Argentina canta en Sevilla a la difícil vida del artista

No han sido meses cómodos. «Tengo compañeros que no tenían ahorros y han empezado a trabajar ahora . Por eso decimos que esa letra que grabé en 2017 parece premonitoria. Ser artista es dedicarse a algo maravilloso que te atrapa. El público te arropa, te anima a seguir. Pero llega una pandemia como esta y nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad. A esa inestabilidad profesional y económica se suman los viajes, las esperas y la fatiga de antes de salir al escenario... La primera vez que lo hice después de tanto tiempo me temblaban las manos», explica.

Nunca antes ha actuado en este enclave en solitario, hecho que agrega más ilusión si cabe tras la prórroga. Flamenco, bolero, ranchera y jazz se citan sobre las tablas más altas de Paseo Colón en una tarde de encuentros. Lo popular con un texto de Benjamín Prado. El festejo de llegar a un destino con la anchura del dolor que cabe en una seguirilla.

Hay discos que quisiera no haber escuchado jamás y otros que llevo años esperando. Este forma parte de los segundos. La industria discográfica, en lo que a la guitarra flamenca se refiere, parece domeñada por un montón de virtuosos con acceso a un estudio que a menudo carecen de interés para el aficionado. Mientras tanto, un buen número de tímidos, por alguna razón reacios a encerrarse a grabar, entre los que podíamos mencionar a Manolo Franco, con un solo álbum, Paco Jarana y el propio Salvador Gutiérrez, ven pasar de cerca este río de CDs que no llegan a nada. El guitarrista ecijano presenta sus credenciales después de haberse codeado con los mejores y demostrado talento en vivo. Resulta curioso: el disco, en su caso, llega cuando ya hay una obra, y no al contrario.

Su toque es sobrio, no tome al error. Las pistas no restan expresividad corrigiendo a base de arreglos las faltas que no son más que sello y pulso, pura música que no suena a perfección irreal. Todo luce aquí sencillo y natural. Huye de la conversión en maquinaria hacedora de picados elocuentes por rumbas y deja un racimo de falsetas que perfectamente podría defender en directo. Juega con la tensión de las órdenes y matiza. Por tarantas para su madre. Valiente y lleno de variaciones por bulerías. La soleá, quieta. La seguirilla, oronda para el maestro Sabicas, estentórea, aunque algo más ligera al hacerse cabal. Hace guiños a Paco por alegrías y traza el paisaje sonoro de la tierra en la que vio la luz. Cuidando los matices, con enorme seriedad y ni un solo exceso, aunque siempre ejecutando con solvencia técnica.

Tímidos de este mundo, hacednos un favor y pasaros cada cierto tiempo por el estudio. Aunque solo sea por esclarecer.