arte
Luis Gordillo: «Nunca viví la gloria futura, ni siquiera en sueños»
El pintor sevillano ha inaugurado una exposición con obras de gran formato con el título de «Firmamentos interiores»
El firmamento de Luis Gordillo ilumina el Espacio Santa Clara
Luis Gordillo ante una de sus obras en el Espacio Santa Clara de Sevilla
Luis Gordillo es profeta en su tierra. El pintor tiene en su haber todos los galardones más importantes que puede obtener un creador, como el premio Velázquez, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, el Nacional de Artes Plásticas, y es Hijo Predilecto ... de Andalucía. Se crio en la Florida, estudió Derecho en la Universidad Hispalense por 'prescripción paterna' pero tenía claro que quería ser pintor. Vive en Madrid y vuelve a Sevilla a oxigenarse, como alguna vez ha confesado, y desde hace ya unos años tiene en el Espacio Santa Clara una sala propia. Ahora acaba de inaugurar otra aún mayor donde expone obras de gran formato, algunas nunca vistas antes en público, con el título de 'Firmamentos interiores'.
—¿Dónde estaban todos estos cuadros tan enormes?
—Son de mi casa, son de Pilar y míos y no hay vendido ninguno. Lo hemos hecho adrede porque si están en una colección hay gente que no quiere cederlos. Así que hemos querido hacer algo fácil, cuadros de mi estudio, transporte y a colgar.
—¿Sufre más pintando cuadros de gran formato?
—No tiene por qué ser así. Depende de cómo se presenten los problemas. Un cuadro grande puede ser más fácil, la verdad es que si el cuadro se tercia complicado puedes llevarte una eternidad.
—¿Cuando estaba empezando alguna vez soñó que iba a tener una sala propia en su ciudad?
—El futuro nunca lo pensaba —dice sonriendo—. Nunca viví la gloria futura, ni siquiera en sueños. Mi generación no es como ahora los jóvenes que están deseando salir a la carrera. Nosotros sabíamos que era para largo. Recuerdo que mi primer grupo de amigos artistas, Alfredo Alcaín, Isabel Baquedano, etc., eran artistas tranquilos, del presente, no se hacían ilusiones. Querían trabajar y ser pintores, pero sin demasiado nervio, y yo fui así.
—Incluso hubo momentos en que dejó de pintar...
—Muchas veces. Era muy depresivo y muy nervioso y a veces me lo creía y a veces no. Ni sabía si iba a poder ser pintor. Hubo épocas, meses, en los que dejé de pintar. Fui a París como pintor, pero allí pinté muy poco. Lo que iba era a la Sorbona a estudiar cultura francesa.
—Y desde París, al poco de usted llegar, los artistas se fueron para Nueva York y Berlín.
—Cuando llegué a París esa ciudad aún era el centro del mundo, pero estaba a punto de dejar esa plaza. Ya empezó Bacon en Inglaterra, el Pop en Estados Unidos con Warhol muy fuerte, y antes el expresionismo abstracto. París perdió su sitio de honor, ése que había tenido tanto tiempo. Y luego se ha disuelto el protagonismo de una sola ciudad. Ahora se habla de Londres, Nueva York, en todas partes hay mercado, grandes museos, es muy diferente.
—¿Pesa haber sido el 'padre' de la Nueva Figuración Madrileña?
—Bueno, yo sé que a los jóvenes les ha interesado siempre mi obra, es cierto. Hasta qué punto he sido padre otros lo deben decir En ese grupo sí tuve un cierto padrinazgo, pero eso con el tiempo empiezan los apadrinados a ignorarlo, como si se les olvidara.
—¿Eso duele?
—Algo, sí. Recuerdo que una vez expuso en mi galería un artista de mi generación que se parecía a mí, y vinieron unos cuantos jóvenes a preguntarme por qué no protestaba de que exponía alguien que me copiaba, ellos exigían que yo protestara. De eso se olvidan.
—Acaba de fallecer uno de los Esquizos de aquella Nueva Figuración, Chema Cobo
—Chemita, sí. Yo lo he sentido mucho. Teníamos ideas parecidas. Él tenía una personalidad clarísima, fuerte, de primera línea y con un mundo propio. Fue uno de los más influidos en el primer momento por mí. Luego cuando fue a Nueva York cambió de estilo y tuvo allí muchísimo éxito. Consiguió cosas que yo no he conseguido. No sé por qué dejó Nueva York.
—¿Sigue dándole tantas vueltas a las cosas?
—Sí, incluso más. Creo que es un problema psíquico, neurosis —se ríe—. Y dudo demasiado de mí y de todo. Terminar un cuadro para mí es como conquistar las Américas. Yo hablo mucho del dúplex, quizás haya dos en mí.
—¿Le da vértigo la velocidad de la vida?
—Lo que me molesta es la velocidad en la productividad, esa exigencia en la que estamos metidos casi todos no es sana. El tiempo como ambiente productivo, la gente sacrifica su vida de esa forma. Yo también soy un productivista y llevo a la par la productividad y la reflexión, por eso estoy siempre ansioso. Mi pintura es muy lenta. Hay pintores que hacen un cuadro en una mañana y yo puedo tardar meses. Eso produce un frenesí enorme de ansiedad.
—He leído que usted admira a Rembrandt. Y su paisano Velázquez, ¿dónde queda?
—Rembrandt y Velázquez son la cima. Pero voy a decir una barbaridad: le he tenido una cierta manía a Velázquez por estar en el Prado, y para mí el Prado se tiñó de franquismo. Fíjese la barbaridad que digo, yo el Prado lo veo como un producto de... A Franco le gustaba Velázquez aunque no lo entendiera. Pero eran las grandes historias, las glorias de la Nación, y algo de eso se me ha quedado. Es una barbaridad. A mí me gusta Vermeer, pero es que hay tantos pintores buenos y darle esa primacía a ciertos pintores es malo.
—¿Podría hacer algo el Prado para quitarle esa neurosis franquista?
—No sé —sonríe—, es una barbaridad tan grande...
—En este mundo analógico suyo, ¿sigue sin móvil?
—Pues sí, cada día es más absurdo estar en el mundo sin móvil. Mi móvil se llama Pilar (su esposa). Ella es el móvil, el ordenador, lo administrativo, es la vida real y yo ahí no estoy. Incluso mi memoria se llama Pilar.
—Se le ve un hombre fuerte, sano, ¿siente la edad?
—Yo por fuera disimulo un poquito, pero tengo 88 años. Antes de ser viejo uno no se imagina lo que es la vejez, pero me cuesta andar, he dejado de leer y cada día salgo menos de mi casa. Lo notas por dentro. Como los árboles, en otoño, se te van cayendo las cosas. Lo que sí sigue vivo en mí es mi imaginación, la posibilidad de pintar. Todo eso sigue vivo en mí, por ahora. La vejez es algo muy molesto. A mí me interesa la pintura y en los jovenes puedo leer historias nuevas, y que me aporten nuevas energías.
—No hemos hablado de política...
—Me interesa, la sigo, pero no soy político. Sí recuerdo los políticos de la época de Felipe González, eran intelectuales. Hoy eso ha bajado mucho, pero también creo que hoy existe el vicio de meterse con la política, convertirlo en algo grosero. En eso exageramos.
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