«Manuela», el clásico sobre la mujer y el campo de Manuel Halcón, el Lampedusa andaluz

Buena parte de la potencia de esa secuencia y otras muchas de la película, que García-Pelayo amplificaría con las primeras canciones de un rock andaluz que como productor ayudó a fraguar, ya se encontraban en «Manuela», la novela que había publicado en 1970 Manuel Halcón , uno de los grandes narradores andaluces de la segunda mitad del siglo XX y que durante su vida pudo gozar de algo a veces tan raro como favor de la crítica y el aplauso de los lectores .

Un escritor que se despidió voluntariamente de la vida en 1989, tras haber dejado una literatura que encontraba su territorio narrativo en un mundo al borde de la desaparición: el de la aristocracia andaluza , a la que él mismo perteneció como Marqués de Villar del Tajo .

Cuando publicó «Manuela», que acaba de reeditar la editorial sevillana Athenaica en colaboración con el Ayuntamiento de Lebrija , Manuel Halcón afrontaba ya como miembro de la Real Academia Española el último trecho de una carrera literaria que había dado sus primeros pasos en los años 20, cuando publicó su debut novelístico, su premiado por el Ateneo de Sevilla «El hombre que espera» , y participó en revistas como «Mediodía» y «Papel de Aleluyas» , junto a su primo Fernando Villalón .

Al poeta y ganadero de la Generación del 27 le dedicaría, tras haber hecho la Guerra Civil en el bando vencedor, otra de sus obras más destacadas, la imprescindible «Recuerdos de Fernando Villalón» (1941), en una bibliografía en la que destacan también «Monólogo de una mujer fría» (1960), que le valió el Premio Nacional de Literatura y que, junto con «Manuela», una novela ya con categoría de clásico, permiten apreciar la complejidad y solidez de sus personajes femeninos , además de un campo andaluz en plena transformación

«Yo tengo bastante con padecer la psicología masculina y la femenina es un componente del espectáculo que para mí es la mujer . Pero cuanto más las miras, más comprendes que no sabes nada de ellas. Responden de una manera diferente a cualquier estímulo y circunstancia , sobre todo a los estímulos», señalaba el propio Halcón en una entrevista a ABC en 1983, periódico del que fue subdirector en 1939.

Manuela, la protagonista de la novela, es una mujer poderosa y que debe defenderse continuamente de un entorno social de la Baja Andalucía que confluye continuamente sobre la choza en la que vive, a pocos pasos del sombrajo en el que vende melones en verano.

Porque alrededor de Manuela gravitan desde su marido, Antonio, aspirante a cantaor y que pronto la dejaría sola con el hijo de un matrimonio anterior, a «El Moreno» , guardés de una dehesa próxima de oscuro pasado, pasando por el usurero « Aguacharco » o Don Ramón , terrateniente fin de linaje y secreto admirador de la protagonista.

Ese relato del final de la aristocracia andaluza ha sido fuente de críticas para Manuel Halcón, creando el tópico de escritor «señorito» , cuando las pretensiones de la elegante y depurada prosa del autor sevillano corren paralelas a las de otro escritor aristócrata: el italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa , príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiar, pero recordado, sobre todo, por ser el autor de «El gatopardo» .

De hecho, sobre la aristocracia, el propio Manuel Halcón señaló: « No defiendo esta mentalidad , que considero anacrónica , pero pienso que alguien debe detenerse a testimoniar un poco sobre la lenta evolución de estos señores», como recuerda el crítico cultural Fran G. Matute en uno de los dos prólogos a esta edición de «Manuela». El segundo, lo firma García-Pelayo.

En su texto, Matute contextualiza, además, el i mpacto que causó la novela cuando se publicó, un momento en el que la narrativa andaluza se había convertido en un «fenómeno sociocultural» , gracias a los denominados «narraluces» , entre los que se contaban José Manuel Caballero Bonald, Alfonso Grosso, Manuel Ferrand, Manuel Barrios ... De hecho, el éxito de su publicación provocó que se considerara a Manuel Halcón como un «pionero» de esta corriente, aunque su narrativa se desmarcara del barroquismo de los «narraluces».

«Me atengo a que la idea, en la novela moderna , debe estar supeditada a la dinámica de reflejos humanos de la época. Las descripciones minuciosas, cumplidas, no hay quien las aguante ya. El cine y los cursos acelerados modificaron el ritmo de la percepción », escribía el propio Manuel Halcón sobre un estilo que dejaba de lado cualquier artificio para ir a lo esencial.

Aunque mucho mejor definía la narrativa de este escritor otra de las grandes firmas de ABC: César González Ruano , de quien dijo que «llevaba tinta en su sangre». «Me pareció siempre así como un escritor aparte, como un escritor discípulo de sí mismo, maestro de sí mismo , como si tanta genealogía personal disimulara una genealogía literaria, aunque bien se podría, en esta, buscar y encontrar la rama poderosa de Juan Valera ».

Lo escribía el reconocido articulista español en 1965 en las páginas de ABC, en una de sus conversaciones, que remataba con otras esclarecedoras frases: «Este académico que podría él abrir la academia del sentir hondo y escribir claro ».