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2024 en Sevilla, una Semana Santa de preguerra

Hay que acudir hasta 1934 para encontrar un precedente tan malo, de muy pocas cofradías en la calle, para entender la magnitud del destrozo que la lluvia ha causado en estos últimos días

Sábado Santo en Sevilla: la tregua que nos supo a gloria

Las puertas de Santa Marina que no se abrieron para que saliera el Resucitado maya balanya
Silvia Tubio

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No hubo manera. Ni el Domingo de Resurección se salvó de la tormenta. Poco antes de las once de la mañana, en las puertas de Santa Marina, se certificaba sin necesidad de notario que acababa de cerrarse la peor Semana Santa de este siglo XXI. Una Semana Santa de preguerra, que tiene como precedente lo ocurrido en 1934 si dejamos a un lado los dos años de pandemia que son una clara anomalía en la estadística.

Hace justo 90 años, la ciudad transitaba por la II República. Aquel otoño estallaría una huelga general y dos años después, la Guerra Civil. En ese contexto, hicieron estación de penitencia 13 de 39 cofradías y lo hicieron bajo fuertes medidas de seguridad, con el compromiso de recibir una subvención municipal y con la declaración de días festivos para el Jueves y Viernes Santo. Un año antes, la Semana Santa había discurrido en blanco y en 1932, sólo procesionó la Estrella, que se ganó desde entonces el apodo de la Valiente.

En este 2024, la situación social no es la misma ni de lejos, pero la lluvia ha tenido un efecto casi idéntico en cuanto a las hermandades que se han quedado sin salir. Ahí va el balance definitivo de este año para olvidar: 19 hermandades pusieron su cruz de guía en la calle y pudieron completar la estación de penitencia (31,1%); cuatro interrumpieron su recorrido por el agua (6,6%) y 38 no han salido (62,3%). En resumen, solo una de cada tres hermandades han podido procesionar esta Semana Santa y una única jornada, la del Sábado Santo, se salvó por los pelos sin que resultara afectada ninguna de sus hermandades. Lo dicho, un destrozo mayúsculo.

Otros años en los que el agua ha sido determinante fueron 2011, cuando terminaron su estación de penitencia 26 hermandades, 3 de refugiaron y 31 decidieron no salir. O en 2003, el año que quedó para el recuerdo cuando la primera que abrió la Campana fue una corporación del Martes Santo: el Dulce Nombre. En aquella ocasión no salieron 25 cofradías, 3 se refugiaron o volvieron y 29 completaron su recorrido. En ambos casos, fueron balances mejores a esta insólita Semana Santa.

Tampoco pudo ser en Santa Marina

La última en sumarse a este carrusel de suspensiones fue la Resurección, que había buscado tener una segunda oportunidad retrasando su salida, aprovechando el cambio de hora. En lugar de las ocho y media de la mañana, pidió el sábado permiso para iniciar su recorrido a las once de la mañana y entrar en carrera oficial a la una del mediodía. Un horario de domingo muy cómodo para el público, que de haberlo permitido la climatología habría llenado a buen seguro las calles de ríos de gente ansiosa por ver pasos.

Fuentes de la hermandad agradecían la gran predisposición que encontraron en el Cabildo Catedralicio, el Cecop y el Consejo para dar el visto bueno a una reorganización horaria del Domingo de Resurección en tiempo récord.

La Virgen de la Aurora con la candelería encendida en su templo de Santa Marina maya balanya

La Junta de Gobierno manejaba partes meteorológicos que apuntaban a una mejoría a partir de las doce del mediodía. A primera hora del día, indican las mismas fuentes, se mantenían esas esperanzas pero las previsiones fueron empeorando, como quedó en evidencia a las diez y media de esta mañana gris de Domingo. Los alrededores del templo eran una campo de paraguas abiertos. La Aemet sentenciaba a las 10.42 de la mañana, anunciando que esa mejoría, que rebajaba la probabilidad de precipitaciones al 40%, no llegaría hasta la una de la tarde. La misión se hizo imposible para la corporación, que tuvo que unirse de manera irremediable al desastre colectivo. No se equivocaron en esa decisión unánime porque pasadas las doce y media de la mañana seguía lloviendo.

Para el año que viene quedará ver en la calle el resultado final de la restauración a la que ha sido sometido el Señor Resucitado. Por ahora sólo ha sido posible verlo en el templo desde que regresó al culto tras nueve meses de intervención.

A las doce de la mañana se abrieron las puertas de la iglesia que se llenaron de público como se ha convertido en tónica habitual en esta Semana Santa de calles vacías y templos repletos. La Virgen de la Aurora brillaba con la candelería encendida. Poco se habla de la belleza rotunda de la imagen que cierra la Semana Santa sevillana.

Desde el interior de Santa Marina toca hacer balance de una Semana Santa en la que han destacado más las grietas que las virtudes de una celebración que no olvidemos ha superado todo. Quizás la falta de procesiones en la calle ha agudizado el ojo crítico; si bien no son pocos los que piden reflexiones profundas y no falta razón. El exceso de espectáculo para alimentar un tipo de público, capaz de abandonar o abuchear a unas imágenes porque no le tocan la música o la cuadrilla de costaleros no cambia el paso; la irreductibilidad de las sillitas a pesar de las miles de advertencia (las hubo hasta en la salida de la Canina); la masificación que hacía imposible transitar por algunas calles a pesar de aforamientos y del mal tiempo; o la pérdida absoluta de miedo de algunas corporaciones a que les caiga agua a sus titulares, obligan a repensar lo ocurrido estos últimos días. Eso sí, sin obviar que en la raíz de muchos de estos problemas lo que existe es una ausencia absoluta de educación y respeto. Y eso se trae de casa.

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