crónica
Patti Smith, la llama del rock que siempre está ardiendo
La estadounidense, madrina del punk y leyenda del rock, actuó anoche en Icónica Sevilla Fest ante 3.000 personas
fernando rodríguez murube
Sevilla
Decía Juan Ramón que el poeta debe ser el hombre que arde como una llama viva, que está siempre ardiendo. No se me ocurre mejor definición para Patti Smith (Chicago, 1946). Madrina del punk y leyenda viva del rock, la estadounidense ... fue anoche puro fuego sobre el escenario de Icónica Sevilla Fest, del que ABC es medio oficial.
Hace más de cuarenta y cinco años que el Patti Smith Group llegaba a España con una nueva receta del rock debajo del brazo, cáustico, descarado y mordaz a partes iguales. Era la década de oro del rock, y ella se sentaba a la mesa con Bob Dylan, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Leonard Cohen, Sam Sheppard… Ha llovido mucho desde entonces, ahora Patti Smith publica más libros de poemas que discos, no rompe la cuarta pared entre escenario y público como lo hacía antaño –ahora no escupe a los fans, solo lo hace sobre las tablas de la tarima, algo que agradecimos enormemente ayer los de las primeras filas–, ha depurado muchísimo su imagen, eliminando aspectos controvertidos.
Pero otras cosas no han cambiado. Con melena blanca y anárquica, botas militares, pantalón de camuflaje y chaqueta negra, Patti dejó claro que sigue siendo consciente del poder de las palabras, algo que aprendió muy joven leyendo a su admirado Arthur Rimbaud, sigue siendo malhablada, pero también sigue siendo poseedora de un poder de persuasión que atenúa la importancia de sus incontables tacos –herencia punk– y eleva su discurso repleto de reivindicaciones a cotas muy altas. Patti, en definitiva, demostró en Sevilla que es un rugido vital contra las injusticias, un grito a la libertad, una filosofía de vida que la estrella estadounidense mantiene inmarcesible y, a tenor de lo exhibido anoche, tardará mucho en hacerlo.
De hecho, el crisol de su obra, de su legado artístico, además del hecho de rodearse de magníficos y reputados músicos y contar con una afilada y punzante pluma, siempre ha sido su propio corazón, su carisma. Aspecto que en directo luce incontenible. A sus 76 años (¡) sigue siendo una intérprete de un magnetismo incontestable, de alta expresividad, con un dominio absoluto del escenario y sus tiempos, que derrocha carisma a borbotones por las grietas de su áspera y poderosa voz.
Como es sabido, Patti Smith es muy prolija en lo que respecta a revisitar clásicos del rock y sus géneros hermanos y pasarlos por su barniz, a veces más punk, a veces más rockero, pero siempre sonando a Patti Smith, faltaría más. Fueron varias las versiones que anoche brindó al público sevillano. Entre ellas destacó sobremanera la impactante interpretación que hizo poco después de iniciar el concierto de 'The wicked messenger', temazo de su querido y admiradísimo Bob Dylan al que anoche Patti elevó el octanaje hasta hacerla arder. Una auténtica maravilla.
Recuerdo a sus poetas fetiche
La cantante también recordó con nostalgia a uno de sus grandes amigos, el poeta Allen Ginsberg, en el 25 aniversario de su fallecimiento. A renglón seguido, guiño a otro de sus rapsodas fetiche, William Blake, con uno de los mejores temas de la artista norteamericana, 'My Blakean Year'.
También recordó a Neil Young, para quien tuvo bonitas palabras, a través de su tema 'After the gold rush', del que dijo que a pesar de que el canadiense lo publicara en 1970, lamentablemente siguen estando de actualidad esa fiebre del oro y ese «Mira a la Madre Naturaleza huyendo». Incluso, la cantante abandonó el escenario para que sus músicos se lucieran versionando a Jimy Hendrix y, de camino, ella pudiera tomarse un respiro e ir al baño, como ella mismo confesó entre risas.
La banda que acompañó a Patti estaba formada por el guitarrista Jackson Smith (hijo de la cantante), el batería Jay Dee Daugherty y el bajista y teclista Tony Shanahan. Funcionó a la perfección durante toda la noche, con un sonido limpísimo. Si acaso, en el debe cabe anotar la ausencia de bajo en algunos temas en los que debería sonar y no lo hizo porque Shanahan se encontraba a los teclados.
Tras una hora y media de soberbio concierto, en la que brillaron con luz propia 'Ghost dance', 'Dancing barefoot', 'Beneath the southern cross', y 'Pissing in a river', Patti Smith dejó para el final la terna de himnos que la encumbraron en el siglo pasado y que anoche supuso la catarsis entre el apasionado público: 'Because the night', la entusiasta composición de Bruce Springteen que ella adaptó en 1978; 'Gloria' (1975), otra canción cuya música no lleva su firma, es de Van Morrison, pero sí lleva la firma de su alma resplandeciente en la letra y en su voz, y 'People have the power' (1988), ya en los bises.
En definitiva, y aunque es cierto que su repertorio no ha experimentado cambios desde hace muchísimos años –no publica material nuevo desde hace más de una década–, el hecho de disfrutar en directo de cómo una estrella del rock defiende con su arrolladora personalidad unas letras cargadas de rabia corrosiva merecen de sobra pagar la entrada.
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