literatura
Lorenzo Silva: «Al cine español parece no interesarle contar que fue la Guardia Civil la que le quitó las armas a ETA»
El escritor acaba de publicar 'Las fuerzas contrarias' (Destino), décimo cuarta entrega de la serie de Bevilacqua y Chamorro
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En el año 1998 debutaba la pareja de guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro en 'El lejano país de los estanques'. Esa fue la primera obra de una de las sagas más longevas dentro de la novela negra española. Lorenzo ... Silva (Madrid, 1966) supo crear a dos personajes muy carismáticos que se han ido consolidando con los años. Ahora vuelven en la décimo cuarta entrega de la serie, 'Las fuerzas contrarias' (Destino), donde el subteniente y la brigada tendrán que enfrentarse al esclarecimiento de dos muertes simultáneas producidas durante uno de los momentos más críticos que se han vivido en España en los últimos tiempos: la pandemia.
—En esta nueva novela de la serie tiene un gran protagonismo el cuartel de la Guardia Civil de Illescas en Toledo, ¿por qué?
—Podría haber sido ese u otro cuartel. Hay varios motivos por el que lo he elegido. Uno era que la investigación tuviera como centro el puesto rural, como ya ha pasado en otras novelas. Últimamente la gente ve mucho a la UCO y a otras unidades centrales, pero parece que los que están repartidos por el territorio no fueran tan importantes. Los guardias civiles que están repartidos por los puestos rurales son los que después se encuentran las cosas, ya que son los primeros que ven. En esta novela hay una investigación porque alguien de ese puesto ve algo que quizás otro no vería. También elegí Illescas porque es un lugar que conozco bien. Tengo una casa allí desde hace diez años y pasé el confinamiento. Es asimismo un lugar cervantino porque está cerca de Esquivias, sitio donde Cervantes pasó temporadas y donde es probable que escribiera una parte del Quijote. Es posible que se inspirara en la casa que tenía su mujer para describir la casa de don Quijote. Es una manera de hacerle también un homenaje a Cervantes y a su obra, que para mí siempre ha sido muy inspiradora a la hora de hacer ficción criminal, pues yo veo a este autor como precursor de la moderna ficción criminal.
—¿Qué diferencia a esta novela de las anteriores?
—Esta es quizás la novela en la que los personajes están más solos, tanto él como ella, porque en otras al final los equipos son amplios y a veces se reparten el trabajo. En las dos últimas novelas anteriores a esta Bevilacqua y Chamorro no estaban juntos en buena parte de la historia. Aquí estos dos personajes, cuando llegan a su casa, no hay nadie esperándolos porque están en pleno confinamiento. Esa soledad los convierte en convivientes el uno del otro. Es la historia donde quizás ellos ocupan más el centro de la historia. Uno de los asuntos más interesantes es ver qué relación se ha establecido entre ellos, qué significan el uno para el otro. Digamos que los dos personajes son más centrales en esta novela que en otras.
—¿Por qué no se termina de reconocer la labor de la Guardia Civil en España?
—Como novelista lo que hago es intentar contar historias interesantes que no sean tópicas ni estén demasiado contadas. Eso fue lo que me llevó a la Guardia Civil, que era un sujeto casi ausente de nuestra ficción. Eso me pareció que abría un camino nuevo como parte de mi vocación literaria y como narrador de historias. Cuando cuentas algo, tienes la obligación de contarlo en su integridad. En mis novelas no he ocultado los momentos a lo mejor menos aparentes de la Guardia Civil, desde cierta precariedad de medios hasta comportamientos incorrectos y delictivos, que se han dado en otros cuerpos policiales. Pero si uno analiza la realidad del papel de la Guardia Civil en España, probablemente estén entre los servidores públicos más entregados de los que tenemos. Si una sociedad no tiene servidores públicos, está abandonada; y si no tiene servidores públicos abnegados, está expuesta a los lobos. Me parece que ese papel la ficción española no lo ha reivindicado ni reconocido y ha sido cicatera.
—La historia comienza con el asesinato de una anciana, Caridad, en plena pandemia.
—En efecto. En esta novela me tocaba contar el año 2020 y no podía evitar hablar de la pandemia, que es un hueso duro de roer desde el punto de vista narrativo. Es un episodio amargo que muchos no quieren recordar y que además ha crispado a la sociedad española, a la que todo parece crisparla. Pensé que la mejor forma de contar la pandemia era a través de los que fueron más vulnerables, los mayores. Quería contar un crimen que indagara en quienes más expuestos estaban, los ancianos. Que la víctima se llame Caridad tiene su razón porque en Illescas la patrona es la Virgen de la Caridad. Aunque solemos identificar el término caridad con compasión y beneficencia, esta palabra lo que realmente significa es amor. Vi que en la pandemia no le estábamos dando el cuidado y el amor merecido a algunos seres con los que tenemos una deuda por todo lo que nos han aportado.
—¿Qué le ha parecido la película 'La infiltrada', que retrata al mundo de ETA, que usted conoce tan bien?
—Me parece que supone un paso adelante del cine español porque cuando este habla del terrorismo de ETA ha sido bastante tímido a la hora de contar las razones por las cuales ya no tenemos que preocuparnos por esta gente ni vivir bajo su extorsión. Y las razones no son porque ellos recapacitaran, sino porque sencillamente fueron neutralizados policialmente. Esa historia la ficción española la había contado muy poco. A veces incluso se ha preferido estar del lado de ETA y de su entorno por encima de los que defendían la ley, la libertad y los derechos de sus conciudadanos. En ese sentido, es un avance. Pero esta película ha descubierto sólo la punta del iceberg. Si analizamos, con todo el respeto que me merece el trabajo creativo y la historia real, esta es la historia de cómo a través de una operación muy arriesgada se consigue detener a medio Comando Donosti, que fue al final el resultado. Pero hay muchas más historias que contar porque la cúpula de ETA cayó en una docena de ocasiones. Ninguna de esas cosas están contadas y parece que no interesa hacerlo porque los protagonistas son otros. ¿Quién desmanteló una y otra vez la cúpula de ETA? La Guardia Civil. Los guardias civiles no les gustan al cine español, sólo para historias domésticas o de homicidios locales. Parece que al cine español no le interesa contar que fue la Guardia Civil quien le quitó las armas y detuvo a la cúpula de ETA una y otra vez. En la película aparecen un tipo violento y un idealista atolondrado. Si haces un cuadro más completo, ves cosas mucho más tenebrosas, como la complicidad de parte de la sociedad vasca con esta organización.
—¿Hay proyectos para llevar alguna de sus novelas al cine o a la televisión?
—Los hay, pero como he aprendido a no esperar nada, se lo diré cuando salgan. En estos treinta años, a lo mejor he podido firmar cuarenta contratos y se han hecho tres películas para cine y dos para televisión. Me compraron los derechos de 'El nombre de los nuestros' para hacer lo que yo creo que el cine español no ha hecho y creo que debería hacer, contar la guerra de África en una gran película. Porque si no conoces ese episodio, no conoces la historia contemporánea de España. Me compraron los derechos de esa novela y se gastaron muchísimo dinero en desarrollar los guiones, que lo hizo Antonio Onetti, pero al final no salió el proyecto. Creo que el cine español es muy selectivo y, en cierto modo, evita las historias problemáticas.
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