feria de abril de sevilla 2023
Lunes al sol en la Feria de Sevilla
Entre danzas y andanzas, la fiesta sigue su curso en una jornada de sombras cotizadas, lonas infernales y codazos para ubicarse frente al ventilador
Feria de Abril de Sevilla 2023: todo lo que hay que saber
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Sevilla
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Iniciar sesiónHabitamos una ciudad de guapos y guapas. Una ciudad, además, que lo sabe. Por eso se pasea con aire de abanico y trata de vencer con su carácter presumido todas las vicisitudes. Hace calor. Mucho. Las tiritas se despegan, pero aquí nadie se desajusta la ... corbata. La falta de sueño se combate con una promesa de alborozo. La de dinero, con la boquita cerrada. Y la feria, entre danzas y andanzas, sigue su curso en una jornada de sombras cotizadas, lonas infernales y codazos para ubicarse frente al ventilador, una dificultad añadida a la de encontrar mesa. La familia Mantilla, aquella que perdió la caseta en los años 90 e inauguró la nueva el otro día, así lo advierte: «Nos vamos un momento, pero no os mováis. Ha sido igual de difícil conseguir esta mesa que recuperar la caseta después de 26 años». La impertinencia del sol, no obstante, dejó un mediodía más tranquilo de lo habitual. Algo que se prevé que ocurra los próximos días, aún más calurosos.
Unos estrenan esta temporada su caseta, como en Pepe Luis Vázquez 15, con la familia Soler como artífice, que recibió la pasada Nochebuena la noticia de la mano de dos niños mellizos, hijos de un hermano, y una pancarta ilusionante, con el abuelo con 80 años después de treinta en espera y otra de las hermanas, Marina, solventando trámites con urgencia y diseñando decorados. Otros, los más jóvenes, han iniciado el macabro juego de repoblarlas: «Esta estaba muerta y nos apuntamos varios amigos. La idea es ir echando a los socios de siempre y meternos nosotros. Por la vía de las listas de espera lo mismo llegamos con varios divorcios y sin pelo», explica quien desde Pepe Hillo encara esto como 'Los juegos del hambre'. Su amigo, frente a la mujer, le afea el comentario. Hay muchas luchas silenciosas en la feria: parejitas que se lanzan sentencias como «Si no te apetece no vengas», bailes a dos que tienen lugar donde en un principio no cabía uno y camareros que apuntan con desconfianza el nombre de una cuenta recién abierta. Con respecto a este último asunto, debo destacar algo. Esta feria, como todas, también es de los que rondan los 19 años, edad a la que se llevan a cabo otro tipo de travesuras. Un chico, en concreto, ha apuntado un número sorprendente de tortillas a la cuenta y ha llegado a un acuerdo con el camarero: una tortilla escrita en el papel son, en realidad, dos copas. «Así queda de otra forma. De tortilla, más o menos, no hay límite».
Esta fiesta de la primavera parece un sueño desde su propia arquitectura. Para los que peinan canas y tienen pequeños, el tránsito por la calle del Infierno por seguro ha de asemejarse a eso de correr con impotencia hacia la nada, caer al vacío y otras pesadillas recurrentes. Pero un sueño, en definitiva, por lo que uno ve. Por lo rápido que pasa y la dificultad a la hora de transmitir al prójimo dicha experiencia: siempre anochece por sorpresa. Justo al salir. De pronto. El reloj se inventa la hora y los episodios insólitos se superponen creando una especie de mosaico de lo inverosímil: han abierto un puesto exclusivo de chicharrones para que la gente recene, junto al de los churros, cerca del puente de las Delicias; quien vende almendras, cocos y juguetes ha gritado «¡No se corten, señoras, la que me robe que pida bolsa!» y un tipo le ha dicho a otro, así muy serio, entrando en el recinto ferial con una mano al bolsillo, cuál es su caseta: «¿La mía, la del Ahorro, porque está en una esquina de Curro Romero y cuando me ofrezco mejor siempre vamos a otra más cercana».
El circo queda más allá de los cacharritos, pero el más circense de todos los ambientes tiene lugar más acá, detrás de la calle Ignacio Sánchez Mejías, donde hay gente tratando de hacer botellón. Los atuendos y combinaciones más insospechados, por alguna razón que desconozco, a veces parten de aquí. El rojo con el rosa, por ejemplo, siempre han sido colores de difícil diálogo. Es, de hecho, casi un tópico del anticromatismo textil, pero aunarlos además con un zapato de vestir de piel blanca a más de 33 grados y gafas de sol a lo Sergio Ramos en 2007 es pura contracultura 'canífera' de esta ciudad. El chaval, como los postes, la propia portada y otras disonancias dentro de la linealidad de la feria, se ha convertido en un punto de referencia radiante y móvil. Y qué cachondeo se respira desde esta acera cuando los corrillos lo han bautizado 'Nubecita'.
El lunes de Feria, el ambiente perfecto para disfrutar con amigos
E. Martos. / R. MelgarejoLa coincidencia en la caseta ha permitido celebrar algunos cumpleaños como el del conde de Lebrija y el de Ana Herreros
En una caseta en Juan Belmonte un concierto ha tornado en karaoke. Cuando hay más talento en el público que en el artista contratado, quien hasta entonces tenía el micrófono tiene la profesionalidad suficiente como para ceder la palabra a los espontáneos. Y entonces han sucedido cosas extrañas: se ha cantado por Queen y por El Pali dentro de un mismo compás, una combinación propia de 'Nubecita' para una tarde de running.
La feria se compone de un millar de fiestas privadas. Todas distintas. Un rosario de discusiones, escenas y sueños. Tardes de caballo y mano levantada. De gente dispar que no atiende al teléfono por unas horas y juega, en algunos casos, a ser rica. En su seno no se hipoteca la alegría. La feria es un delirio de sudor sin lágrimas que sucede cada doce meses y en el que, por tanto, nada importa demasiado.
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