Los británicos Iron Maiden rinden a 15.000 fans en Sevilla
El público no paró de corear y saltar, pese a al pegajoso calor del estadio de La Cartuja
A. GUILLÉN
Pasaban cuatro minutos de las diez de la noche cuando se apagó la luz general del escenario y comenzaron los primeros compases de «Doctor Doctor» , de UFO, la pieza escogida por los ingleses Iron Maiden para abrir los shows de «The Book ... of Souls World Tour» . Sevilla recibió a la legendaria banda con un calor digno de las mismas puertas del infierno, lo que no impidió que desde varias horas previas al concierto una legión de seguidores se rifaran la poca sombra de los alrededores del estadio.
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Con un repertorio calcado a las citas previas, la primera parte del concierto estuvo marcada por una fuerte presencia de temas extraídos de su último disco doble , el más extenso de su carrera y que da título a la gira. Sonó «If eternity should fail» , y casi sin tiempo para que los 15.000 asistentes aplaudieran, arrancó la correosa «Speed of light» . A la tercera vino el primer campanazo de la noche con «Children of the damned» , de su disco de consagración «The Number of the beast» , de 1982, lo que provocó la primera ovación cerrada de la noche.
A estas alturas, el señor_ Bruce Dickinson subía y bajaba el escenario , micro en mano, como el verdadero dueño del calabozo. La banda en general ofreció un verdadero recital de intensidad. Nadie diría que la doncella de hierro lleve 41 años, 41, golpeando el gremio del Metal. Murray y Smith daban cuenta a guitarrazo limpio de las virtudes melódicas que los mantienen en la cresta de la ola, y Steve Harris cerró la muy coreada «The red and the black» con una alargada línea de bajo que bien pudiera simbolizar su poder en la sombra.
Tras ella sonó «The Trooper» , otro clásico, y casi empalmado «Powerslave» , del disco homónimo del 84, con un Nicko McBrain que en vez de 64 años parecía tener 64 brazos para tocar como le dé la gana la batería. Solo el señor Janick Gers, que unas veces pareciera irse por uvas y otras posaba para las primeras filas, desentonaba con la actitud entregada de sus compañeros, que lejos delucir como estrellas del rocanrol salieron al escenarrio dispuestos a sudar hasta el último de los aplausos. La primera parte terminó con la última de las canciones sacadas de «The Book of Souls» , la que le da título.
«Scream for me, Sevilla»
A partir de aquí, dieron un sonoro pisotón al acelarador y ya no volverían a levantar el pie hasta los bises. Tras una breve aparición de la mascota «Eddie» , que paseó las tablas como una barbie huesuda, volvieron a 1982 para ejecutar «Hallowed be thy name» , en la que Dickinson, soga en ristre, se colocó escoltando a Dave Murray para que con su conocido arpegio hiciera despegar la canción. Casi sin descanso acometieron «Fear of the dark» , otro de los momentos más vibrantes del show, que medio público recibió sin camiseta. Y a través de un denso pasaje de guitarras, de repente eclosionó otra de las perlas del repertorio, «Iron Maiden», de su disco de debut homónimo , con la que se despidieron del respetable. Aunque no hubo que esperar mucho para ver de nuevo a esta bestia de seis cabezas sobre las tablas. Una gran efigie satánica surgió del fondo del escenario al tiempo que arrancaba «The number of the beast» . Dickinson, que no perdió la ocasión de pedir su carismático «Scream for me, Sevilla», dedicó palabras de agradecimiento y arrancó «Blood brothers», muy coreada y enseguida la guinda con «Wasted years», que terminó con el público entonando «oeoeoé».
El público abandonó el estadio con los compases de la divertida «Always look on the bright side of life», de Monty Python, y con una sensación de plenitud que deja a losconstantes rumores de separación de la banda en eso, rumores.
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