cultura
Pérez Mallaína: «Nadie se salvaría si se juzgaran los siglos XV y XVI con la moral de hoy día»
El catedrático de Historia de América de la Hispalense ha abierto este martes en Buenas Letras el ciclo 'La nueva España' con la conferencia 'Tenochtitlán, la ciudad que asombró a los conquistadores'
La Real Academia Sevillana de Buenas Letras y la Universidad CEU Fernando III firman un convenio de colaboración
Un momento de la conferencia de Pablo Emilio Pérez-Mallaína en Buenas Letras
El virreinato de la Nueva España fue la entidad del imperio español que englobaba los territorios de ultramar, los reinos de Indias, y se originó tras la caída de Tenochtitlan, que fue el gran acontecimiento principal de la conquista. La Real Academia Sevillana de Buenas Letras ... ha iniciado este martes bajo el título 'La nueva España' un ciclo de conferencias en el que se analizan algunas ciudades y acontecimientos que rodearon la creación de este virreinato. 'Tenochtitlan, la ciudad que asombró a los conquistadores' ha sido el título de la conferencia impartida por el catedrático de Historia de América y académico de la Real Academia de la Historia Pablo Emilio Pérez-Mallaína.
El profesor pone en situación con el relato de la historia. «Hay un grupo de soldados españoles que vienen de Cuba porque Hernán Cortés salió de Cuba, donde los indígenas vivían en cabañas, y desembarcan en México, suben a unas grandes montañas hasta una meseta que tiene 2.000 metros de altura y, desde arriba, ven un valle donde hay un lago en el centro poblado de miles de casas y de varias ciudades, todas hechas de piedra, auténticas ciudades. A esa zona la llaman ellos la Nueva España, entre otras cosas porque el clima se ha dulcificado con la altura y la vegetación es parecida a la de España»
Los españoles, explica el profesor, ven una ciudad que era bastante más grande que la ciudad más grande que había en España, que era Sevilla. «Era tres veces más grande. Sevilla en 1519 tendría unos sesenta mil habitantes y esta ciudad es posible que alcanzara los 100.000. Ven eso y se asustan, y al mismo tiempo se asombran. Uno de los conquistadores dice que esa visión es como lo que cuentan en los libros de caballería como en el 'Amadís de Gaula'», señala este catedrático.
México, sobre una laguna
La historia que nos revela Pérez Mallaína nos transporta a una ciudad que está como Venecia, en medio de un lago. «Hay que recordar la canción, 'Guadalajara en un lago y México en una laguna', lo que ocurre es que los españoles la desecaron en el siglo XVII porque había enfermedades e inundaciones». En ese sentido, esta gran urbe tenía calzadas, una ciudad anfibia con calles y canales, canoas y puentes elevadizos para preservarse de los enemigos. Pero, según el académico, «pasó al revés, los españoles se metieron dentro y levantaron los puentes, así que a la mitad los mataron». Además, la ciudad destacaba porque tenía muchos templos, de hecho, los españoles construyeron la catedral de México sobre los restos de uno de estos.
Cuando llegó Hernán Cortés, conquistó la ciudad «con muchas dificultades, ya que los aztecas tenían muchos enemigos. Los soldados de Cortés tenían armas de acero, los aztecas tenían maderas con cuchillas de obsidiana, que es afiladísimo, porque podían cortar la cabeza a los caballos, pero frente a una espada de acero no podían hacer nada. Sin embargo, al final pesaron más las alianzas que el poder militar», sostiene este historiador, quien añade que «el lince de Hernán Cortés tuvo la inteligencia de aliarse con los enemigos de los aztecas, una comunidad nagua llamada los tlaxcaltecas». De este modo, «consiguió el apoyo de los tlaxcaltecas, que odiaban tanto a los aztecas que se pusieron a las órdenes de los españoles, además de que estos recibían refuerzos. No hay que olvidar que los españoles dominaban el mar», subraya el conferenciante.
Rencor hacia los españoles
Por otra parte, este catedrático se muestra muy crítico con ese 'rencor' mostrado en los últimos tiempos desde algunos países de Latinoamérica hacia España. «Yo entiendo por qué se produce ese tipo de actitudes, es una actitud política. He vivido en México y tengo amigos mexicanos y los mexicanos de a pie no tienen rencor por los españoles, sino admiración. Pero otra cosa son los políticos, que como en otros muchos países del mundo buscan las culpas en los de fuera. México es uno de los países donde hay mayor violencia y no han podido acabar con ella. Echar la culpa de todos los males de México a los españoles es estúpido, porque además, los españoles son ellos. Los conquistadores que llegaron allí se quedaron casi todos, los mexicanos de hoy son sus descendientes».
Asegura Pérez-Mallaína en ese sentido que la familia de López Obrador procede de Cantabria, por ejemplo, por lo que «esas críticas son una forma de no reconocer lo que son y echar la culpa a los demás. Yo me llamo Pablo Emilio. Hubo un cónsul romano, Paulus Emilio, que luchó contra los íberos. Entonces, ¿qué pasa?, ¿cuando venga un italiano le voy a echar en cara que los romanos se llevaron todo el oro y la plata de España? es absurdo. Pasó el tiempo. Aceptemos lo bueno que nos dieron los romanos, la lengua, la cultura, etc. No hagamos bromas, ya que formamos parte de una colectividad cultural que es la Europa del Mediterráneo del Sur, que es una de las grandes zonas del mundo, y los mexicanos forman parte de una enorme entidad cultural que es la cultura hispana y México es un país riquísimo, y en parte ellos son producto de los españoles, no sólo de los indígenas».
En este recorrido por los tiempos,recuerda el profesor Pérez-Mallaína cómo el México actual no lo hicieron los aztecas, sino los virreyes. «Los aztecas dominaron 300.000 kilómetros cuadrados, la Nueva España tenía cuatro millones de kilómetros cuadrados, es decir, el gobierno español amplió el territorio. Por ejemplo ni Jalisco, donde están los charros, ni Sonora, ni California ni Yucatán estaban dominados por los aztecas, esos territorios los anexionaron los virreyes».
En cuanto al tema de las colonias cree que es un tecnicismo, reconociendo que en los siglo XVIII y XIX había territorios en donde se extraían los beneficios económicos y los habitantes estaban sojuzgados, sin leyes propias ni condición de ciudadanos. «Pero los españoles, aunque se llevaran plata y otras riquezas, consideraban a los habitantes de aquella zona como ciudadanos, y en ese sentido la Nueva España no era un lugar donde sólo se extraía la riqueza, eso nunca lo hizo España, no eran actuaciones puramente coloniales. La condición de los indígenas y de los españoles fue siempre como un reino con legislación similar a la de España».
Según los datos fundacionales, la Universidad de Lima es más antigua que la Universidad de Harvard, los españoles fundaron doce universidades en Latinoamérica, los ingleses ninguna en la India. «En esto de la nueva España hay un elemento muy curioso -dice Pérez Mallaína-. En el norte de la ciudad de México, en Tlatelolco, hay un convento franciscano donde vivió el fraile Bernardino de Sahagún. Allí se formó un colegio para educar a los hijos de los nobles aztecas y enseñarles la misma cultura que a los hijos de los nobles españoles, latín, castellano, y los formaron como nobles españoles. Este fraile publicó doce tomos que se llama el 'Códice Florentino', donde se explica quienes eran los aztecas y cómo era la cultura de los indígenas».
Esa integración de españoles con indígenas se explica con los matrimonios y alianzas. «Los capitanes españoles se casaban con princesas aztecas y el rey les daba título como nobles. Existe el Ducado de Moztezuma, por ejemplo. Yo estaba una vez en Chile y alguno me habló sobre la conquista y demás, y dijo: 'Ojalá nos hubieran colonizado los ingleses'. Y yo le contesté que, de ser así, podrían haber sido Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, y otros países pobres de África. No es una suerte que te toquen los ingleses», dice Pérez-Mallaína. El historiador añade que hoy en día el único sitio donde quedan indios en Estados Unidos es en las antiguas colonias españolas, donde no llegaron los ingleses. «En la costa Este de Estados Unidos no queda ni uno. Jerónimo, el gran apache, hablaba español. Eso de que los españoles matamos a los indios es una gran mentira».
El académico dice que hay que comprender la historia. «Nosotros no somos jueces, hay que entender por qué eran las cosas. Si nos ponemos a juzgar las cosas antiguas con la perspectiva actual, nadie se salvaría. Si se juzgaran los siglos XV o XVI con la moral de hoy, nadie se salvaría. Hacer eso es presentismo, una estupidez. Cuando nos juzguen a nosotros dentro de doscientos años pensarán que hay que ver lo que hacía esta gente», concluye Pablo Emilio Pérez-Mallaína.
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