Ismael de la Rosa 'El Bola': «Cantar por bulerías ante 60.000 personas impone»

«Debuté con 5 años en Granada con mi padre, también cantaor, y El Capullo de Jerez. Entonces yo cantaba por soleá y seguirilla, que era lo que me gustaba. Por bulerías, muy poco. Me pagaron dos billetitos marrones, no sé cuántas pesetas serían». Y él será, eso seguro, de los pocos de la Generación Z que alude a esta forma de pasado. Pesetas. Ya lo dejaba caer él mismo: un viejo.

De la familia Fernández, sobrino de Esperanza y alumno de ese arte cercano que se aprende mirando a quienes albergan tu sangre, ha actuado también por todo el territorio nacional al toque de Yerai Cortés: «A mí me gusta componer, por eso estamos con proyectos que iremos publicando en los próximos meses. Hace ya cuatro años que grabamos un disco en directo que hasta ahora hemos estado presentando».

Fue a través de este guitarrista, Yerai Cortés, como llegó hasta Tangana. «Estuvimos en Las Ventas y Antón vino a vernos. Después nos fuimos a su casa con una guitarrista Yerai, Manuel de la Nina, Farruquito y yo, y algunos nos quedamos hasta las 7 de la mañana. Al tiempo, cuando estaba yo en Ámsterdam, me llamó para participar en 'Sin cantar ni afinar tour'. Este hombre lo mínimo que llena son aforos de 10.000 personas. De ahí a 50.000 o 60.000 que son las que han ido al Vive Latino de México, Burriana... Tengo un número al final en el que canto por bulerías. Impone llevar tu cultura ante tanta gente. Es un privilegio y una responsabilidad».

Hace unas horas estaba jugando al balón americano con Farruquito en un garaje cercano a Boston. Marchan para California. De aquí para allá, vaya. Y yo le pregunto, entre medias, por sus sueños: «Quiero expresarme con una guitarra al lado. Hacer mi música, que es el flamenco. Comunicarme con ella y crecer».

El bailaor Alfonso Losa destacó su sentido rítmico. Casi ningún artista puede acompañarle como lo hace él, sentencia. ¿Y cómo sienta el elogio, Ismael? «Como dice mi tía, Esperanza Fernández, doy las gracias, pero por un oído me entra y por otro me sale».

El festival Patrimonio Flamenco arrancó este martes 1 de noviembre la programación que desarrollará en Cádiz hasta el próximo día 19. La idea, ocupar lugares emblemáticos de la ciudad con propuestas tanto vinculadas a la tradición como a la experimentación. Por un lado, con espectáculos en teatros: El Falla, Central Lechera, La Merced... Por otro, con recitales y otras actividades como flashmobs y masterclass a pie de calle, en patios y balcones. Este formato que triunfó en Pamplona con Flamenco On Fire trata de crecer en el municipio gaditano en su VII edición, que ya se abre paso.

David Palomar presenta este sábado en el Falla sus '8 miradas', un álbum con un fuerte compromiso social en el que encuentra lo jondo con otros géneros musicales. También durante el fin de semana, Raúl Gálvez y Nazaret Cala cantarán en la Viña y el Pópulo a las 13 horas. A partir del lunes, David de Arahal, El Farru, Remedios Amaya, Rafael de Utrera, José Mercé, Tomatito, Belén Maya y Encarna Anillo serán algunos de los protagonistas. Quizá reforzando la parte gratuita del festival podría asentarse su peso en la agenda cultural. José Mercé, Rafael Riqueni, Juana del Pipa y otros tantos actuaron en espacios monumentales en la última edición de Flamenco On Fire, la cita a la que más se asemeja, ante un público curioso. ¿Por qué no se trata de hacer algo parecido en una de las capitales de este arte?

He escuchado familias y vecinos cantando por el piano de Dorantes. Acudan, si quieren experimentarlo, a la bulería 'Corredera', composición que hace alusión a la calle en la que coincidió con Lebrijano, su abuela La Perrata, Turronero y otros muchos artistas. El músico de Lebrija se encerró hace unas semanas en el Teatro de la Fundación Cajasol para grabar un disco en vivo que acaba de publicar: 'Identidad'. Ha actuado en un sinfín de escenarios durante dos años antes de encarar su hazaña, que enfrenta a solas. Si en la pasada 'Roda del viento' apostó por lo coral para seguir las estelas de Magallanes y Elcano, ahora lo viste todo de intimismo. Conoce los códigos y se presta al azar de la improvisación. Busca por las teclas. Y halla. A Béla Bartók y a Bastián Bacán se ha encontrado, por ejemplo, en la seguirilla 'El paso', que traza puentes entre culturas al recrearse en los graves. Son sus mayores desde otros prismas.

Los palos se desdibujan por el marfil mientras él va imaginando emplazamientos, personajes y experiencias que han ido perfilando esta forma de sentir que en su aparente modernidad trae retazos ancestrales. 'Orobroy' se despoja de trajes hasta quedar reducido a los elementos que hacen reconocible la pieza. Una granaína y una rondeña cuentan su viaje personal. Unas alegrías, quizá junto a la seguirilla otro de los grandes bastiones, el momento en el que su padre entró por la puerta con la pianola que cambiaría su porvenir y el nuestro, que este instrumento, en lo jondo, luce diferente desde que él decidió cruzar estrecheces. Todo, a excepción de la portada, he de decir, rezuma una atmósfera clásica, elegante y genuina. Profundamente flamenca. Magistral, al seguir desbrozando un nuevo camino por andar.