Flamenco
Japón, el país que conquistó el flamenco
David López Canales relata en 'Un tablao en otro mundo' las relaciones de los flamencos en el país asiático y de los nipones que vinieron a España en busca del duende

La presencia de artistas flamencos en los principales teatros del mundo es algo habitual, especialmente, desde la segunda mitad del siglo XX. El género ha prendido entre los aficionados franceses, alemanes, estadounidenses... pero es en Japón , un país tan alejado y ... de costumbres tan radicalmente distintas al mundo flamenco, donde despierta más pasiones .
La prueba se puede ver cada dos años en los talleres que se organizan en torno a la Bienal de Flamenco , donde las japonesas son abrumadora mayoría. Pero hay más datos que aporta la embajada española: 80.000 japoneses estudian flamenco en las más de 500 academias del país asiático, al que no solo acuden artistas en gira, sino también a dar clase y a actuar en su red de tablaos, la más numerosa que hay fuera de España.
El flamenco comenzó a conquistar Japón hace aproximadamente medio siglo, lo que ha propiciado un intercambio cultural de ida y vuelta , con artistas que iban al otro lado del mundo a ganar un sueldo que en los años 70 podía ser hasta cinco veces superior a lo que ganaban en un tablao madrileño; pero también de japoneses que casi sin saber español hacían el viaje inverso tras haber quedado fascinados por el baile de Carmen Amaya .
Esta historia es la que relata el periodista David López Canales en ‘Un tablao en otro mundo’ (Alianza), crónica de cómo el flamenco conquistó Japón, contada con amenidad y apta para neófitos en este arte, con testimonios en primera persona de figuras, como Cristina Hoyos, Manolete y Pepe Habichuela , pero, sobre todo, con las historias de los que se ganaban la vida en el tablao y que encontraron en el país del sol naciente mejores sueldos, así como un respeto por su arte que en los 70 no encontraban en España.
«Me parecía que era una historia que había que contar , porque es absolutamente insólito. Nada podía indicar que se pudiera producir un encuentro cultural, humano y artístico entre Japón y el flamenco, dos universos paralelos que se encontraron y que convirtieron en una pasión única en el mundo. Cómo algo tan descuidado en muchas ocasiones en España provoca esos terremotos de pasión en otros sitios del mundo», explica López Canales.
La historia la cuenta este periodista alternando los testimonios con

pinceladas sobre cómo el flamenco se fue asentando en Japón, desde que lo bailó por primera vez La Argentina en 1929, relata, a las giras de los reverenciados Pilar López y A ntonio Gades en los años 60 que pusieron la semilla de los tablaos, el primero, ‘El Flamenco’, en 1967. Allí actuaría el matrimonio formado por Pepe Habichuela y Amparo del Bengala en 1968, contratados durante un año —los contratos solían ser de un mínimo de seis meses—, en los que los flamencos apenas salían del apartamento al tablao, guisaban en casa y la mayoría de ellos no se acostumbraban a la vida allí.
Fatigas que el sueldo y lo ganado por la venta de guitarras y trajes a los japoneses compensaba. Algunos como Chiquito de la Calzada , que cantaba para el baile antes de hacerse famoso en la tele, pudieron mejorar su vida comprándose una casa a costa de no darse ni un capricho en Japón. A otros, como Pepe Habichuela, «le cambia la vida. Porque con lo ganado no sólo se compra una casa, sino que tiene un colchón económico para dejar el tablao para irse con Enrique Morente », explica López Canales.
Pero más insólito le parece a esta autor el viaje inverso de los primeros maestros japoneses «que vienen a la España franquista a hacerse flamencos, sin saber español y siguiendo una pasión generada por haber visto bailar a Pilar López. Y tratan de entrar en un mundo cerrado y donde, en general, se reían de ellos». Pero algunos lo lograron, como Yoko Komatsubara , bailaora, alumna de Enrique El Cojo , y empresaria; pero también Shoji Kojima o Yasuko Nagamine . Los tres son las grandes referencias del flamenco en su país.

También hubo, aunque fueron pocos, casos de flamencos que se quedaron allí, como le sucedió a Enrique Heredia . Este cantaor cordobés lleva décadas viviendo en Osaka , donde ahora disfruta de sus nietos y las vivencias que comparte con sus alumnos. Porque si hay japoneses que se hicieron flamencos, también unos pocos, se hicieron, siguiendo la definición de Manolete que recoge López Canales, gitanos japoneses, en un cruce de caminos entre Oriente y España que sigue hoy tan vivo como hace medio siglo.
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