José Armenta: «Sin la 'Novena' de Beethoven no hubieran existido obras como la 'Sinfonía fantástica' de Berlioz»

Armenta, que durante más de viente años fue profesor de Latín y de Música del Instituto Vistazul de Dos Hermanas, comenta que «yo quería entroncar la Novena de Beethoven con el romanticismo». Y a continuación se pregunta si este célebre compositor fue o no romántico. A este respecto, asegura que «siempre se le encaja dentro del clasicismo junto a Haydn y Mozart. Eso es correcto desde las formas musicales, porque son similares a las de los otros dos músicos, ya que compuso sonatas, cuartetos, etc., pero desde el punto de vista del espíritu en el que aborda esas formas sí que era romántico. Él admiraba a Goethe y a Napoleón como símbolo de la revolución francesa. Tenía un pensamiento bastante moderno».

Subraya José Armenta que la 'Novena sinfonía' «tiene un protagonismo grande porque es una obra que impactó a Schumann, a Wagner, a Berlioz y a Liszt, entro otros. Es una obra con muchas libertades innovadoras. No sólo en lo musical, sino en lo ideológico. Lanza la idea de Schiller de que todos los hombres son hermanos». Además, este estudioso asegura que la 'Sinfonía fantástica' de Berlioz no hubiera existido sin la 'Novena', al igual que las sinfonías 'Segunda', 'Tercera', 'Cuarta' y 'Octava' de Mahler, «que están inspiradas en la 'Novena', ya que Beethoven abrió el camino a la hora de integrar los coros y las voces en las sinfonías».

Añade este experto en música que «en lo moral, Beethoven sí era más conservador. No era tan libertino como los libretos que Da Ponte escribió para las óperas de Mozart. Él defendía la fidelidad conyugal. El primer título de Fidelio era 'Leonora o la fidelidad conyugal'. Esa obra es un canto a la libertad, ya que la protagonista lucha contra la opresión. Leonora se disfraza de hombre para rescatar a su marido, Florestán, que está preso en la cárcel por denunciar los abusos de un hombre poderoso. Esta ópera es un cántico a la lucha por la libertad y también ensalza la fidelidad conyugal».

Beethoven estaba totalmente sordo cuando estrenó su sinfonía más popular. Según Armenta, «tuvo mucho éxito en su estreno a pesar de que era una sinfonía larga, pues que duraba el doble de lo normal. Además, es una sinfonía difícil. Tiene una estructura extraña y desconcertante en su cuarto movimiento, sobre todo teniendo en cuenta lo que se hacía en la época. Beethoven tenía prestigio como compositor y como persona que estaba por encima de los convencionalismos sociales. El final de la novena es impactante por ese mensaje de que todos los hombres son hermanos».

Beethoven dirigió la 'Novena' en el estreno. Para este musicólogo, «el compositor alemán tenía la sinfonía en su cabeza. Le habían dado instrucciones a los músicos para que no siguieran los gestos de Beethoven, sino los del director que en realidad estaba dirigiendo la obra. Cuando finalizó la sinfonía, él no oyó los aplausos y siguió dirigiendo abstraído. Una mujer de la orquesta le tiró de la manga, se dio la vuelta y al público le impactó la cara de sorpresa de Beethoven al ver que la obra ya se había terminado».

Numerosos expertos han debatido si es mejor la 'Quinta' sinfonía o la 'Novena' de Beethoven. A esta respecto, José Armenta asegura que «durante un tiempo se dijo que la 'Quinta' era su gran sinfonía. Pero la realidad es que de las nueve sinfonías de Beethoven, seis son magistrales, ya que la 'Tercera, la 'Quinta', la 'Sexta', la 'Séptima' y la 'Novena' están entre las mejores sinfonías de la historia. La 'Novena' tiene como más original esas dimensiones extraordinarias y la peculiaridad del cuarto movimiento, con la inclusión de los coros y esa estructura tan peculiar que se presenta como una especie de work in progress. Él se deja llevar por una visión diferente y construye un movimiento a retales. No es sólo incluir voces y coros en el cuarto movimiento, sino que la parte inicial del dicho movimiento es una especie de tanteo. Es como si se estuviera construyendo». Armenta concluye recordando una frase de Eugenio Trías: «Los tres primeros movimientos de la 9ª sinfonía resultan impecables, soberbios, pero el cuarto es una magnífica extravagancia»