Locus amoenus
Belmonte antes de Chaves Nogales: La biografía de Abraham Valdelomar
El delicado Valdelomar quedó aturdido cuando Belmonte le describió la sensación de lidiar desnudo al toro: «el frío resbalar de sus cuernos sobre mis muslos»
Fernando Iwasaki
Sin duda, Juan Belmonte matador de toros (1935) de Manuel Chaves Nogales es una de las dos grandes biografías de la literatura española -la otra es Riesgo y ventura del duque de Osuna (1930) de Antonio Marichalar-, pero esta ... referencia viene a cuento porque «El Pasmo de Triana» disfrutó de una biografía - Belmonte, el trágico: ensayo de una estética futura, a través de un arte nuevo (Lima, 1918)- que le dedicó el poeta Abraham Valdelomar , el gran intelectual peruano de aquella época, fundador de una revista mítica y desopilante cronista parlamentario.
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Regreso a la biografía de Chaves Nogales para acreditar la fascinación de Belmonte por Lima, pues ahí leemos que «Lima era como Sevilla. Me maravillaba haber ido tan lejos para encontrarme como en mi propio barrio» . En efecto, tan a gusto se encontró Belmonte en Lima, que se instaló allá durante un año, donde -por cierto- apalabró su matrimonio con una limeña , como le reconoció a Chaves Nogales: «Me casé, pues, por poderes, con lo que eludí la enojosa ceremonia. No estuve en mi boda, no he estado en los bautizos de mis hijas, no he ido a ninguna de las ceremonias a que me han invitado, y sospecho que ni siquiera voy a estar en mi entierro».
Enterado del inminente arribo de Belmonte, Abraham Valdelomar preparó una serie de entrevistas que realizó entre diciembre de 1917 y enero de 1918, porque a fines de aquel mismo mes Juan Belmonte le remitió una carta al autor, agradeciendo la escritura de Belmonte, el trágico y haciendo alusión a «las conversaciones que hemos sostenido». Aquella misiva sirvió de pórtico a la edición y en ella leemos una extraña frase de Belmonte: «No le doy mi opinión respecto a las cuestiones técnicas del toreo que Ud. trata, porque, como Ud. sabe, no entiendo una palabra del asunto». ¿A qué se refería Belmonte? Valdelomar cogió aquella frase por los cuernos: «Yo no entiendo de toros. No he conversado sobre este arte sino con dos artistas: Belmonte y Gaona ; y no trataré a otros. Los escritores taurinos no me tomen en cuenta porque Yo no soy crítico taurino. Para ellos la fiesta española tiene un sentido; para mí tiene otro totalmente distinto. Este libro no tiene relación de ningún género con los menesteres de la crítica de toros. Belmonte ha declarado que «no entiende de toros»; Yo, que tampoco entiendo, pienso o creo pensar como él en este libro. Eso me basta».
En realidad, la primera parte de Belmonte, el trágico es un ensayo de estética, donde Valdelomar hizo hincapié en la importancia del ritmo en la obra de arte y se propuso trasladar su concepto de genialidad a los toros, distinguiendo entre el genio natural, el genio inteligente y el genio artístico, quince años antes de la famosa conferencia «Teoría y juego del duende» (1933), donde Federico García Lorca acuñó las categorías de ángel, musa y duende. Para Valdelomar, Belmonte era un artista que dialogaba con Platón, Goya y Óscar Wilde, comparaciones que seguro halagaron al matador, pero que lo llevaron a responder «no entiendo una palabra del asunto».
La segunda parte de Belmonte, el trágico se anuncia como una «Biografía del Genio», aunque se trata de un perfil personal y literario, más bien elaborado a través de una entrevista donde el poeta cayó rendido y fulminado ante la personalidad de aquel matador que colapsaba las calles de Lima y aturdía a las señoras. Hablando en plata, el delicado Valdelomar también quedó aturdido cuando Belmonte le describió la sensación de lidiar desnudo al toro («sentía que sus cuernos rozaban mi cuerpo, el frío resbalar de sus cuernos sobre mis muslos, sobre mi pecho, sobre mis brazos; y yo estaba seguro de que el toro no me podía hacer daño; gozaba terriblemente con esta lucha que yo prolongaba por placer») y sobre todo cuando le dijo que en la plaza: «Me gustaría torear desnudo. Tener la sensación completa de ser yo solo ante la fiera» . Ante semejante provocación, en el capítulo titulado «El toreo del porvenir», el poeta proclamó que los matadores deberían torear desnudos porque «el desnudo es el traje universal, es el traje de los héroes, de los mármoles y de los dioses».
Ignoro si Chaves Nogales manejó la biografía de Valdelomar, aunque la repetición de las mismas anécdotas se explicaría por el testimonio del propio Belmonte, como aquella de la respuesta que le dio al guarda que le apuntó con un revólver cuando lo pilló toreando en Tablada: «¿De dónde me conoce usted para que me hable de tú?». Por eso Valdelomar se desmelenó: «Sois el genuino representante del más varonil y espiritual jardín de la Raza Latina».
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