literatura
El libro-jardín que Aquilino Duque dejó como último legado
El autor sevillano narró sus viajes literarios por jardines históricos y huertos de frutales de España, Francia, Portugal, Italia e Inglaterra
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La Sevilla de Aquilino Duque
Sevilla
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Iniciar sesiónEl último libro que escribió Aquilino Duque (Sevilla, 1931 -2021) olía a paisajes. Era una hermosa propuesta para recorrer jardines de cortijos, huertos de frutales en haciendas, villas, quintas y palacios históricos. Un tratado botánico lleno de lirismo entre rosales y buganvillas que se ... convierte en un curioso libro de viajes.
'Jardines y paisajes', publicado por Renacimiento, es su libro póstumo, una obra que dejó preparada para que sus lectores y amigos pasearan por los lugares en los que fue feliz. Con el autor de 'El mono azul' o 'Los consulados del más allá' visitamos jardines de tradición arabigo-andaluz, ingleses y mediterráneos para celebrar la vida, las emociones y los sentidos.
En este libro, que cuenta con acuarelas y dibujos del también escritor José Manuel Benítez Ariza, Aquilino Duque reunió crónicas de los viajes que hizo con la Asociación Sevillana de Amigos de los Jardines y de los Paisajes. El resultado es una insólita geografía de literatura botánica.
Entre los viajes narrados destacan los realizados por los pazos gallegos de Mariñán, Santa Cruz de Rivadulla o de Oca, perteneciente a la casa ducal de Medinaceli y que cuenta con la colección más importante de camelias de Europa. También hay momentos estelares como el de la visita a La Granja de San Ildefonso «con un cielo nublado sobre plateados fondos velazqueños» por ese jardín a la francesa impuesto «al abrupto paisaje español» con sus múltiples efectos ópticos.
El libro no se detiene en los jardines españoles sino que viaja a Portugal, Francia, Inglaterra o Italia. En tierras portuguesas Aquilino Duque describe la Quinta de las Torres, la de Da Regaleira, la de Monserrate -donde anduvo Lord Byron- o los jardines del Palacio Real de Queluz.
En Francia el recorrido se centra en los jardines de Normandía como el de Monet en Giverny, donde la naturaleza parece metida dentro de uno de sus cuadros. Y allí describe el jardín japonés que creó el pintor impresionista «con glicinias sobre el puentecillo, bosquetes de bambú, sauces de Babilonia, y esos estanques con nenúfares que tanto se complacía en pintar».
Siguiendo por Normandía el escritor nos enseña en Miserey el jardín temático inspirado en la 'Divina Comedia' de Dante. Y en Vendrimare se adentra en otra de las dimensiones narrativas de este libro-fragante: el olor. «En el claustro de los olores, con sus antiguos rosales y sus hierbas medicinales que junio eleva a la máxima potencia aromática: la Artemisia Powis Castle, el abrótano, la Euphorbia characias, el romero, la ajedrea, el orégano, el tomillo, la salvia».
No podían faltar jardines ingleses como el de Wisley, regalo de sir Thomas Hanby a la Royal Horticultural Society en 1903, con una auténtica antología de jardines dentro: un jardín de invierno, un invernadero de orquídeas, un Jardín de los Sentidos.
Aquilino Duque visita el Chelsea Flower Show, junto al Asilo de Inválidos de Guerra en Londres, donde están representados todos los antiguos dominios y colonias británicas a través de diversas especies exóticas.
El escritor sevillano nos sumerge en los secretos del jardín mediterráneo con la visita a la costa amalfitana, Nápoles e Ischia. Paseamos por el Orto Botánico de Nápoles, huerto creado por José Bonaparte, o por la Villa Tritone en Sorrento.
Estos viajes que realizaba con sus amigos amantes de los jardines tenían también mucho de tratado de la exquisitez y las buenas maneras. En Villa Porfidia describe una pausa en medio del paseo entre magnolios y naranjales donde los 'jardinófilos' toman un refrigerio de «limonada, cortezas confitadas de naranja y botellas de limoncello, ese licor napolitano de alta graduación que sabe a jardín de crucero».
Y continúa la travesía italiana por el jardín del Palacio Real de Caserta o el de La Mortella en Capodimonte. El libro-jardín parece en ocasiones una novela en la que se nos presentan a diversos personajes, como la propietaria de La Mortella, lady Susana que creó el fabuloso jardín con su marido sir William Walton. Ella, que era argentina, había creado un tratado de nostalgia al cultivar árboles que le evocaban su tierra natal como el ciclamor, el magnolio o el palo borracho. Aquí Aquilino Duque explica las curiosas técnicas botánicas en estos jardines levantados sobre volcanes: «Al verter todos los residuos del jardín sobre la lava depositada en lo hondo del valle, lady Susana consiguió un humus excelente».
El libro está lleno de complicidades, todo un entramado de historias de amistad. Por eso no dudó en incluir textos ajenos para componer un fresco de jardines. Así, podemos leer pasajes de especialistas en jardines como Sally Crane, miembro del equipo fundador de la asociación; Isabel Cervera Martín-Artajo, que escribe sobre el jardín de Peñaflor de la familia Parias; de Víctor Carrasco sobre su jardín en Bornos; de Jaime Toro de Guzmán o de Inés Parias con un caligrama a modo de árbol.
O Meye Maier, que evocó los poemas jardinescos de Aquilino Duque como el de 'Las Huertas de Gelves' o 'Amanecer en el Aljarafe': «Enciende el viento un encinar sonoro,/ una torre de cal en los olivos./ Descansa un bando de cigüeñas/ sobre la tierra rosa de un barbecho./ ¡Y en los ojos las lanchas ribereñas!/ Y el galope de un potro por el pecho».
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