historia

Una experta resalta la ruina de Elcano para embarcarse en la expedición de Magallanes

La catedrática Carmen Mena García abre este lunes el ciclo 'El viaje de Juan Sebastián Elcano, colofón de una expedición trascendental', que acoge la Academia de Buenas Letras

«No hay navegantes que puedan hacer hoy una gesta como la de Elcano»

Carmen Mena García, durante la conferencia que ha ofrecido este lunes en la Real Academia de Buenas Letras juan flores

La catedrática de Historia de América Carmen Mena García ha iniciado este lunes el ciclo de conferencias 'El viaje de Juan Sebastián Elcano, colofón de una expedición trascendental', que acoge hasta el jueves la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y ... que coordina la académica Enriqueta Vila.

Esta investigadora ha publicado recientemente el libro 'Las cinco naos del emperador. Organización del viaje que circunnavegó la tierra (1519-1522): barcos, hombres y mercancías' (Silex) después de «bucear» varios años en los fondos históricos de diversos archivos, en especial del Archivo General de Indias, y de manejar centenares de documentos.

Sobre los motivos que pudieron influir para que Juan Sebastián Elcano se alistara en esta empresa, esta experta se ha preguntado si realmente influyeron factores como el riesgo y la aventura, ya que «aventura están en los genes de los hombres de mar, porque todos saben que su día a día es durísimo y no exento de peligros». «¿Pero realmente —se pregunta— fue ese afán de aventura lo que llevó a Elcano a enrolarse en la expedición que Magallanes preparaba en Sevilla? No, no fue así. Fue un motivo mucho más prosaico: Elcano, que era un marino/armador de Getaria (Guipúzcoa), a sus 32 años estaba arruinado hasta el punto de que se había visto obligado a vender su barco para pagar a su tripulación, para pagar los sueldos que debía a sus hombres y para salir de esa quiebra no encontró otra salida que alistarse en este viaje y asumir todos sus riesgos». Además, este marino estaba perseguido por la justicia, ya que, «incapaz de cumplir sus deudas, había vendido su barco a un italiano (Saboya), es decir, a un extranjero, y ese hacer este tipo de venta a extranjeros era un delito castigado por la justicia española».

Dice Carmen Mena García que «el armador vasco debía atravesar en 1518, sin duda, una situación límite, pues fue uno de los primeros en alistarse en esa peligrosa expedición que pregonaban los enviados de Magallanes por las calles de Sevilla, sin mucho éxito, por cierto». «Y consta —prosigue— que colaboró estrechamente con el capitán portugués, mientras calafates y carpinteros de ribera reparaban los barcos y se arrumaban alimentos y mercancías para dos años que era el tiempo previsto. En un principio fue alistado como contramaestre de la nao Victoria y consta que entró a servir un sábado 8 de enero de 1519, pero poco más tarde —quién sabe por qué circunstancia— fue ascendido a maestre de la Concepción».

Después de mantener un «perfil discreto» durante la primera parte del viaje, esta catedrática ha señalado que «un cúmulo de circunstancias provocaron importantes cambios en la jefatura a raíz de que el capitán general de la flota, Magallanes, fuera acribillado a lanzazos por los indios en Mactán, dejando con ello descabezada la expedición. Realmente el salto al estrellato del marino vasco se producirá poco después de zarpar del sultanato de Brunéi, -ya muerto Magallanes- cuando por un golpe del destino y de sus muchas cualidades para liderar a la gente sea nombrado capitán de la nao Victoria (el 16 de septiembre de 1521), consiguiendo regresar con este barco a Sevilla, después de sortear a los portugueses en el Indico y en la costa africana, en una singladura durísima, gracias a la cual Elcano y sus compañeros consiguieron completar la vuelta al mundo por primera vez. Una extraordinaria hazaña náutica que sobrecogió a todas las cancillerías».

El papel fundamental de Francisco Albo

Por otra parte, la historiadora ha destacado la importancia de un personaje que ha pasado a segundo plano. Se trata de Francisco Albo. «Pienso que algún mérito tendría en todo esto. 'El piloto es al barco como el alma al cuerpo', decía Escalante de Mendoza, y no le faltaba razón. El que gobernaba el barco, el responsable de llevarlo a buen puerto». Dicho marinero era griego, «y para colmo no era piloto, como él mismo reconoció en un interrogatorio. Embarcó en Sevilla como un simple contramaestre (mayordomo) de la Trinidad, junto a Magallanes, y luego las bajas de las tripulaciones lo llevaron a desempeñarse como piloto, no siéndolo. Hizo las oposiciones en la terrible travesía del Índico y debió de hacerlo con gran pericia, porque el barco, a pesar de todos los enormes contratiempos de la singladura, viejo y destartalado, consiguió llegar a Sanlúcar».

Tras esa aventura por el Índico por unas latitudes nunca antes navegadas y el paso por el Cabo de Buena Esperanza, los expedicionarios llegaron a Sevilla el 8 de septiembre de 1522. Al día siguiente, «los tripulantes recibieron a bordo a los oficiales de la Casa de la Contratación y pusieron bajo su custodia la valiosa mercancía que la nao Victoria transportaba desde las Molucas. Nada menos que 381 costales de clavo que pesaron hasta 528 quintales, así como varias cajas, sacos y costalillos con muestras de otras especias como canela, palo de sándalo, nuez y hasta un penacho de plumas de algún mandatario asiático. Así terminaba una aventura que había dado comienzo más de tres años atrás».

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