Israel Galván: «Me defino como 'bailante', entre bailaor y liante»

—Este encuentro con Marlene Monteiro Freitas ¿es una improvisación o un diálogo?

—Es un espectáculo que hemos hecho ya, pero cada vez que se hace, es nuevo. Es una obra muy abierta. Yo nunca he bailado con mucha gente más allá de dúos. Para mí el encuentro con Marlene es la posibilidad de bailar con alguien. Cuando yo la vi por primera vez le dije: «Tú eres una bailaora». Y que sea de Cabo Verde le da esa cosa del ritmo de África y une muy bien la contemporaneidad de su cuerpo y la filosofía del baile. Hemos hablado los dos y decidimos que en cada sitio donde lo hacemos, lo dejamos abierto, la idea es que cada vez sea algo nuevo. Es un dúo que la gente se puede preguntar si es coreografía, si no lo es, si está el virtuosismo o no hace falta, si es suficiente con el gesto y con estar. A veces la gente que lo ha visto nos dice que no sabe qué es lo que es.

—Y el segundo espectáculo se titula 'Sevillanas solteras'.

—Sí, esto es que como va ligado, primero la pieza de Marlene y mía, y no tenía ningún espectáculo en cartera que me sirviera aquí, porque eran demasiada concentración, son de otro aire. Yo salgo de bailar con Marlene con una cabeza y es difícil meterme en otra cosa. Le propuse al teatro hacer algo nuevo después de Marlene, porque es como decir ahora me queda hacer esto.

— Estrenó una polémica versión de 'Carmen' en la Bienal con todo tipo de comentarios. ¿Con qué se queda de todo aquello?

—Me quedo con la experiencia de haber conocido un mundo nuevo. Bailar con la Sinfónica, la intensidad de la ópera, la partitura... Era una puerta nueva para mí. Ahí estaba todo, la ópera, el flamenco, el mito de Carmen. Todo. Y, claro, también hubo todo tipo de comentarios.

—Le llaman mucho de centros y museos de arte, ¿ha pasado ya a otra categoría además de bailaor?

—Desde que empecé, desde 'Los zapatos rojos', ya estaba haciendo otra especie de arte, pero no me daba cuenta. Ahora lo que cambia es que soy más consciente y no me veo siempre bailando, sino que mi presencia, mi sonoridad y mis movimientos forman parte de otras cosas que no son simplemente bailar. Son otros perfiles: soy músico y performance, es normal. Yo sigo haciendo cosas como 'La edad de oro' y 'La consagración', que son cosas clásicas y no mueren. Estoy entrando en un momento en el que se están ampliando mucho los horizontes y hay muchas cosas nuevas. Ahora ya no hago algo y lo giro cuatro años, sino que te encuentras con gente, se forma ese arte y luego lo dejas y se vuelve a coger.

—¿Qué responde a la pregunta qué oficio tiene usted?

—Yo digo que soy 'bailante', entre bailaor y liante. Me parece una palabra buena y general, porque me suena a que ando, a que no me quedo quieto, sino que es una búsqueda y es seguir. Me define, aunque mi gestualidad es flamenca porque no tengo necesidad de forzar flamenco, soy flamenco desde chico. Me muevo y bailo flamenco, así me sale, es mi forma de vida, y luego el baile es otra cosa.

—En una revista italiana ha compartido páginas con Almodóvar y Tilda Swinton, ¿le ha llegado el momento glamour?

—Parece que sí. Tengo 51 años y me gusta hacer cosas especiales. Hace poco he hecho una obra con música de Miles Davis en Milán con músicos italianos y de Nueva York. He hecho también la coreografía de la ópera 'Aneko' de Rachmáninov, que ha dirigido la gran actriz francesa Fanny Ardant para la Opera Nacional Griega y que se estrena estos días. Son cosas muy especiales que se quedan ahí, pero son muy bonitas. Estoy en este momento de hacer cosas sin miedo, aunque yo nunca he tenido miedo. Ahora no tengo que hacer algo para girar o que se venda, estoy en otro momento de hacer arte.

—Estos días se cumplen 30 años del estreno de 'Réquiem' de Mario Maya. Usted estaba en el primer elenco de la Compañía Andaluza de Danza, ¿se acuerda de aquello?

—Lo recuerdo muy bien, sobre todo porque era la primera vez que me subía a un teatro como el Teatro de la Maestranza. Recuerdo que nos dieron unos cursillos importantísimos maestros. Yo no sabía girar y Goyo Montero me enseñó en un pis pas. Ya entonces me decía la gente: «Tú cuando haces tus cosas, bailas mejor».

—¿Le afectan las críticas?

—Entiendo que cuando me meto en cosas sé que van a llegar, pero también hay críticos a los que no les gusto personalmente. Yo lo hago todo por mí y me doy cuenta de lo que he hecho cuando lo hago en público, pero hace mucho que decidí hacer lo que hago.

—¿Su padre, el maestro José Galván, le sigue diciendo que baila 'rarito'?

—Mi padre sabe que es mi personalidad, ve que me meto en unos líos, pero sobre todo ve que me gano la vida con esto.

—Estuvo casi un año sin bailar por una lesión seria. ¿Algo ha cambiado?

—Fue importante porque mi cuerpo me dijo que tenía que parar. Me di cuenta de que tenía que quitar cosas que no le venían bien a mi cuerpo, me eran alérgicas. Antes lo intentaba todo, pero ahora no; si no va bien, no lo hago. La lesión me ha hecho ver a otro cuerpo que tenía escondido, uno al que tenía que escuchar, y lo he hecho.