Flamenco SinCejilla
Los sevillanos triunfan en el Ballet Nacional de España
Rubén Olmo, su director, estrenó con éxito la obra ‘Invocación’, para la que Manuel Busto ha compuesto la música
Luis Ybarra Ramírez
La sevillanía, como las exigencias, tiene muchos rostros. El último estreno del Ballet Nacional en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, un éxito que ha dejado las taquillas sin aliento semanas antes de su fecha indicada y elogios por parte de la crítica ... y el público , alberga varios de ellos. Los sevillanos han desembarcado en ese ballet a través de la obra ‘Invocación’ con diferentes sensibilidades. Triunfaron en San Petersburgo antes que en la capital española, y esperan hacerlo también en Valencia esta primavera.
‘Invocación’ viene de la mano de Rubén Olmo, el director desde 2019, quien nació en el Cerro del Águila . La música de la primera parte, una creación nueva, la firma el compositor Manuel Busto , de Los Palacios. Y en la segunda, cuando la orquesta se retira y da paso a un cuadro flamenco, es Gabriel de la Tomasa quien rompe con la voz el silencio ante unas figuras que se mueven con la delicadeza de la porcelana. El hijo de José, cómo no, es de la Calle de la Feria. Y el bailaor que flota sobre las tablas del escenario en busca de viejas leyendas, por su parte, carga en la médula una de las estéticas más poderosas de los últimos tiempos: la que con naturalidad impuso Antonio El Bailarín , quien dio sus primeros pasos entre la Plaza Nueva y la Magdalena. Sevilla está tatuando el aire de esos espacios que pisa. Con talentos desiguales que se unen. Con ideas que parten de la escuela bolera y, de pronto, desembocan sentadas en un taburete que a golpe de planta y tacón llaman a Mario Maya. Hechas ya flamenco.
«El público de Madrid y el de Sevilla tienen algo en común: son exigentes y agradecidos , pero es cierto que lo que se valora en un sitio y otro no coincide», comenta Olmo. «En Sevilla, por ejemplo, hasta quien no sabe mucho lo entiende todo a la perfección. Son conscientes del sacrificio, de lo que cuesta. Pero sucede como en el toreo: lo que gusta aquí no es lo que gusta allá. En cuanto a su aportación al arte, es esencial, está omnipresente. No solo ha dado grandes genios, sino genios muy diversos entre sí».
Él ha vivido donde el trabajo le ha conducido. En su ciudad natal, por supuesto, pero también en Barcelona y Madrid, donde ahora reside. Además, el Premio Nacional de Danza ha viajado por todo el planeta con su arte. «Salir te permite mirarte desde otro punto. Conocerte mejor, por tanto. Y además te permite volver, que siempre es una sensación gozosa. En el Teatro de la Maestranza estaremos en mayo con otra obra, ‘La bella Otero’. Mientras los sevillanos seguimos juntándonos de forma casual por otros lugares».
Chano Lobato y el compás de la Navidad
Chano Lobato no desveló el misterio de la Navidad, sino el de las reuniones: «Quien sepa tocar las palmas, que las toque. Quien no, que coja tapitas» . El gaditano, un superdotado rítmico, se distraía cuando la arritmia se hacía notar. Esto le sucedió durante la grabación de un programa para Canal Sur: se sentó en la silla y, tras varios intentos de conectar con el cante sin fortuna a causa de unos golpes fuera de sitio, se levantó y se marchó. Dónde va este hombre, se preguntaron. Y al poco apareció con la solución. Se fue adonde había detectado el error para colocarle unos guantes de lana, y sentenció: «Ahora toca las palmas todo lo que quieras».
Vienen tiempos de reuniones , aunque ahora se tambaleen, y es la Navidad el único momento en el que se permite mostrar entre los tuyos esas escasas virtudes. Hay quien, con gran habilidad, finge emitir sonido con las manos, pero no solo toca las palmas sordas, sino mudas. Hay, también, quien se aprovecha del alborozo de las fechas y comparte lo que no tiene; el éxtasis del instante le empodera. Chano, que nació por diciembre, le contempla.
‘Clásico x flamenco’, de Pedro Sierra y Arnaud Dumond
Este proyecto llevaba bullendo en su interior, el de Pedro Sierra, desde hacía años. Y ahí está, con su compañero francés Arnaud Dumond, guitarrista clásico. El resultado, a la contra de lo que se podría imaginar en un principio, es un disco de música excelsa y potable, digerible por cualquiera, fácil de disfrutar. Basta con conocer algo del repertorio clásico más elemental o, simplemente, tener cierta sensibilidad hacia la melodía para quedar embelesado con estos acordes populares que ahora visten chaqueta de hondura. Juntos, a cuatro manos, han abordado el Adagio del ‘Concierto de Aranjuez ’, esa pieza de Joaquín Rodrigo tan reconocible, en dos versiones. Una de ellas, por bulerías, la primera que escucho cuadrada en este compás, lo que le otorga un vuelo, al fin y después de tantas aventuras, diferente. En este punto, esperemos que no suceda lo mismo que con Rycardo Moreno, a quien la familia del maestro, poseedora de los derechos, obligó a retirar su obra cuando ya estaba en el mercado.
‘Asturias’, de Isaac Albéniz , trae la fuerza de la repetición y las lluvias de allá entre mástiles. ‘La vida breve’, de Manuel de Falla, dura cuatro minutos, lo mismo que el zapateado, donde con distintos códigos las sonantas llegan a la comunión. El icónico ‘Libertango’, del argentino Astor Piazzola , algo de barroco, en Bach y la bellísima ‘Sarabande’, de Handel , además de unas pocas composiciones propias van regando pentagramas e ideas. A esos discursos se suma la voz de La Tobala por bamberas. El rasgueo, el picado, la alzapúa… El flamenco ha venido aquí a encender lo clásico. A devolverlo con toda su sutil visceralidad.
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