Flamenco SinCejilla
Se busca fandango perdido, se ofrece recompensa
Manifiesto en defensa de un estilo extinto, el que desarrollaron cantaores como El Sevillano, Gordito de Triana, El Peluso y Chocolate
Tan cortito era, tan pequeño, que se ha ido y no lo hemos visto despedirse, a la francesa. Se ha marchado, en realidad, hace tiempo, aunque resulta difícil señalar la fecha concreta de su partida. Desde que se fue, eso sí, muchos aficionados lo han ... estado buscando, pero nada. Equipos humanos han rastreando discos de este siglo y teatros, también salas, incluso fiestas, videos de Youtube, grabaciones caseras... Que no. Que no está. Cuando dejaron de mirarlo sintió que sobraba y ahora, después de tanto, nos hemos dado cuenta de su valía. Lo echamos de menos y merece, por si acaso decidiera volver, un manifiesto en su defensa. Se busca el fandango cortito que tantas satisfacciones dio en la escena sevillana de al menos seis décadas atrás . Un estilo que hemos de reclamar con fruición, pues no tiene presencia notable en ningún cantaor de hoy por su extrema dificultad.
Hablo de los estilos que cultivaron artistas tan personales como Antonio El Sevillano, El Peluso, Pepe Pinto, Gordito de Triana, Pepe Aznalcóllar o Chocolate, discípulo de esa convivencia en la que cada uno aliñaba lo suyo a su manera, pero con un denominador común: siempre sin excesos. Fandangos al tuétano, con silencios y tercios ligados, agónicos y sin adorno , susurrados a veces, dolientes y bellos, necesarios en esta época de hoy en la que parece primar el muestrario de facultades.
Nadie canta ahora estos fandangos, como digo, porque encierran una complejidad mayor que cualquiera que requiera un derroche de fuelle. Son hablados, cuentan relatos directos y expresarse a través de estos modelos no resulta sencillo. Es decir, encender al público evocando al arco melódico de Vallejo o del Gloria, tan majestuosos, es más fácil que hacerlo en la parquedad del Sevillano. «Mi cante es “recortao”, no se puede alargar» , señaló en una entrevista.
A través del fandango, el palo más popular en un momento determinado, igual que en la actualidad lo es la bulería, levantaron sus carreras figuras que florecieron o partieron de la Ópera Flamenca. La Alameda era un hervidero de estos dardos y, qué tristeza, se han esfumado. Por eso, mi obligación como enamorado de esta forma de manifestación artística tan propia de una sociedad que gusta de las historias que duran menos de un minuto es abogar por su recuperación. Lanzo, entonces, alguna recomendación de los ya mencionados: «Canto de corazón», del Gordito ; «Lo besaba y lo mecía», del Chocolate ; «Porque el lujo te gustaba», del Sevillano ; «Aires de cerro Viento», del Niño Aznalcóllar más lírico; «Ni me causa desazón», del Peluso sin disfraz de Chaplin; y el «Es hombre sin corazón», del Pinto , tal vez el más reconocido de ellos. Quien se tope con algo así en un directo que lo comunique. Se ofrecerá recompensa.
«La voz del corazón», de Paco Duquelas: karaoke flamenco

Nunca ha sido tan sencillo y a su vez tan poco rentable encerrarse en un estudio a grabar un disco. La tecnología avanza y la captación monetaria desaparece. Qué rabia. Como resultado, sin embargo, tenemos desde hace años a artistas como Paco Duquelas, que antes nunca hubiesen publicado un álbum en solitario, pero que ahora deciden compartir sus debilidades porque, total, no hay mucho que perder y alguna satisfacción que dar. O que darse, más bien.
Es este el trabajo de un aficionado que, como si se tratase de un karaoke flamenco, ha registrado versiones de canciones que resoplan como himnos. Juanito Villar en el «Dímelo, dímelo» que le escribió Cepero en una repetición de acordes untuosa y pegadiza, «La estrella» de Morente , Felipe Campuzano colocando sus teclas en la voz de Moncho , Ramón Quilate y su «Carmen», El Paquiro , Los Chichos. Ese montón de composiciones hechas bolero, tango y rumba que tanto gustan a tantos.
En este karaoke, entrar a valorar las interpretaciones no está bien. Porque, claro, el «Para vivir feliz» que cantaba Jeros está aquí diluido de todo . En un karaoke se disfruta, no se muestra genialidad donde no hay. Y es cierto que ese universo desfasado que habla de amoríos y bocas a ritmo de garra, de corazones heridos, voces levantadas, brazos acompasados, despedidas y reproches resulta tan genuino que parece imposible que se marche. No lo niegue: ese repertorio de arreglos setenteros, entre discotequero, folclórico y jondo, es un delirio en el que regocijarse. A Paco Duquelas le gusta lo que a todos.
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