Locus amoenus
Stendhal y el amor andaluz
Stefan Zweig escribió: «Stendhal miente, no por impulso exterior, sino para hacer su ser misterioso e interesante». ¿Qué podía hacer más interesante a Stendhal al romper el siglo XIX? Sugerir que había venido a Sevilla.
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Iniciar sesiónEl autor de 'Rojo y Negro' (1830) jamás visitó Andalucía -que sepamos-, pero ello no le impidió escribir un relato como «El arca y el fantasma. Aventura española» (1830), ambientado en Granada. Dentro de aquella trama de bandoleros, Stendhal introdujo una trágica historia de amor, ... donde el sevillano Fernando terminó decapitado y su amada Inés refugiada en un convento de clausura. Para Stendhal, entonces, el amor de Fernando era tan sublime y apasionado, que corría el riesgo de no ser comprendido por un pueblo como el francés, «que por encima de todo ama el dinero y no peca casi por odio o por amor», como advirtió en las primeras páginas de 'La Cartuja de Parma' (1839).
Sin embargo, casi veinte años antes, Stendhal había publicado 'Del amor' (1822), un bellísimo ensayo dedicado a aquel sentimiento que abrió en canal la vida de Stendhal, y donde acerca del amor en España escribió: «Andalucía es uno de los más seductores escenarios que la voluptuosidad haya podido elegir en la Tierra. Yo tenía tres o cuatro anécdotas que indicaban hasta qué punto los tres o cuatro actos de locura diferentes, cuyo conjunto integra el amor son reales en España; pero me aconsejan que las sacrifique a la delicadeza francesa. En vano he alegado que yo escribía en lengua francesa, pero no ciertamente en literatura francesa». ¿De dónde venía la fascinación andaluza de Stendhal? De sus lecturas de Merimée, Beaumarchais y Chateaubriand, quienes dejaron rendidas impresiones de Andalucía en general y Sevilla en particular, que instaron a Stendhal a solicitar el consulado de Cádiz y a fantasear con el barrio de Santa Cruz.
En realidad, como Stendhal escribía «de oídas», mezcló al mismo tiempo las casas de la judería con el Alcázar de Sevilla, de modo que leemos de nuevo: «Los moros, al abandonar Andalucía, dejaron en ella su arquitectura y casi sus costumbres. Ya que me es imposible hablar de las últimas en la lengua de madame de Sévigné, diré al menos de la arquitectura morisca que su principal particularidad consiste en que cada casa tenga un pequeño jardín rodeado de un pórtico elegante y esbelto. Allí, durante los calores insoportables del verano, cuando durante semanas enteras el termómetro de Réaumur no baja nunca de treinta grados, reina bajo los pórticos una penumbra deliciosa. En medio del pequeño jardín, hay siempre un surtidor cuyo rumor uniforme y voluptuoso es el único que turba este delicioso retiro. La pila de mármol está rodeada de una docena de naranjos y de adelfas. Un toldo de lona cubre en forma de tienda todo el jardincito y, protegiéndole de los rayos del sol y de la luz, sólo deja penetrar las pequeñas brisas que a eso del mediodía vienen de las montañas».
No obstante, la Sevilla de Stendhal provenía también de 'El barbero de Sevilla' (1775) y 'Las bodas de Fígaro' (1778) de Beaumarchais, de donde tomó la imagen idealizada de las sevillanas: «Allí viven y reciben las encantadoras andaluzas de tan vivo y tan ligero andar; un simple vestido de seda negra guarnecido de franjas del mismo color y dejando ver el precioso empeine del pie, una tez pálida, unos ojos que reflejan los matices más fugitivos de las pasiones más tiernas y ardientes; tales son las criaturas celestiales que está prohibido traer a escena». Algún día escribiré acerca de la fascinación francesa por los diminutos pies de las sevillanas.
Reconozco que en 'Del amor' Stendhal no mencionó expresamente a Sevilla, pero las referencias andaluzas que tomó de Merimée, Beaumarchais y Chateaubriand eran sevillanas. Por otro lado, no echo en falta que no haya venido a Sevilla, porque Stendhal escribió acerca de Sicilia y tampoco visitó Sicilia, pues como reconoció Leonardo Sciascia en 'Adorable Stendhal' (2005): «…sabemos con certeza que nunca hizo un viaje a Sicilia. Deseó hacerlo, muchas veces lo programó, diseñó inclusive el itinerario: pero nunca lo hizo. Eso, naturalmente (tal era su naturaleza), no le impidió escribir, y más de una vez lo hizo». ¿No es halagador que hiciera con Sevilla lo mismo que hizo con Sicilia? ¿Presumir de haber estado aquí?
Stefan Zweig comprendió tanto a Stendhal que escribió: «Stendhal miente, no por impulso exterior, sino para hacer su ser misterioso e interesante». ¿Qué podía hacerlo más interesante cuando rompía el siglo XIX? Sugerir que conocía Sevilla y a las sevillanas.
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