Flamenco sincejilla
Enrique El Extremeño: «He cantado en un terremoto y un maremoto»
entrevista
El artista de Zafra actúa este domingo en la peña Torres Macarena, Alba Molina publica nuevo disco y Fosforito pasa por la Bienal de Málaga
Manuel Pareja-Obregón, 90 años del poeta que no quiso ser cantor
Luis Ybarra
Enrique El Extremeño se llama Juan Antonio, como su tío, que falleció justo antes de que él naciera. Por superstición, nadie quiso llamar al niño como al finado, así que Enrique se le quedó al Juan Antonio de los papeles. El Extremeño, con orgullo ... y por estos lares, aunque con pocos meses de vida lo trasladaran de Zafra a Huelva y desde hace décadas viva en Utrera. Es la figura mayor del cante para atrás que adelante proclama igual de fatigosas sus delicias, como muestra en discos como 'Eco gitano' (1989), '¡Ay, qué! (1999) y 'Chorrito bajo' (2015). Este domingo 14 de mayo a las 15 horas se sienta en la silla de enea de Torres Macarena al toque de Antonio Moya. Lo hace dentro del ciclo que rinde honores al gestor cultural Manuel Herrera Rodas que organiza la Unión de Peñas Flamencas de Sevilla.
Debutó con un grupo de sevillanas: Los Mayorales. Tendría El Extremeño catorce años. Y a los diecisiete arranca su andadura como cantaor en los tablaos de Madrid: Las Cuevas de Nemesio, Torres Bermejas, Los Canasteros… Una capital dorada donde La Susi bailaba y La Marelu esculpía sus tangos en el caramelo. Él tuvo un maestro y un ídolo: «Cantes como el fandango y el taranto, que lo hago muy personal, los aprendí de José Salazar. Después Antonio Mairena fue una gran referencia. He cogido cosas de muchos, como El Lebrijano, aunque eso es lo de menos, porque yo he creado una forma propia».
Con esas maneras cavernosas y creativas se fue de gira por el mundo: El Güito, Mario Maya, Matilde Coral… Con todos los de mayor enjundia ha trabajado. Recuerda, si echa la vista atrás, dos momentos esenciales: «El de más dolor lo sentí con Manuela Carrasco en el Festival de Jerez. Hizo un remate por bulerías que me tuve que partir la camisa allí mismo. Qué barbaridad. Otro momento fue mucho antes, en América, con el espectáculo que en el 86 se llamó 'Flamenco puro'. Fuimos cuarenta días a Broadway. Mira como era el cartel: Manuela Carrasco, Farruco, Angelita Vargas, El Güito, Fernanda y Bernarda de Utrera, El Chocolate, Adela La Chaqueta, Juan José Amador, El Boquerón, Juan y Pepe Habichuela, Joaquín y Ramón Amador… Un disparate. Imagínate tú el hotel: de fiesta íbamos bien 'despachaos'. Me ha pasado de todo en ese continente. Vivimos, por ejemplo, un terremoto muy grande mientras nos quedábamos debajito de las letras de Hollywood. Otra vez, en la villa de Dupont, en Varadero, viví también un maremoto con la Cumbre Flamenca. Los autobuses flotando y nosotros cantando. Entonces teníamos la conciencia en Huelva, pero aquí estamos».
Nunca ha dejado de cantar. Cuenta con siete álbumes en el mercado y sigue prestando sus heridas al baile de Farruquito y La Yerbabuena. Escucharlo en solitario no es un asombro, sino una flagelación. Uno de estos cantes de tripa y costilla que termina por aferrarse al corazón.
'Nuevo día', de Alba Molina: día peor
El 'Nuevo día' de Alba Molina es gris. El aire no huele a pan nuevo, sino a panadería cerrada. A los grandes clásicos de sus padres, Lole y Manuel, se le han escapado todos los efluvios. Han perdido su fragilidad y dicción. Con ello la elegancia y también el ritmo, que queda libre, cayendo así en una nebulosa en la que 'Tu mirá', 'Todo es de color' y 'Dime' parecen las mismas canciones que terminan por componer un universo soporífero. Siento expresarme con esta falta de decoro, pero admiro tanto aquella pareja que nos enseñó a leer los charcos de otra forma dentro de un compás pastueño de bulería que esta revisión me resulta prescindible.
El piano de Pepe Rivero, en acústico, acompaña el eco quebradizo de Alba, que sigue la línea estilística de su madre, aunque con otras facultades. El músico cubano es un maestro por estas lindes, por eso al colocar su sonido en primer plano logra quizá lo más interesante y emocional del álbum. El resto, sin embargo, se mueve en la desmejora de una obra sublime que marcó el pecho de varias generaciones. Que nos dejó sedientos de tanto vuelo, pero siempre con ganas de una letra más. De una sacudida al diccionario de lo bello. Otro piropo. Una mirada cómplice entre el beso y la guitarra que echa el mástil a las nubes.
El balcón donde la Lola canta saeta y los torerillos la rodean, la mariposa que se posa en la flor, Al Mutamid por la orilla del río… Parte del paisaje sonoro de Lole y Manuel se fragmenta en estas piezas interpretadas en vivo que acuden a discos como 'Nuevo día', 'Pasaje del agua' o 'Casta'. Sin oles, sin cimas, con lomas que redondean los tercios hacia abajo y, también he de comentarlo, un cariño heredado por vía natural. Siento, por así decirlo, que el cielo se despereza, pero no llega la mañana.
'Cositas que nadie sabe' de Fosforito, maestro del cante
El paso del cantaor pontanés por el ciclo 'Cositas que nadie sabe' de la Bienal de Flamenco de Málaga certifica que no es un referente, sino la perfecta atalaya desde la que contar los últimos 90 años de historia de esta cultura. Se le rompió el estómago cantando por seguirillas en el Pay Pay de Cádiz mientras hacía el servicio militar en los 50. Los puntos de la operación por la hernia se le abrieron, enfermó de anemia y perdió la voz. Entonces el ayuntamiento de Puente Genil, en pleno, aprobó comprarle una guitarra y contratar a un profesor. Tocando el instrumento buscó el sonido de la garganta. En 1956, tras aquel percance, se prensentó al Concurso Nacional de Córdoba, donde ganó el premio absoluto para cambiar el rumbo de su vida.
Giró entonces por el mundo. Arrasó con las tripas por los aires en los festivales, volviendo loca la bambera y meciendo como nunca la soleá apolá. Fichó por Phillips, grabó discos, creó cantes sin quebrar su clasicismo expresivo: detalles por cantiñas, farrucas, peteneras que calaron en el repertorio de los jóvenes. Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y quinta Llave de Oro al Cante, presume de ser el único cantaor de su generación de esta envergadura que vive hoy para contarlo. A solas camina, por tanto, entre fantasmas y leyendas. Tiene aún la sed de la verdad de la que hablaba María Zambrano, a quien cita. La voz hecha trizas y un rosario de certezas intactas entre los escombros.
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