Fernando Iwasaki: «La educación es muy mala ahora y lo será aún peor con los recortes»
En «Papel carbón» el autor peruano muestra sus primeros cuentos, escritos entre 1987 y 1993, en los que habla de la muerte, los toros, el amor o el erotismo que trataría de una manera más directa y profunda durante su madurez narrativa

Fernando Iwasaki (Lima, 1961) escribió la mayoría de estos cuentos, que ha reeditado Páginas de Espuma, antes de cumplir los 30 años con una máquina de escribir de su padre, de los años 50, con las que no se podía corregir sin hacer un borrón en el papel.
—¿Echa de menos la máquina de escribir?
—Sí. Me parecen unos aparatos entrañables y más con la que yo escribí esos relatos que estaba guardada en un armario de la casa de mis padres en Lima y que nadie utilizaba.
—Antes las cosas se hacían para que duraran casi toda la vida. Ahora, si duran tres años, te puedes dar por contento...
—Es una pena que ahora todo se haga para tirar. Mis padres, cuando vienen a España, se llevan al Perú los zapatos a los que hay que cambiar medias suelas y que aquí ya no se reparan.
—Pues con la crisis las zapaterías están recobrando su esplendor...
—Puede ser. En Hispanoamérica le aseguro que nunca se han dejado de reparar medias suelas.
—¿Allí se aprecia mejor el valor de las cosas que en España?
—Es que allí siempre hemos estado en crisis y se cuidan y conservar mejor las cosas para que duren más.
—¿También se cuidan mejor allí las relaciones humanas, los amigos y las parejas para que duren más?
—Pues seguramente porque en Europa se ha extendido la idea de que nada es para siempre y que todo tiene fecha de caducidad.
—¿Y eso qué le parece?
—Me parece un contradiós. Hay cosas que deberíamos intentar que duraran toda la vida: la amistad, el cariño, la ilusión, la lealtad, la decencia, educación, el respeto, el compromiso, la discreción, el consenso, etc.
—¿Esos valores pueden haberse perdido para siempre?
—Espero que vuelvan a recuperarse porque me parece básico.
—¿Y cree que eso puede tener algo que ver con la crisis que estamos sufriendo y que ya está durando mucho más que unos zapatos?
—No me gustaría generalizar. Hay individuos que han perdido esos valores tanto en países pobres como en España o el resto de Europa y hay individuos tanto en unos como en otros que los han sabido conservar.
—¿No se referirá a Mourinho?
—(Risas). No, ni a él ni a personas que salen mucho en ciertas revistas y en algunos programas de televisión que para mí no son ejemplo de nada.
—¿A quién se refiere entonces?
—A intelectuales más o menos conocidos, pero también a personas anónimas, algunas del campo que he conocido y que no tienen formación académica pero sí una gran educación que han recibido de su familia y que les ha procurado un envidiable saber estar. También me refiero a profesores de instituto, padres de familia, compañeros de trabajo y algunos políticos, pero que no son los que mandan ni los más mediáticos.
—El partidismo de nuestros dirigentes no se aplaca ni en una situación de emergencia. No hay manera de que se pongan de acuerdo en nada.
—Si la mayoría de las personas decidimos no ser políticos es porque tendemos a dar la razón a quien la tiene y en España un político no puede dar la razón a quien no sea de su partido.
—En Alemania no pasa eso...
—En 2005 ya advertí en ABC que algo gordo iba a pasar porque los alemanes se habían unido, los democristianos y los socialistas.
—¿Y no sería necesario hacerlo ahora en Andalucía?
—Sería mucho pedir y no creo que ocurra. Ojalá los que gobiernen lo hagan bien avenidos.
—¿La educación es lo más importante que hemos ido perdiendo desde que usted escribió estos relatos, hace ya más de 25 años?
—La educación en el sentido del conocimiento es una de las cosas que se ha ido adelgazando por esa supuesta utilidad práctica y esa adaptación moderna al mundo real. La gente sale de los institutos y universidades con menos conocimientos que antes y está teniendo problemas para integrarse en el mercado laboral.
—Con los recortes que se anuncian, ¿iremos aún a peor?
—Los resultados son malos ahora y serán peores aún con menos recursos. La solución no es el recorte.
—¿Y cuál sería la solución?
—Cambiar los conceptos, de tal manera que sean las familias las que decidan dónde van a invertir sus recursos en educación. Todos tenemos derecho a una educación pública. La familia que manda a su hijo a un centro privado tiene derecho a un porcentaje de lo que paga con sus impuestos, para no pagar dos veces.
—¿Se reconoce en estos relatos juveniles en los que habla de toros, de monstruos, de erotismo y de desencuentros generacionales?
—Me reconozco. Y esos desencuentros han ido a más desde entonces.
—¿Y su forma de escribir?
—A partir de 1996, con «El descubrimiento de España», cambió mi forma de escribir. Creo que logré el tono, que para mí es más importante que el estilo y casi los personajes.
—Con 25 años se sabe poco de la vida y no se tiene mucho que contar. Sin embargo, hay excepciones como Yourcenar, Borges, Mann, Rubén Darío o Vargas Llosa. ¿Cómo puede lograr eso un escritor, aparte de leyendo mucho?
—Borges dice en un poema que en una sola noche descubrió el amor y la muerte. Si tienes muchas experiencias de joven y te has podido formar, la edad deja de ser importante.
—¿Con humor es la única manera de contemplar el mundo actual, lleno de problemas, desigualdades e injusticias?
—Yo creo como Fernández Flórez o Camba que con el humor se puede conseguir todo lo que uno se plantee.
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