Feria de abril de Sevilla 2023
El Prado, el origen de una feria que ya es internacional
Cincuenta años después de su traslado, la Feria se parece muy poco a la original. Era más íntima, con otros horarios, la mitad de casetas y sin baños o frigorífico. Una feria de la que sólo queda la esencia
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Sevilla
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Iniciar sesiónHabía pocas casetas. Era más pequeña, más íntima y no tenía mucho que ver con el formato actual. Lo cuenta Eugenia, sevillana de 85 que conoció la Feria del Prado, el lugar donde se montaba la fiesta hasta hace cincuenta años, cuando se trasladó ... a Los Remedios buscando una ubicación mayor.
Es una de las características en que coinciden los que conocieron aquel real, ubicado donde ahora están los jardines y cuya portada se instalaba en el cruce de la calle Menéndez Pelayo. La Pasarela, que comunicaba la calle San Fernando con el Prado de San Sebastián, una construcción, inspirada en la torre Eiffel e inaugurada en 1896, sería precursora de las portadas iluminadas de la Feria de Sevilla tal y como actualmente la conocemos, una megaconstrucción de 40 metros de altura y 25.000 bombillas.
La Feria del Prado apenas se parece a la de Los Remedios. Ni en tamaño, ni en formato, ni en infraestructuras o costumbres. Cuando se produjo el traslado en el 1973 eran poco más de 600 las casetas, hoy son 1.057. Las calles no tenían nombre de torero sino que llevaban los de las vías originales.
El horario era otro. Se iba a la Feria a las 12, una hora en la que actualmente no hay más que trabajadores en el real ya que el paseo de caballos no suele empezar antes de las tres o las cuatro. Y las casetas eran distintas. No tenían electricidad y, por tanto, tampoco había neveras donde enfriar las bebidas. Pasaba el «carro de la nieve», que era como se denominaba el hielo con el que se enfriaban las bebidas.
Manzanilla de garrafa
En aquellas ferias del Prado obviamente no había tiradores de cerveza sino que se bebía, sobre todo, manzanilla, que se servía de garrafa o de barril. Y si acaso también había botellines o «Mirinda» para los niños. ¿Y de comer? En el interior había papelones de jamón, queso y otras chacinas ya que tampoco había cocina con platos del gourmet, como ocurre ahora en algunas. Si acaso algunos llevaban fiambreras con viandas. Y los que no tenían caseta se quedaban en las buñoleras de la Avenida Carlos V, una especie de tabernas o bares de los Jardines de Murillo o el Parque de María Luisa, donde algunas familias llevaban la comida, algo que no gustaba a todos porque muchas veces el parque se convertía en un merendero.
Con tan poca infraestructura obviamente no existía la cena del pescaíto, que surgió en Los Remedios como un fenómeno espontáneo. Los socios de las casetas se pasaban el fin de semana previo a la fiesta montándola y cuando acababan pedían un cartucho de pescado frito a alguna freiduría sevillana y se lo tomaban para celebrar que habían terminado la ornamentación. Esa costumbre se fue extendiendo e instaurando como la cena del pescaíto, sin la que hoy no se concibe el inicio de la fiesta antes del alumbrado, pistoletazo de salida oficial.
Tampoco había alcantarillado en aquellas casetas. Se incrustaba un bidón en un agujero y aquello era la fosa séptica que servía de inodoro. Sólo las grandes casetas, como las de los clubs tenían verdaderos cuartos de baño.
¿Y la música? No había grupos cantando. Ni equipos de música. Algunos recuerdan un pianillo con música de sevillanas y el cante y el baile de alguna gitana con palmas al compás en un tablao de madera. Nada que ver con los dj de algunas casetas actuales. En cuanto al adorno interior de las casetas no eran tan elaborado como ahora. El origen del modelo actual, con la pañoleta, hoy convertida en icono de la Feria, se atribuye al pintor Gustavo Bacarisas en el año 1919. En la Feria llegó a haber hasta casetas de dos plantas o alguna con una plaza de toros instalada dentro. La Feria tampoco era tan larga. En sus orígenes en 1847 duraba tres días. Luego se fue alargando. En 1913 el Ayuntamiento la alargó a cuatro días. En 1952, seis y ahora dura una semana. ¿Por que se dice el Real? Porque era el precio, (25 céntimos de las antiguas pesetas) que cobraban los coches de caballos por el paseo por la Feria. «A real la Feria», proclamaban. Y se quedó el nombre del recinto ferial más conocido de España.
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«La del Prado era más íntima. Había mucho arte y muy poco dinero», dice Rafael Carretero, que fue durante 37 años director técnico de Fiestas Mayores y responsable de su montaje. «Ahora han cambiado las cosas, todo el mundo quiere venir a la Feria y no se conforma con ver el espectáculo, sino que quiere entrar en las casetas», dice sobre el fenómeno de los visitantes. El sastre Manolo Ibáñez, que participa en el cincuenta aniversario, recuerda cuando iba al Prado con sus padres en coche y reitera que son totalmente distintas. Aquella era una feria más familiar «Hoy muchos vienen a la Feria a hacer negocios». Todo un fenómeno internacional que, hoy conserva los caballos y el duende, pero con más colorido que aquellas ferias en sepia.
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