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XXIII BIenal de flamenco

El puente mágico

Gualberto y Ricardo Miño construyen una pasarela melódica en la Bienal

Dos titanes en el Alcázar

Gualberto y Ricardo Miño durante su actuación en la Bienal víctor rodríguez
Santi Gigliotti

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De la orilla de la que partimos uno va dejando atrás los faros que guían el caminar peregrino del sevillano. Sería una temeridad y hasta una falta de gusto darle la espalda al esplendor hecho patrimonio si no fuera porque aquí todas las direcciones conducen ... a la perfección, si caminar no significara acertar. Te dirijas a donde te dirijas hay una embajada del primor. Es viernes. El bochorno del día ha dado paso a una noche plácida, sugerente. Cruzando el puente de las Delicias (ya ven, hasta los nombres son sinónimos de lo absoluto) vemos a las parejas a los pies de la Torre del Oro, sentaditas en el borde pedregoso del Guadalquivir, con las piernas colgando, compartiendo hamburguesas y besos. Si miramos al frente, nos topamos con un luminoso encima de un edificio que te recuerda que tienes sed. Al llegar a Plaza de Cuba, giramos a la derecha. A la orilla a la que nos conducimos la alumbra una belleza vieja, característica, independiente. Estamos en la misma ciudad, pero vamos a distintos continentes. En la calle Betis hay un trasiego de bolsas verdes con hielos. Huele a tabaco, a perfume recargado, a adolescencia a fuego vivo.

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