ganador de un goya
Pepe Domínguez: de escultor a cineasta por amor al arte
El sevillano acaba de ganar su segundo Premio Goya a la mejor dirección artística por su trabajo en 'Modelo 77'
Premios Goya 2023 en Sevilla: estos son los nominados andaluces
Fernando Rodríguez Murube
Sevilla
Pepe Domínguez (Sevilla, 1975), flamante ganador de un Premio Goya a la Mejor Dirección Artística por su trabajo en 'Modelo 77', profesa y transmite una pasión tan pura y desmedida por el cine como la de Salvatore en la imprescindible 'Cinema ... Paradiso'. Aunque en su caso, la vinculación con el séptimo arte no fue tan precoz como la del pequeño que protagoniza la cinta italiana ganadora de un Oscar. De hecho, el sevillano empezó tarde, casi a los treinta años, después de terminar la carrera de Bellas Artes (estudió los tres primeros cursos en Sevilla y los dos últimos en Barcelona).
«Yo era escultor, quería ser el heredero de Juan Muñoz, que me parece el genio más grande que ha tenido este país después de Goya y Velázquez», introduce. «Pero un día, por casualidad, me presenté para colaborar con mis esculturas en el rodaje de un videoclip en el que demandaban obras de arte para ambientar. Hablé con la productora por si necesitaba que les echase una mano, porque yo en ese momento trabajaba como repartidor de pizzas en Barcelona y precisaba más ingresos para comprar el hierro de las esculturas, y ella me puso en contacto con la directora de arte». Ahí empezó todo.
«Poco a poco me di cuenta de lo bonito que es este oficio y de las posibilidades que te da a la hora de trabajar en cuanto a dimensión y medios. Lo tuve claro desde el principio, sobre todo cuando empecé a coger responsabilidad y a participar en el proceso de contar historias y de crear un discurso». De eso han pasado más de dos décadas. Ahora, a punto de cumplir 48 años, es un prestigioso y laureado diseñador de producción de cine que ha trabajado en más de una veintena de proyectos cinematográficos de envergadura. «No quiero hacer otra cosa, ya no sé vivir de otra manera», confiesa.
Su ritmo de trabajo es muy alto. Actualmente se encuentra a caballo entre Sevilla y Granada inmerso en la película 'Segundo premio', un proyecto del director catalán Isaki Lacuesta. No obstante, en medio de esta vorágine de rodajes y premios, se escapa una tarde para recibir a este periódico en su gran paraíso, una parcela ubicada en Coria del Río, a escasísimos metros de la orilla de la margen izquierda del río Guadalquivir y del lugar donde se instaló el campamento base del rodaje de 'La isla mínima', película por la que recibió su primer Goya en 2015.
Fue durante la grabación del aclamado largometraje de Alberto Rodríguez cuando Pepe Domínguez quedó prendado del lugar gracias, en parte, al influjo de Beltrán Ceballos, reputado conservador de la naturaleza afincado en La Puebla del Río. «Nos enseñó cómo era la Marisma antes de la mecanización, algo que nos ayudó mucho a entender qué teníamos que hacer para recrear la Isla Mínima. Él me cambió la forma de mirar el cielo. Desde entonces soy un enamorado de los pájaros y de la naturaleza, especialmente de esta zona».
Poco después pudo comprar la finca con un claro objetivo: tener un lugar donde conservar todos los recursos de decoración, vestuario y atrezzo que atesora. Convirtió un viejo gallinero lleno de escombros en una suerte de museo de cine. La bienvenida al visitante la da el viejo y exótico Chrysler 180 que recorría las marismas del Guadalquivir en la aclamada película que ganó 10 premios Goya.
Contiguo a la nave, rodeado por numerosos naranjos y una vieja piscina, se encuentra un interesante tinaón abovedado de importantes dimensiones, vestigio del paso de los numerosos empresarios valencianos que tan sumamente importantes fueron a la hora de modernizar el cultivo de arroz en esta zona a mediados del pasado siglo.
Una joya arquitectónica de la que Pepe se muestra especialmente orgulloso: «Cuando tuve la oportunidad de hacerme con esto tenía claro que quería consolidar esta construcción, me parecía interesante participar en la conservación de este tipo de arquitectura típica valenciana que se están perdiendo en la Marisma».
La nave da cobijo a miles de objetos y piezas que en su inmensa mayoría han sido utilizados en películas como decorado o vestuario. Las lámparas y los teléfonos son su debilidad, los posee de numerosos países y épocas (Francia, Italia, Senegal, Singapur), ya que son elementos muy recurrentes para el cine.
«Desde pequeño profeso culto al objeto. Me gustan las formas, el diseño. Empecé con los sellos. Hay muchas cosas que me las han dado, a veces me las quedo de películas que he hecho, otras las he comprado en mercadillos… y al final vas acumulando. En nuestra profesión somos mayoría los que tenemos un Diógenes dentro de nosotros», explica entre risas.
Tablas de surf, surtidores de gasolina antiguo, un helicóptero, una canoa fabricada para la serie 'La Peste'… El resultado es un poco caótico para el visitante, aunque no para él, que lo tiene todo más que controlado. Llama la atención la notable yuxtaposición de lo piadoso y lo mundano: una estampa de un santo y una foto de la Veneno; una corona de flores o un rosario y unos (falsos) fardos de droga y una botella de whisky. Todo tiene cabida en el universo del celuloide y, por tanto, en el de Pepe Domínguez.
Mientras caminamos por el almacén, el sevillano va desgranando aspectos y curiosidades de cada pieza. Dónde lo adquirió, en qué película ha aparecido, dónde se rodó, etc. En cierto modo, estamos dando un paseo muy particular por la historia reciente del cine español: de Alberto Rodríguez a José Luis Cuerda, pasando por 'los Javis'; de 'La Peste' a 'Veneno', de La Isla Mínima' a 'La trinchera infinita'.
«Esta cabina de teléfono nos la cedió el Ayuntamiento de París cuando hicimos 'El hombre de las mil caras', cuando terminamos decidimos traérnosla para España», señala, «y aquel caballo de plástico ha aparecido en 'La Peste', 'La trinchera infinita', 'Malnazidos', 'La unidad' y seguro que en alguna más».
«Trabajar con José Luis Cuerda ha sido uno de los grandes regalos que me ha hecho esta profesión, me acuerdo de él todos los días»
Al llegar al lugar donde descansan varias puertas apoyadas sobre una vieja estantería, el cineasta se emociona al reverdecer anécdotas compartidas con el añorado director José Luis Cuerda, con quien trabajó en 'Tiempo después', la última cinta que filmó el manchego antes de fallecer en 2020 y al que pertenece el mencionado atrezzo. «Trabajar con él ha sido uno de los grandes regalos que me ha dado esta profesión. Aunque solo coincidimos en una película, fue en un momento muy bonito y conectamos muchísimo. No hay ni un solo día en que no me acuerde de él».
Cuerda y su compañero y amigo Alberto Rodríguez, son dos de los directores que más y mejor le han metido el veneno del cine en las venas: «Ver películas es una maravilla, pero el proceso es mucho más fascinante todavía. Por ejemplo, la adrenalina de un rodaje es brutal. Tenemos que estar desnudándonos constantemente a nivel emocional. Muchas veces tienes que sacar las tripas, porque para contar las historias tienes que aportar mucho de tu sensibilidad y de tu intimidad. Todo eso hace que establezcas vínculos muy fuertes y que el equipo que se acaba formando sea una gran familia. Y eso es un lujo».
«Poner en imágenes la idea del director»
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Pepe define su labor en pocas palabras: «Poner en imágenes la idea del director. Y a efectos prácticos es todo lo que rodea a los actores: la ambientación, la decoración, los espacios». Cuestionado sobre si también se encarga del vestuario, afirma que no, aunque reconoce mucha relación con ese equipo. «Aunque mi espacio puede ocupar 500 metros cuadrados, el ochenta por ciento del fotograma lo ocupa el vestuario. Por lo que ese diálogo es imprescindible que fluya», justifica.
El artista reconoce que «a todos nos hace ilusión hacer algo en Hollywood», sin embargo, reivindica el buen momento del cine español y cuestiona si su forma de trabajar encajaría con el de la industria norteamericana: «Creo que aquí se hace muy buen cine, con una manera de trabajar diferente en la que todos los implicados somos más autores y tenemos un peso específico mayor dentro del engranaje de una película, mientras que en Estados Unidos pienso que es muy distinto».
Nacido y criado en el barrio de Santa Clara, el cineasta se siente un privilegiado por poder ejercer su profesión y seguir viviendo en Sevilla, algo que celebra y que también pone en la balanza a la hora de mirar al horizonte laboral. «He conseguido trabajar por toda España y siempre tener aquí el campamento base. Cada vez me cuesta más irme de casa, dejar a los niños. En Sevilla lo tengo todo, además, la mayoría de mi equipo es de aquí».
Para terminar, Domínguez anima a los jóvenes a que sigan sus pasos y la de tantos otros que han visto en el cine una manera de ganarse la vida: «Más allá de la dirección y la interpretación, a este fantástico mundo te puedes acercar desde muchos sitios, hay infinidad de oficios y muchas disciplinas que están entroncadas con el cine».
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