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Rafael de Utrera: «Pandemia y cáncer sonaba fatal en mi familia»

El 15 de febrero presenta el recital ‘En capilla’ en los Jueves Flamencos de la Fundación Cajasol

Rafael de Utrera en concierto Raúl Doblado

Luis Ybarra Ramírez

Hace doce años el cáncer tocó las puertas de su casa. No lo llamaba a él, sino a su mujer, Carmen Lozano, bailaora. La enfermedad se convirtió por fortuna en un susto, pero volvió a ponerse la máscara de zozobra en el corazón de la ... pandemia, afectando a otra parte de su cuerpo. « El 2020 iba a ser mi año . Estaba en Japón. Tenía 40 conciertos en solitario por delante, pero tuve que volver a España. Se canceló todo, justo cuando me había decidido a dar un paso adelante y parecía que iba a tener suerte... En mayo, además, volvimos a tener noticias del cáncer. Lo de vivir con continuas revisiones, siempre alerta, tiene ese lado bueno. No te deja, pero te permite llegar a tiempo. Me quedé entre mi casa de Morón, donde nos mudamos para estar cerca de su familia la primera vez que tuvimos que luchar contra esto, y el hospital, que estaba colapsado por el coronavirus y con todo tipo de restricciones. Además, sin trabajo. Pandemia y cáncer sonaba fatal en mi familia. Mi mujer ahora está bien», comenta Rafael de Utrera.

Comenzó de camarero siendo un niño, subido a una caja de botellas para dar la talla, aportar unas pesetas a sus padres, encargados de sacar adelante a cuatro pequeños, y escuchar a los artistas utreranos que pululaban por allí. El destino, sin embargo, tenía otros planes.

A su esposa la conoció en Los Gallos , en Sevilla, antes de iniciarse como profesional. Él merodeaba por allí, como el que no quiere la cosa, pero sabiendo perfectamente lo que quería. Y una noche, después de mucho mirar desde abajo, se subió a cantar por soleá. Andaban reclutando gente para trabajar en el Tablao El Cordobés , en Barcelona, y se los llevaron a ambos, facilitando así los objetivos de Don Juan en una etapa que lo conectó con las primeras personalidades del flamenco: Cristina Hoyos, Farruco...

«Cuando me llamaron para trabajar con Paco de Lucía pensé que era una broma. ‘Niñato’, me dijeron»

En 2001, al terminar una actuación con Manuela Carrasco en los Jueves Flamencos de la Fundación Cajasol, le sonó el teléfono. Estaba en Baco, festejando. «Mañana me mandas tu pasaporte a Getafe que te vas a Estados Unidos a cantar con Paco de Lucía» . «¿Está de broma? ¿Quién es usted?», respondió. «Ramón de Algeciras, niñato», le colgaron. Y así conoció al genio de la guitarra: dos días antes de actuar en Washington. Junto a él, más tarde, recorrió el mundo, llenando coliseos tan destacados como el Hipódromo de Roma. «Parecía que iban a tocar los Rolling Stones, pero venían a vernos a nosotros». Vicente Amigo, Juan Carlos Romero y Tomatito son otros de los guitarristas con los que ha viajado y grabado en el estudio. A los Jueves Flamencos, que esta vez caen en martes, el 15 de febrero, se presenta en solitario con el recital ‘En capilla’. A ver quién le llama a la salida, me pregunto. Está en plenitud, con ganas de compartir la rabia melosa que de siempre derrocha y dar un golpe, otro, en la mesa.

El Festival de Jerez reencuentra al público con la danza

Un homenaje al poeta José Manuel Caballero Bonald, el 17 y 18 de febrero, y otro a Antonio El Bailarín, este por parte del Ballet Nacional con motivo de su centenario, inauguran el Festival de Jerez, que cumple su XXVI edición. En ella, la cita se reencuentra con el público con los aforos sin restricciones y apostando, como es habitual en su línea de programación, por la danza.

Alfonso Losa, tras su éxito en la Suma Flamenca de Madrid con ‘Espacio creativo’, presenta su obra en Andalucía, como Rocío Molina, que sigue bailando lo que le sugieren los extractos de la sonanta. El Pipa, El Choro, Manuela Carpio, Rosario Toledo, Macarena López, Mercedes de Córdoba y otros tantos llegan con estrenos absolutos. No faltará Farruquito ni Manuela Carrasco. Tampoco Javier Barón, Manuel Liñán, Rafael Campallo, María Moreno, Ángel Rojas, Olga Pericet, Estévez & Paños ni Ana Morales. Pansequito, Luis El Zambo, José Valencia y María Terremoto son algunos de los pocos encargados de llevar a Jerez el cante. Serranito, Juan Requena, Daniel Casares, Joselito Acedo y Salvador Gutiérrez, la guitarra.

‘Leyendas vivas’, de Morenito de Íllora: nostalgia y oficio

Suenan, al fondo, unas palmas sordas que traen a este teclado el compás de la soleá por bulería. «Cuando se acerque el alba..», jadea Morenito de Íllora, que ya no es ese niño que cantaba por Camarón. Tiene 56 años, se ha rodeado de las guitarras de Manuel Parrilla, Pedro Sierra, Diego del Morao, Salvador Andrades, José del Tomate y José Manuel León, y viene a confirmar una teoría: el peso del pasado en el flamenco. Las grandes corrientes de la segunda mitad del siglo XX siguen marcando el ritmo de las cosas. Los estribillos en los coros solo funcionan si no se abusa de ellos. Lo canastero tiene público. Y lo de los 90, mayoritariamente, fueron modas, mientras que lo que se inició en los 70 perdura en las voces de hoy, igual que el Torre y Pastora, Chacón Mairena, Marchena o Caracol. Clásicos, en definitiva.

Él bosteza y Camarón de la Isla, su padrino artístico, se le sale por la boca encontrado con otro puñado de referencias: La Perla, por ejemplo, en las alegrías, o Paco de Lucía, a quien invoca. Sobre esas estructuras ya definidas aporta su sensibilidad, algunas letras y el recuerdo de aquella época que pudo vivir por empezar en esto a eso de los 14 años, cuando se bautizó en un escenario. La bulería, que se muestra hecha canción, es su palo dominante. También se acerca al taranto y al fandango natural, a los tanguillos, los tangos y el martinete como cierre de su discurso.

‘Leyendas vivas’ trae una nostalgia algo excesiva, pero está lleno de oficio. De dolor, afición y amor por esta cultura a la que tan bien le sienta una garganta a punto de quebrarse y a la que le sobran siempre los adornos. Sin Duquende o Potito en esa generación, andaríamos locos hablando de este Morenito de Íllora que sabe lo que daña.

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