cultura
Luis García Jambrina: «Lo que más me interesa de Fernando de Rojas es su mirada escéptica y tolerante»
El escritor Luis García Jambrina vuelve con su novela 'El manuscrito de sangre' (Espasa), séptima entrega de la serie dedicada a Fernando de Rojas
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Luis García Jambrina (Zamora, 1960) logró un gran éxito editorial en 2008 con su primera novela, 'El manuscrito de piedra', primera de una serie dedicada a Fernando de Rojas. Este libro inició una saga detectivesca en la que el popular autor ... de 'La Celestina' investigaba una serie de misterios como pesquisidor real. Ahora este personaje protagoniza una nueva entrega de la serie -la séptima ya- que lleva por título 'El manuscrito de sangre' (Espasa), una historia llena de intriga que se ambienta en la Roma de 1503, ciudad a la que se desplazará para tratar de averiguar las extrañas circunstancias que han rodeado la muerte de Rodrigo Borgia, más conocido como el Papa Alejandro VI.
—¿Cuál es el atractivo que presenta Fernando de Rojas para que siga escribiendo novelas sobre este personaje?
—La vida de Fernando de Rojas es un gran misterio, empezando por el hecho de que le hubiera adjudicado la autoría del 'Lazarillo de Tormes'. Hay cosas que se le atribuyen, pero se ha demostrado que no son suyas. Lo curioso es que se sabe menos de él que cuando yo comencé a escribir estas novelas hace más de quince años. Es un personaje de gran erudición y de mucha fuerza y cada vez le veo más recovecos.
—Otro gran aliciente que presentan estas novelas es la época que retratan.
—Efectivamente. Estamos hablando de una época que cubre los reinados de los Reyes Católicos y Carlos V en la que había personajes apasionantes que han ido apareciendo en mis novelas anteriores, como Elio Antonio de Nebrija o Francés de Zúñiga, que fue bufón en la corte de Carlos V. En el caso de esta nueva entrega, quería sacar a Fernando de Rojas de Castilla y situarlo en Roma. Era un tiempo en que había allí muchos españoles y el Papa Alejandro VI era de origen español, al igual que Calixto III, que pertenecía también a la familia Borja (posteriormente se italianizó el apellido a Borgia). Lo que más de me interesa de Fernando de Rojas es su mirada escéptica y a la vez tolerante. En ese sentido tiene mucho que ver que fuera un judío converso, ya que en ese caso o salía un fanático o un escéptico, como fue el caso de Rojas. Eso último es lo que hace que sea tan atractivo.
—Nunca se ha sabido si Alejandro VI fue envenenado o murió de otra forma. ¿Qué pudo suceder?
—Su muerte fue un gran misterio y a día de hoy no se sabe exactamente qué fue lo que pasó. Hay una leyenda negra sobre los Borgia que se inició con una campaña de propaganda llena de bulos. Se les crucificó porque eran españoles. De hecho, después de esos dos papas españoles, ya no hubo más de esa nacionalidad y los italianos volvieron a tomar el poder, porque en el fondo lo que había era una lucha de poder entre las distintas familias nobiliarias, los cardenales, etc. Hay que tener en cuenta que en esa época el dominio español sobre el sur de Italia era muy importante. Parece que fue envenenado, algo a tener en cuenta porque él mismo tuvo fama de envenenador. El Papa murió en agosto. Hacía mucho calor en Roma en esa época y también una epidemia de peste. Al final los Reyes Católicos mandan a Fernando de Rojas a investigar porqué a estos no le interesaban quién mató al Papa, sino qué iba a ocurrir en el cónclave. Con la muerte del Papa, su hijo César quedó fuera de juego. También se especula que los descendientes de Savonarola se la tenían jurada a Alejandro VI porque este fue quien ordenó su excomunión tras los ataques recibidos por este fraile y predicador. Había muchos sospechosos.
—Esa leyenda negra también pesó sobre su hija, Lucrecia Borgia.
—Es muy injusto porque Lucrecia Borgia fue en realidad una mujer muy piadosa y culta. Apoyó a destacados artistas de su época y era una gran lectora de los grandes poetas de su tiempo. La leyenda negra pesó sobre ella porque los Borgia tenían fama de envenenadores.

—Esa Roma que usted retrata en su novela es muy vistosa precisamente por la presencia de muchos españoles, ¿no es cierto?
—Eso era así porque los españoles iban a Roma a hacer fortuna. Había muchos judíos conversos, ya que en esa ciudad se toleraban más que en Castilla. Además, Roma era el gran burdel de la época y había muchas prostitutas españolas. En la novela aparece como personaje Aldonza, que inspiró de la obra 'La lozana Andaluza', de Francisco Delicado. Es una época en la que el protagonismo de las mujeres era importante. En España teníamos a Isabel la Católica. En Roma estaba Lucrecia Borgia, que tuvo también mucha influencia. Por desgracia, la imagen injusta que nos ha quedado de 'La lozana andaluza' es la de una película que se rodó en la época del destape en los años setenta que no le hace ninguna justicia a la calidad de la historia. Pero en mi novela la lozana tiene un gran protagonismo y ayuda a Fernando de Rojas a buscar a una prostituta que le tiene que dar información sobre el asesinato. También aparecen como ayudantes del pesquisidor el propio Francisco Delicado y Juan del Encina, que por entonces estaba en Roma. También sale en la novela Maquiavelo, que justificaba la mentira como arma política. Para su obra 'El príncipe' parece ser que se inspiró en Rodrigo Borgia, César Borgia o, incluso, Fernando el Católico. Hoy en día está la posverdad y se miente con mucha desfachatez. En mi libro, Maquiavelo tiene diálogos con Rojas sobre el poder.
—Después de esta novela ya quedaría una octava para completar la serie, pero ¿pueden aparecer más en un futuro.
——Yo me planteé escribir una serie subdividida en cuatro elementos iniciales (piedra, nieve, fuego y aire) y luego en otros cuatro (barro, niebla, sangre, más el último que falta de la serie). Lo que sí he pensado en un futuro es poder hacer una precuela de Fernando de Rojas. Él era de La Puebla de Montalbán (Toledo), un lugar donde había muchos conversos. Además, las casas tienen unas cuevas o bodegas que están conectadas entre sí por pasadizos. Esa historia puede dar para otra buena novela.
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