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CRÓNICA

Rosalía demuestra en Sevilla que es la estrella que más brilla en el universo pop

La estrella internacional sumió a los 20.000 fans que se dieron cita anoche en el Estadio de la Cartuja en una auténtica montaña rusa de emociones de la mano de su inclasificable y exitoso disco 'Motomami'

Incendio en Sevilla, en directo: última hora del fuego en una nave de Alcalá de Guadaíra

Juan Flores

fERNANDO RODRÍGUEZ MURUBE

SEVILLA

Rosalía es una diva de los pies a la cabeza. Es una artista que ha trascendido de la música para convertirse en uno de los personajes más relevantes de la cultura pop de cuantos ha dado el presente siglo. Las 20.000 personas que anoche disfrutaron en el Estadio de la Cartuja del segundo concierto de su gira 'Motomami World Tour' pueden dar fe de ello. Desde que se desmayaron las luces del escenario vacío, a las diez en punto, y comenzaron los rugidos ensordecedores de motor que dieron paso a las características notas del piano distorsionado de 'Saoko', mientras la estrella mundial emergía escoltada por los miembros de su cuerpo de baile, hasta 'CUUUUuuuuuute', con la que abrochó el show con aires de rave una hora y media después, la estrella global hizo enloquecer a un público completamente entregado en cuerpo y alma a su ídolo.

Tan entregado que, incluso, vestía como ella. Cantidades industriales de purpurina, uñas kilométricas, ropa deportiva con llamativos estampados, y plataformas imposibles se dejaban ver por los ambientados aledaños del mastodóntico recinto sevillano desde horas antes del inicio del espectáculo. Y es que además de su música, la joven muestra su estilismo en las redes sociales, donde acumula decenas de millones de seguidores, siendo tendencia día tras día cada prenda o complemento que luce.

La Rosalía llegaba a Sevilla para mostrar en directo las bondades de su aclamado disco 'Motomami', una colección de canciones menos compacta en su conjunto que las de sus dos predecesores en la que el minimalismo musical y el protagonismo de su voz son el nexo de unión de una propuesta tan ecléctica como sorprendente. «Ser una motomami es un estilo de vida y es el mío», dijo al inicio. En el debe de la cita hispalense quedan unos problemas técnicos de sonido que mermaron su voz durante los primeros minutos de concierto.

Si Madonna ostenta el título de reina del pop, Rosalía demostró en Sevilla que es la princesa heredera del trono. «En un mundo repleto de estrellas pop que suena igual y que tienen el mismo aspecto, ella es realmente única y fiel a sí misma», ha dicho de ella la artista norteamericana. Al igual que le ocurre a la intérprete de 'Like a virgin', la cantante, compositora y productora catalana camina como pocas por la cuerda floja que separa lo artístico de lo comercial.

Un show frenético

Todo el mundo tiene una biografía de gustos, una narrativa de preferencias cambiantes. No cabe duda de que la de Rosalía es sensiblemente voluble. Flirtea con los géneros, difumina sus fronteras, se enamora de ellos, pero no se casa con ninguno. Y tiene la enorme virtud, propia de artistas con una larga trayectoria, de que todo suena a Rosalía: reguetón, bachata, flamenco, balada, trap, hip hop, mambo…

Rosalía propuso un show frenético, de mucha adrenalina, de espectaculares coreografías y cambios drásticos de ritmo. Un mosaico musical con una clara intencionalidad narrativa, una montaña rusa de emociones que ya se percibe en el disco y que ayer logró trasladar al directo.

Del histrión y el martilleo de sonidos estridentes, intencionadamente agobiantes, pasa en menos de un parpadeo a la mirada profunda y queda que aflora en su exuberante rostro mientras la exquisita dulzura de su voz regala un quejío desgarrado; de la sensualidad de sus bailes (abundando en el perreo y el twerking), a un zapateado flamenco; de la música urbana, a la bachata o el dembow dominicano; de letras ininteligibles que, despojadas del abrigo de la música, son flojas y reiterativas en todos los aspectos (ay ese hit mundial llamado 'Chicken teriyaki' y su sonrojante «tu gata quiere maki, mi gata en Kawasaki»), a profundos y maduros versos que reposan sobre elegantes notas de piano («nunca me ha dado miedo la risa de un loco, más miedo me da el que miente o el que ríe poco», en la excelsa 'Sakura', que anoche sonó deliciosa). Es el yin y el yang de Rosalía. Donde otros ven el caos más absoluto, ella ve el equilibrio.

Todo eso y mucho más tiene cabida en el caleidoscópico universo de una artista de inapelable talento y desbordante carisma, de oídos bien abiertos, permeable a influencias del más diverso signo y que demuestra inteligencia al hacer suya aquella vieja receta del filósofo francés Renan que hablaba de «excluir toda exclusión».

Otra cosa es que el resultado, o sea 'Motomami' y todo su envoltorio, convenza más o menos que lo hecho con anterioridad. Porque es evidente que a día de hoy (no sabemos mañana) en esa imaginaria balanza prevalecen los ritmos latinos, con el reguetón como mascarón de proa de su propuesta artística, dejando en un segundo (o tercer) plano sus inquietudes pretéritas, esas que lucieron incontenibles en sus dos primeros discos, 'Los Ángeles' y 'El mal querer', de los que anoche la catalana solo se animó a reverdecer 'De plata', 'Pienso en tu mirá', 'Malamente' y 'De aquí no sales', todas ellas, por cierto, acogidas con gran devoción. Ni rastro de 'Di mi nombre' o 'Catalina', capitales en su anterior gira.

En cambio, ahora en el repertorio tiene cabida un remix de reguetón cuasivintage –sí, aunque no lo parezca, el reguetón ya tiene sus años– que rinde pleitesía a temas icónicos del género como 'Papi chulo' (Lorna) y 'Gasolina' (Daddy Yankee), así como pueriles canciones propias del calibre de 'Bizcochito' o 'La combi Versace'.

Uno de los momentos de la noche en los que el entusiasmo cobró visos de paroxismo llegó en la recta final con 'Malamente', la mundialmente aclamada creación que supuso el punto de inflexión en su meteórica carrera. Habría que haber habitado en algún lugar donde no llegaran los rastros de la civilización para no haber tarareado en 2018 aquel estribillo que remataba en un enérgico «¡Tra-trá». Anoche no fue una excepción, las 20.000 almas corearon el éxito con un entusiasmo que por momentos cobraba visos de paroxismo.

La interpretación de la soleá 'De plata' fue realmente emocionante. Ahí sacó a relucir su veta flamenca –bata de cola incluida– y el público lo premió con una atronadora ovación. Además, mostró tres temas inéditos, aún sin fecha de publicación. De la terna destacó el animado mambo 'Despechá', una canción con marchamo de hit desde antes, incluso, de su estreno que recuerda a los Miami Sound Machine de Gloria Estefan.

Un dato que no se puede pasar por alto en la crónica de lo acontecido anoche en la Cartuja es el sofocante calor imperante, con el mercurio marcando los treinta y ocho grados durante del concierto. De hecho, hubo varios desfallecimientos, incluso, la artista, empapada en sudor, paró su actuación durante unos instantes al percatarse de que un fan de la primera fila había sufrido un golpe de calor. No fue el único gesto de cercanía hacia el público, recogió regalos de los fans, incluso subieron espectadores al escenario para bailar.

Tras el éxito cosechado anoche, segunda parada de la gira tras el debut en Almería, el 'Motomami Wolrd Tour', continúa por fechas en otras ocho ciudades españolas: Granada, Málaga, Valencia, Madrid, Barcelona, La Coruña y Mallorca. Luego pasará por México, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana, Puerto Rico, Canadá y Estados Unidos. A continuación, Rosalía regresará a Europa y hará parada en Portugal, Italia, Alemania, Países Bajos, Bélgica, Inglaterra y Francia, clausurando el 'Motomami World Tour' el 18 de diciembre en París.

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