Romero Murube y la efeméride de la conquista de Sevilla

El organismo estatal encargado de promover aquella efeméride fue el Ministerio de Educación Nacional, entonces regido por el ministro don José Ibáñez Marín, en el que actuaba como subsecretario el político e intelectual sevillano Luis Ortiz Muñoz, auténtico «alma mater» de la celebración, a cuyo gabinete ministerial pertenecía el propio Joaquín Romero Murube, que participó activamente en su organización, e incluso ofreció una charla sobre ello en Radio Nacional de España en Madrid. Entonces, el escritor llevaba más de una década ejerciendo como director-conservador del Real Alcázar sevillano, tradicional residencia de los reyes cristianos donde él también vivía, en una de cuyas estancias había fallecido precisamente el rey Fernando III de Castilla el año 1252.

Y es que su vocación literaria, traducida aquel año en la publicación de sus libros «Tierra y canción» y «Ya es tarde», la simultaneaba el poeta de Los Palacios con el cargo funcionarial que ocupaba en el Alcázar, junto a otras ocupaciones de carácter político. Tras dejar de ser teniente de alcalde y concejal delegado de Fiestas mayores del consistorio hispalense en 1943, pasó aquel mismo año a formar parte del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (PAN), dependiente del Ministerio de Educación Nacional. Al frente de este comisariado realizó una encomiable labor por salvar y proteger conjuntos monumentales de Sevilla y buena parte de Andalucía Occidental. Se desvivió por evitar el derribo de una parte de las Reales Atarazanas de Sevilla, aunque no consiguió evitar el derribo de la magnífica portada renacentista, obrada en tiempos del rey Felipe II, de un edificio que era propiedad del Estado y que actualmente ocupa la Delegación de Hacienda.

Durante las vísperas del VII centenario, Ortiz Muñoz nombró a Romero Murube provisionalmente Delegado provincial de Educación Popular en Sevilla, concretamente el 21 de noviembre de 1947, cargo que pasaría a desempeñar de modo fijo al año siguiente, con el visto bueno de la Dirección general de Cinematografía y Teatro, convirtiéndose así en el Delegado Provincial de Información y Turismo, encargado de revisar y autorizar la proyección de los films y las distintas representaciones escénicas.

El Ministerio de Educación señaló a Joaquín como representante institucional en la comisión ejecutiva encargada de diseñar la programación evocadora de la efeméride.

Los primeros días de enero de 1948, se reunieron en el despacho de la alcaldía, bajo la presidencia del señor alcalde y Ortiz Muñoz. Asistieron el vicario general del Arzobispado, don Tomás Castrillo; el primer teniente de alcalde, don Manuel Bermudo Barrera; el rector de la Universidad, don José Mariano Mota; el presidente de la Academia de Bellas Artes, marqués de San José de Serra; el de Buenas Letras, don José Hernández Díaz; y como secretario el funcionario don Miguel García Bravo-Ferrer.

Nuestro periódico ofreció con inmediatez un avance del proyecto, revestido de un carácter eminentemente internacional, pues contó con la participación de otros ayuntamientos españoles, como el de Zamora por haber nacido San Fernando en Valparaíso, o la Marina de Perú. El grueso se centraría en labores docentes (creación de la cátedra de San Fernando sobre Historia de Sevilla, adscrita a la Universidad), sesiones literarias, publicaciones, celebraciones religiosas, restauración de iglesias y monumentos fernandinos, obras sociales y festejos populares. Se pretendía concluir la reforma iniciada en el Patio de los Naranjos de la catedral, restaurar la urna del rey San Fernando y la de los enterramientos de Alfonso X el Sabio y doña Beatriz de Suabia.

Estaba previsto reformar la escalera de piedra del altar de la Capilla Real de la catedral y restaurar las iglesias de San Marcos y Santa Marina, así como la torre de Omnium Sanctorum, contemplándose así mismo la posibilidad de hacer obras en las parroquias de Santa Ana y San Sebastián.

Mediante el Decreto de 12 de diciembre de 1947 anunció el Gobierno la celebración conjunta de los centenarios de la conquista y fundación de la Marina castellana, razón por la que se efectuaría un simulacro de la rotura del Puente de Barcas por las naves del almirante Bonifaz en el río, a los pies de la Torre del Oro, tal como refleja el escudo de Santander. En el puerto se ofrecieron salvas y saludos al cañón durante las fiestas de conmemoración, similares a los de Exposición iberoamericana de 1929.