MERCEDES MONMANY ENTRE TOSCANA Y LISBOA
Uno de los más grandes escritores de nuestra época, cuya literatura ha tenido siempre un sello inconfundible, Antonio Tabucchi, gozó de un gran número de lectores y en numerosos países. Alternando a menudo su vida entre su tierra natal y Lisboa, y en los últimos tiempos también París, es el autor de libros tan conocidos, llevados al cine, como Sostiene Pereira (1994), de bellísimos y subyugantes volúmenes de relatos como El juego del revés (1981), Pequeños equívocos sin importancia (1985), Los volátiles del Beato Angélico (1987), El ángel negro (1991) o Se está haciendo cada vez más tarde (2001), y de espléndidas novelas como Nocturno hindú (1984), La línea del horizonte (1986) o La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997), presentadas muchas veces bajo la forma de thrillers metafísicos y existenciales.
Pero, sobre todo, Tabucchi es el autor de una maravillosa obra, de género mixto, como ya sería una constante en su amplia bibliografía, Dama de Porto Pim (1983), llena de fascinación y poder evocativo, que lo revelaría como autor internacionalmente y que se convertiría en un libro de culto a principios de los años ochenta, inaugurando lo que sería su singular estilo, de gran sugestión e intensidad poética, presente tanto en sus libros de ficción, en sus ensayos o en sus numerosos artículos de colaboración en revistas y periódicos.
Traductor y gran divulgador de la obra de Pessoa junto a su mujer Maria José de Lancastre, Tabucchi fue profesor de literatura portuguesa en las universidades de Génova, Bolonia y Pisa. A Pessoa, y a su gran pasión y vocación, Portugal, les dedicaría una parte importante de su obra, bien a través de espléndidos ensayos ( Un baúl lleno de gente , 1990) o de obras de creación ( I dialoghi mancati , 1988; Sueños de sueños. Los últimos tres días de Fernando Pessoa , 1994; Réquiem , 1992). Generoso, apasionado, vital y lleno de entusiasmos, con grandes amigos en el mundo de la literatura repartidos por todo el mundo, Tabucchi fue siempre un ardiente polemista con las cuestiones civiles de su tiempo que más le preocupaban. Opuesto a la degradación democrática vivida en la etapa de Berlusconi en el poder, ya en 1998 había publicado una excelente reflexión sobre el papel de los intelectuales en nuestra época titulada La gastritis de Platón .
Cabeza puntera de la generación de narradores italianos que vendría después de Calvino, Pasolini o Carlo Emilio Gadda, Tabucchi diría en alguna ocasión que la narrativa italiana de las dos últimas décadas del siglo XX volvería a «narrar historias». Es decir, a reconciliarse con un público más amplio, cosa que en el decenio anterior, en los años 70 de la experimentación, se había interrumpido.
El sueño de Tabucchi quizá fue siempre la vida por completar, como nos recordó de nuevo en su último y cautivador libro aparecido en nuestro país hace unos días en Anagrama, donde se recoge el resto de su producción, «Viajes y otros viajes: “Una sola vida no nos basta” ». Nunca dejó de perseguir en sus relatos a los otros, al otro ausente, esa huella que dejan en una vida que continúa tan sólo como una hipótesis realizable. A través de esos “otros”, el narrador seguía monologando, y desde su escogida falta de certezas, como le hacía decir a un posible Pessoa en su maravillosa obra Réquiem .
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