vía lucis
La Amargura regresa al convento de Santa Ángela de la Cruz 22 años después
La hermandad ha llevado a la Virgen al convento por los 150 años de la congregación
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El calor era sofocante en la tarde del día de San Fernando, con más de 40 grados de temperatura. Sin embargo, la hermandad de la Amargura revivió uno de los momentos más importantes de los últimos años cuando la Virgen cruzó el dintel del convento de Santa Ángela de la Cruz.
La hermandad, por los tres siglos de estancia en San Juan de la Palma, no solo ha conmemorado este hecho, sino que ha querido que los hermanos vivan lo que los otras generaciones pudieron hacer y que los mayores vuelvan a palparlo como el vía crucis del Señor, llevar a la Amargura al convento, vivir una procesión extraordinaria sin palio o admirar a la dolorosa con su primitivo manto de salida.
A las seis y media de la tarde comenzó la primera de las cuatro misas previstas para este fin de semana. Los fieles rodeaban a la Virgen, hasta que, pasadas las siete, salía por la puerta principal de San Juan de la Palma.
La Virgen recorrió en vía lucis su feligresía por calles estrechas, arropada en todo momento con la solemnidad que caracteriza a esta hermandad, incluida una petalada elegante de buganvillas improvisada en Castellar. Visitó el Pozo Santo, el Espíritu Santo, Santa Inés, la Pastora de Santa Marina y, finalmente, culminó este culto extraordinario en la parroquia de San Pedro, donde la esperaban las hermandades de la zona, templo en el que entró por primera vez en la historia.
A partir de ahí llegó el momento más especial: la Virgen se adentraba en la calle Santa Ángela de la Cruz y accedía al convento. Las Hermanas aguardaban en el interior, impacientes, hasta que sonó la puerta y se abrió para dejar ver a la dolorosa desde dentro.
La cuadrilla retiró las andas para solamente tener a la Virgen en la plataforma preparada para la ocasión. A las diez menos cuarto, entraba y era depositada en el interior. Le retiraron la corona. Sin nada, sencilla, ante el llanto de sus hermanos —sobre todo de los más jóvenes, que no vivieron aquel 2003—, todo se tornó espiritualidad. En el patio central se encontraban todas las Hermanas y un pequeño grupo de hermanos, atónitos ante la escena: la Amargura accediendo a la capilla del convento, 22 años después.
Allí, las Hermanas rezaban en forma de plegarias. Fue un momento que encarnó el verdadero sentido de esta salida extraordinaria: no solo conmemorar los 300 años de la hermandad en San Juan de la Palma, sino llevar a las Hermanas de la Cruz a su Virgen, para que, desde la más estricta intimidad, la arroparan como ya ocurrió hace unos años, pero esta vez, en su propia casa. Son 150 años de la congregación y la ocasión merecía tener a la Virgen de Santa Ángela en el que es posiblemente el rincón de mayor espiritualidad de la ciudad.
Allí descansa, junto a Santa Ángela de la Cruz, con las Hermanas velando a la Amargura durante toda la noche. Nadie de los hermanos presentes quería irse, era normal, la ocasión merecía pasar la noche con ellas, pero había que dejarles a la Virgen durante esas horas porque es el mayor regalo que la hermandad de San Juan de la Palma puede hacerle a ellas, las que duermen cada 48 horas, las que están a diario ayudando a los enfermos, dando de comer a los pobres y educando a los más pequeños, en un sitio repleto de fe, tan necesaria en las calles y en esta ciudad, donde a veces parece olvidarse lo importante. Esos hermanos podrán decir: estuve con la Amargura en el convento de Santa Ángela de la Cruz.
El gran esfuerzo que está haciendo la hermandad durante el año es duro, aunque está mereciendo y mucho la pena con tal de ver esos rostros junto a sus titulares en estos meses que quedarán marcados para siempre. Esto ha sido solo la primera parte de lo que está por venir este sábado, cuando la Virgen salga a primera hora, esté por primera vez en San Pedro y, por la tarde, recorra el barrio en paso sin palio, como en 1946, para culminar el primer domingo de junio con un solemne besamanos.
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