Ingreso en Buenas Letras
Alfonso Guerra: «Hay un modernismo hoy que aplica la censura con cadena perpetua»
El exvicepresidente del Gobierno pronuncia este domingo su discurso de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas letras, que será en torno a Antonio Machado
Jesús Morillo
Cuando uno se acerca a Alfonso Guerra (Sevilla, 1940) más que una persona ve una página de varios libros de historia: la de la política sevillana, la del socialismo español, la del constitucionalismo, la del siglo XX... Pero tras varios minutos hablando con este ... destacado exdirigente socialista , padre de la Constitución de 1978 y exvicepresidente del Gobierno va emergiendo la persona que ha tenido en Antonio Machado una suerte de modelo ético y estético, la que afirma que «no podría entender mi vida sin el cine » —habla con verdadera emoción de títulos como 'La kermesse heroica', 'El halcón maltés' o 'El Padrino— y la que se siente «orgulloso» de haber contribuido a dar a conocer a Mahler a un amplio público español. Aunque advierte: «No solo oigo al compositor vienés».
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Alfonso Guerra vuelve a las páginas de ABC no por cuestiones políticas, sino porque toma posesión hoy de su plaza como numerario en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras , con un discurso de ingreso titulado 'Soledad y sociedad en Antonio Machado' , un autor al que le ha dedicado años de estudio hasta el punto de tener treinta y un modelos de conferencia sobre él. Más cercano actualmente de la vida cultural que de la política —era habitual de la Sinfónica y el Cine Avenida hasta que llegó la pandemia—, prefiere hablar más de la primera que de la segunda, contestando con un diplomático, aunque no exento de ironía, «esto tiene poco que ver con Antonio Machado» cuando se le preguntan por cuestiones como las elecciones andaluzas.
¿De dónde le viene el deseo de ser académico?
Ni tenía deseo ni sabía que iba a terminar en la academia. Había un grupo de académicos que pretendían presentarme y me preguntaron si yo estaría en contra. Y no se puede estar en contra de algo que es un reconocimiento. Pero yo no había soñado nunca que podía estar en la academia.
Se lo comento porque hay escritores como Juan Ramón Jiménez que jamás quisieron pertenecer a una.
Ha habido autores que nunca quisieron estar, no es el caso de Juan Ramón, pero que cuando se lo ofrecieron se volvieron locos, que de todo hay. Lo primero que se debe conocer es en qué academia vas a entrar y en esta ha habido personalidades extraordinarias. Estar en un sillón que ha sido ocupado con anterioridad por Blanco White, Antonio Machado Núñez y sus nietos, los dos poetas Antonio y Manuel Machado, Alberto Lista... personalidades enormes que están en la historia y que uno no puede ni alcanzar a rozar. Esta es una academia con una trayectoria histórica impresionante.
«Blanco White, los Machado, Lista... en Buenas Letras ha habido personalidades extraordinarias»
¿Qué lugar ocupan las academias en estos tiempos de redes sociales?
Las academias tienen su papel y no deben salirse de él. No tienen que competir con estos nuevos sistema de relación que sería muy fuerte definir como culturales, sino más bien sociales. Pero las academias tienen su sitio, cada una tiene su función. Buenas Letras tiene como objetivo la difusión de la cultura andaluza y sevillana, muy en particular, y eso lo lleva haciendo desde hace cuatro siglos, que parece mentira.
¿Cuál es la tesis de su discurso de ingreso, que ha titulado 'Soledad y sociedad de Antonio Machado'?
Machado vivió larguísimas etapas de gran soledad. No es que sea mi opinión, sino que en muchos poemas lo dice: «Oh soledad, mi sola compañía». Eso ha llevado a mucha gente a pensar que era un hombre que, por solitario, estaba fuera de la realidad, cuando era todo lo contrario. Su intimismo le provocó un deseo de comunicación, hasta el punto que durante generaciones ha sido guía espiritual de muchos españoles. Su soledad, lejos de hacerle permanecer en un solipsismo, en él se transmutó en compromiso. Cuando llegó la contienda fratricida en España él lo dice: «Yo no estoy 'au-dessus de la mêlée', soy el más humilde combatiente». Y esa soledad que había sentido también se trasladó al compromiso social o político, porque sus compañeros de generación no estuvieron en la posición en la que estuvo Antonio Machado.
Su compromiso con la II República fue hasta el final, ahí están por ejemplo sus artículos en La Vanguardia.
Sin embargo, Ortega, Azorín, Pérez de Ayala, su hermano Manuel... todos estuvieron en otra posición. Por eso él se sintió solo, algo que ya se había sentido dentro de su generación en cuanto a la propia poética. Él califica a Juan Ramón Jiménez y a Gustavo Adolfo Bécquer como poetas de la poesía pura. A su hermano Manuel y a Rubén Darío como modernistas. Pero él dice: «Yo admiro a Rubén pero no padezco la superstición rubeniana». Se separa bastante porque, a su juicio, los poetas de su época tenían dos maneras perversas de escribir: una, creer en el pensamiento, el concepto sin emoción; o, dos, la emoción sin ideas.
De hecho, Machado no se identificará con las vanguardias.
Mi tesis es que esa soledad lejos de apartarle de la realidad, hizo que estuviera más en la realidad. En muchas cartas le decía a los intelectuales de su época: yo estoy aquí en un rincón de Castilla donde no me llegan las cosas que se escriben en la corte... Pero él hace críticas de 'En busca de tiempo perdido', de Marcel Proust, muy inteligentes y agudas. Y del 'Ulises', de James Joyce, cuando todos los intelectuales lo que hacían era abominar del escritor irlandés y su novela. Él, sin embargo, dice: atención señores, aquí se está abriendo una puerta para la nueva literatura. Dice Machado nueve años después de la aparición del 'Ulises' con mucha claridad: «Marcel Proust es el cierre del siglo XIX, Joyce es la apertura del siglo XX». Eso decía un hombre que parecía que estaba en un rincón pero que en realidad estaba muy pendiente de la sociedad, de la realidad y la literatura.
«Machado a marcado gran parte de mi vida. Yo me acerco al socialismo gracias a un artículo suyo que leo en la adolescencia»
Machado lo ha acompañado a lo largo de su vida. ¿Ha sido para usted una especie de modelo?
Machado ha marcado gran parte de la senda de mi vida. Yo era un adolescente y no sabía nada cuando encontré un pequeño artículo suyo escrito en agosto 1937 en La Vanguardia. En él narraba cuando su padre lo llevó a un acto político en el Retiro, en Madrid, y había hablado un señor llamado Pablo Iglesias, cuya voz, decía el poeta, «tenía el timbre inconfundible de la verdad humana». Aquello me llevó a preguntarme quién era ese Pablo Iglesias, y me puse a buscar, en un momento en que no había libros sobre él. Pero estuvimos buscando un compañero y yo —creo que estábamos en cuarto de Bachillerato— entre los amigos a ver si algún padre tenía algún libro. Al final encontramos un volumen con cuatro biografías de Juan José Morato y una de ellas era sobre Pablo Iglesias. Yo me acerco al socialismo gracias a un artículo que leo en la adolescencia de Antonio Machado. A partir de ese momento este poeta me interesó mucho, lo he estudiado, lo he leído, sigo disfrutándolo muchísimo...
Salvo excepciones como las que ha comentado, como las de Blanco White o los Machado, esta academia ha tenido un componente más aristocrático, ¿cree que le tacharán de haberse vuelto más conservador?
Antonio Machado decía que la aristocracia está en el pueblo. Yo lo tengo clarísimo, la aristocracia no son los títulos. Él dice que escribir para el pueblo es Cervantes en España, Shakespeare en Inglaterra y Tolstoi en Rusia, y yo quiero añadir que Antonio Machado en España. Cervantes lo decía también: «Linajes solo hay dos, el tener y el no tener», todo lo demás...
¿Echa de menos la política activa?
No, yo tengo una capacidad de adaptación muy grande. Durante mi etapa de actividad política no he abandonado mis aficiones, mis gustos, y es lo que practico entonces y ahora.
¿Cree que en Sevilla ya se acepta la heterodoxia y que Blanco White y Cernuda no tendrían que exiliarse?
Vivimos una etapa de puritanismo, porque hay un malentendido modernismo que ha decidido practicar la censura pero con cadena perpetua. Antes se criticaba a alguien por haber dicho esto o aquello, pero ahora es para toda la vida. Lo llaman cultura de la cancelación. ¿Es posible que alguien diga la tontería más grande del mundo y se le borre del mapa? ¿Ya no puede trabajar?
¿Cuál cree que es el origen de esta ola de puritanismo?
Como siempre el fanatismo. Los movimientos son positivos cuando quieren abrir a la sociedad, pero si convierten eso en un fanatismo se vuelven negativos. No quiero citar casos porque como te cancelan la vida...
«Libertad es decir lo que uno quiera y arrostrar la responsabilidad de decirlo. En las redes sociales tienes libertad, pero no responsabilidad»
¿Hay un abuso de ciertas minorías en dejar fuera del debate público ciertos temas?
Sin duda. Las minorías tienen derecho a ser consideradas, todo el derecho, y vigilar que tengan libertad. Pero no es verdad que tengan derecho a imponer el derecho de la minoría. Y hoy se está practicando mucho eso. Grupos minoritarios de cualquier cosa quieren que todos comulguen con sus ideas. No, la mayoría tiene la obligación de respetarlas, pero las minorías no tienen el derecho a imponer sus posiciones minoritarias. En el mundo está sucediendo eso.
¿Cree que esto viene por el reduccionismo del debate que imponen las redes sociales?
Las redes sociales desde luego no ayudan nada a la construcción de la sociedad en libertad. Ahora somos más libres, afirman, cada uno dice ahora lo que quiera. No. La libertad no es decir uno lo que quiera, sino es decir lo que uno quiera y arrostrar con la responsabilidad de lo que se está diciendo. Y, claro, en las redes sociales tienes libertad pero no responsabilidad.
Usted mantuvo recientemente en unas jornadas en la Fundación Cajasol que los ataques al Rey emérito persiguen tumbar el régimen de 1978, para llevarnos a dónde.
A la dictadura. A un sistema en el que las libertades están constreñidas por una serie de normas. No se llaman dictaduras, pero sabemos que hay dictadura en Hungría, en Polonia, en Rusia... Son dictaduras, pero no se llaman así porque hay elecciones. No estoy hablando de una dictadura militar creada por un golpe de Estado...
El XIX fue un siglo de guerras civiles y constituciones una detrás de otra, ¿no hemos aprendido?
Hemos aprendido. El 78 fue un signo de haber aprendido, pero hay gente que vuelve a las andadas, que quiere volver otra vez a la confrontación y al enfrentamiento. En España habíamos tenido varias guerras civiles en el siglo XIX y en el XX, muchísimos golpes de Estado, levantamientos, asonadas... La desestabilización permanente del país. Entonces llega una generación en 1978 de políticos que no tienen experiencia, que no han gobernado salvo los que provienen de la dictadura, que en realidad no gobernaban, sino que mandaban, que ve cómo la sociedad les empuja para que por una vez se pongan de acuerdo. A mí me paraba la gente me paraba por la calle cuando estábamos redactando la Constitución. Hay una presión y arriba hay unos políticos que se pueden poner de acuerdo. Pensábamos que la confrontación histórica no tenía por qué continuar, que se puede confrontar, pero dentro de unos límites y una normas comunes para todos. Y esa es la Constitución, que en realidad es la firma de un armisticio de una guerra que duró dos siglos. Eso cierra una etapa muy importante y abre otra, que ha sido la más fructífera de la historia de nuestro país.
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