puertas de un nuevo tiempo para la ciudad en este Domingo de Resurrección. Sin embargo, al filo de las cuatro y media de la tarde en la calle San Luis, la primavera ya suspiraba soñando con marzo de 2026. Los inconfundibles compases finales de 'Amarguras' para la Virgen de la Aurora después de atravesar la ojiva de Santa Marina sirvieron a buena parte de los cofrades para decir sin necesidad de pronunciarlo eso que todos pensamos cuando vemos pasar el último nazareno: hasta el año que viene, si Dios quiere.
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