Las recomendaciones de cante para toda la Bienal de Flamenco de Sevilla

Si José Valencia hubiera nacido dos décadas atrás de los 70, tendría hoy, al menos, una decena de álbumes en el mercado. Para disfrutarlo, vaya a sus discos «Directo», «Solo flamenco» o las colaboraciones que ha realizado con Juan Carlos Romero, Rycardo Moreno y Joselito Acedo. Para vivirlo, sin embargo, ha de acudir donde desarrolla su mejor obra, la más efímera, imposible de reproducir, voluble: la que despliega sobre el escenario . Conserva el cante de su tierra desde la senda que marcó Juan Peña El Lebrijano, su paisano y maestro directo, pero incorporando destellos de aquí y de allá, de Manuel de Paula, de Antonio Mairena, también, por su puesto, suyos propios. Y es esta la razón por la que su voz se alza hoy como una de las más arrebatadoras del panorama actual, porque es tradicional, pero inconformista , por lo que se arma alrededor de proyectos que tratan de explorar otros territorios: la poesía caló, la raíz holgada de su apellido, el teatro.

En esta ocasión, acompañado por Juan Requena a la guitarra y con varios artistas invitados, llega al teatro Lope de Vega el día 7 de septiembre con «La alta torre», una idea original del periodista Francisco Robles en la que las «Rimas» de Bécquer se convierten en tarantas, bulerías, seguirillas y tangos cuando se cumplen 150 años de su muerte. María Terremoto también cantará al poeta de San Lorenzo en este espacio, pero la queja que abre el telón con los textos que esclarecieron lo que sería la modernidad es la de José Valencia. «Saeta que voladora/cruza arrojada el azar,/sin adivinarse dónde/temblando se clavará». ¿Quién dijo que sus versos no poseían un aura flamenca?

Inés Bacán, El Pele y paremos de contar. Quienes más tiempo llevan representando esta manifestación artística por el mundo no están bien representados en la programación de esta edición. Ambos, la lebrijana y el cordobés, son buenas opciones para arriesgar y apostar por una propuesta que corre riesgos de extinción, por una promesa de noche inolvidable que nos permita decir, dentro de muchos años, ese presumido «yo estuve allí» que tanto provecho tiene después en una conversación. El riesgo está, eso sí, en que su arte es caro, tanto que a veces se paga y no se consigue, pues no siempre aparece . Manuel Moreno El Pele es un profesional enorme, pero está a merced de los duendes, como todo lo que se presta a la espontaneidad y el momento. Las matemáticas son otra cosa.

Sugiero «A sangre», el día 15 de septiembre en el Lope de Vega, porque este cantaor ha esculpido en mármol su nombre dentro de este marco varias veces y podría volver a hacerlo . Su flagelación por soleá, su lamento extremo, la lengua con sabor a cadmio, lo que queda más allá del compás. La escasez de estos ayeos, además, en los últimos diez años, se ha convertido en su mayor atributo. Que sean Diego del Morao, Niño Seve y Dani de Morón sus cómplices suma a favor de la inspiración.

Aún no tiene disco, aunque ya está trabajando en él, pero el tríptico que representa este cantaor afincado en Sevilla ha ganado una legión de seguidores desde su tardía exposición ante el público. Camarón de la Isla, Enrique Morente y Tomás Pavón. Esas son las tres bases en las que apuntala su garganta, donde se produce un estallido de emociones rotas que merece todos los elogios . Hablo de garra, afinación, sentido rítmico, facultades, elegancia, raza.

Lo novedoso del recital que ofrecerá el 21 de septiembre en el Lope de Vega con respecto a los anteriores es que aúna tres escuelas y no son, por supuesto, las a priori más evidentes: Chocolate, Fosforito y Morente . Llanto, disciplina, creatividad . Tres vertientes bien diferenciadas de una misma expresión cultural por la que, seguramente, se cuele ese huracán de luz tostada al que gozosamente nos hemos acostumbrado. Rancapino Chico, quien también actuará en solitario, y Rafael de Utrera, junto a Trío Arbós, son dos alternativas.

Algo de moderneo, por si gustan. Tomás de Perrate y La Tremendita están vinculados a un concepto más heterodoxo del flamenco, aunque no llegaron a la vanguardia por el camino más corto, sino que pertenecen a lo jondo y construyen su discurso musical a partir de este punto, con conocimiento de causa. La aparición del primero en la pasada edición de la Bienal no fue bien recibida. La segunda, por el contrario, logró un sonido personal y envolvente, con esencia flamenca y fondo rockero, que seguirá enarbolando en «Tremenda» el día 29 de septiembre también en el Lope de Vega. De ahí mi sugerencia.

Tiene media cabeza rapada, viste con tachuelas y piercings, toca el bajo y, sin disponer de grandes recursos vocales, ha alcanzado una atmósfera en sus directos y en su álbumes de estudio, como su último «Delirium tremens», de enorme interés . Lo que Triana le legó lo ha llevado, por tanto, a otro lugar donde encuentra amistades, detractores y posibles espectadores que aún no la han conocido. Rancapino y Andrés Marín le acompañan en este breve viaje hacia sí misma. Orígenes y proyecciones que definen la singular simbiosis del cuero y las eneas sobra las que cabalga.

Sevilla la ha visto triunfar y fracasar. La ciudad sabe de lo que es capaz de hacer esta artista que deglute el escenario con un par de miradas y quiere reencontrarse con su mejor versión en la clausura del festival el 4 de octubre, en el teatro Lope de Vega. La hija de Enrique Morente tiene voz de charco, quién no la ha escuchado, y su oportunidad se espera con ansias desde este patio de butacas que desea, no sin dudas, verla brillar. Lo de Estrella Morente en concierto puede deparar muchas cosas. Prendo mi vela y quedo a la espera.