centenario del nacimiento
Las caras de Juanita Reina, la gran señora de la copla
ANIVERSARIO
Este 25 de agosto se cumplen cien años del nacimiento de la artista sevillana: cantante, actriz y devota esposa y madre
Juanita Reina, la niña humilde que se convirtió en estrella de cine
Federico Casado: «La figura de Juanita Reina es imperecedera, es un referente»
Aunque el torbellino artístico que la poseía era imparable, Juana Reina Castrillo (Sevilla, 25 de agosto de 1925-Sevilla, 19 de marzo de 1999) era ante todo, en el sentido machadiano de la palabra, una mujer buena. Una estrella poliédrica capaz de mostrar múltiples ... caras pero de un sólo corazón. Uno valiente, generoso, tierno ante los demás, pero fuerte e inquebrantable en sus convicciones. No podía tener un nombre mejor para definir lo que la sevillana supuso para su familia y para la historia de las artes de este país. La candidez del diminutivo de su nombre de pila, Juanita, la majestad en su apellido, Reina. Cien años se cumplen este lunes del alumbramiento de la dama de la copla, un 25 de agosto, día de San José de Calasanz, fundador de la primera escuela cristiana popular de Europa. Moriría 73 años después en la misma tierra que la vio nacer, un 19 de marzo, San José. Su profunda religiosidad, no obstante, tenía un rostro, el de la Virgen de la Esperanza Macarena, la Rosa de Oro de San Gil, el barrio que la acunó.
Como escribió la catedrática de literatura María Jesús Peréz Ortiz en el título de la biografía (editorial Argual) de la cantante y actriz, Juanita Reina definió un estilo y marcó una época. Aunque en sus inicios, en plena posguerra, ya triunfaban Concha Piquer e Imperio Argentina, la sevillana supo imprimir su carácter a un talento innato que la llevó a coronarse sobre los escenarios y en el cine, donde protagonizó hasta 14 películas.
La suya, la historia de su vida, fue mucho más amable que la de las sufridas protagonistas de sus canciones. Su padre Miguel –un pescadero del mercado de la calle Feria– y su madre Dolores inculcaron a sus nueve hijos la humildad, la sencillez y la capacidad de sacrificio como llaves para abrirse camino. Juanita lo hizo a escondidas de sus progenitores, compinchada con su abuelo, pero su ascenso fue imparable. Debutó en el Teatro Cervantes de Sevilla con sólo 13 años, cantando al término de la función la canción 'Salomé' de Pastora Imperio. Al padre le llegó que su hija triunfaba en el teatro de la calle Amor de Dios y acudió a comprobar si tenía madera de prodigio como ya había podido adivinar cuando la niña imitaba a sus ídolos frente al espejo de su casa. No hubo dudas.
Canciones icónicas
Su primer espectáculo fue 'Los churumbeles', que estrenó en el antiguo teatro San Fernando de la calle Tetuán y que llevó después con gran éxito por toda Andalucía. Poco después, con su padre Miguel como representante, entró en escena el gran tridente de la copla: los maestros Quintero, León y Quiroga que escribían para las grandes figuras del momento y que encontraron en la joven de la calle Parras la principal voz para exportar copla andaluza. A lo largo de su carrera también fue musa de otro trío de autores, Ochaíta, Valerio y Solano. Fruto de todas estas colaboraciones surgieron algunos de los temas más icónicos de la canción española de mitad del siglo pasado: 'Y sin embargo te quiero' (1948), el pasodoble 'Francisco Alegre' (1945), estrenado en el espectáculo 'Solera de España nº 3'; 'Soltera yo no me quedo' (1965), 'Lola la Piconera' (1951) y 'Callejuela sin salida', de la película 'Lola la Piconera'; 'Capote de grana y oro' (1952), de la película 'Gloria Mairena' al torero Manolete; 'Madrina', que era la canción de cierre de sus espectáculos; 'Carmen de España' (1952), 'Silencio por un torero', dedicada al torero Joselito; 'Yo soy... esa' (1953), de la película 'Aeropuerto', y 'Las cinco farolas', del maestro Solano. Su versionado legado musical tiene una característica que lo hace único. Las canciones de su repertorio se habían escrito en exclusividad para ella y nunca interpretó temas que antes hubieran cantado otros.
Estos éxitos motearon los sucesivos espectáculos que montó tras aquellos 'Churumbeles'. En el Reina Victoria de Madrid estrenó 'Tabaco y Seda' y se consagró con 'Solera', donde explotó en sus canciones el mundo taurino y gitano y del que celebró hasta seis ediciones entre los años 40 y 46. Aunque no hay imágenes audiovisuales de esa época, sí hay documentos sonoros, los que la artista vendió a espuertas. La llegaron a comparar con las grandes damas de la ópera y la zarzuela por su voz de contralto, pero Juanita, especialmente acompañada por su paisano Rafael de León, siguió señoreando exclusivamente la copla durante el resto de su carrera, especialmente hasta mediados de los 60.
Tenía Reina un timbre potente, lírico y lleno de matices. Un rostro bello y racial, y una capacidad dramática que la encumbró. La joven, sometida al férreo control de su padre y las estrictas normas morales de la época, no tendría experiencias, pero las contaba como ninguna. Sus gestos y entonaciones causaban furor en esos primeros años del franquismo y su salto al cine fue, consecuentemente, fácil. Su primer papel estelar fue en 'La blanca Paloma' en 1942. Desde entonces, continuó grabando hasta el fin de la dictadura –decían que Franco sentía predilección por ella, pero ella nunca mostró ningún interés o ideología política–. Eran películas en las que los números musicales se llevaban el protagonismo, pero en las que la Reina también destacaba, a diferencia de otras folclóricas de la época, en su faceta actoral.
Tenía Juanita Reina otra cara, la de creadora. Porque pese a que su carrera fue llevada al principio por su padre, la artista no se conformó y llegó a fundar su propia compañía, la Compañía Juanita Reina, para la que trabajaron, entre otros, Antonio Mairena, Paco Taranto y, más tarde, el Beni de Cádiz. Destacan de ella además, que se interesó por la cultura y otras disciplinas artísticas más allá de las musicales como la pintura y la arquitectura.
Sus grandes amores
Pero si había un rostro que le gustaba admirar a Juanita fue el de su único gran amor reconocido, el del bailarín nacido en Cádiz Federico Casado Algrenti 'Caracolillo' (1933-2012), con quien se casó en junio de 1964 en la basílica de la Macarena, aliviándose así la preocupación de los españoles que siempre se preguntaban cuándo iba a poder cantar de verdad eso de 'Soltera no me quedo' y dejar de ser la novia de España. Y eso que el padre de la artista impuso a los novios una separación física que duró años, y que no hizo sino aumentar el deseo y el amor. Nunca más se separaron, de hecho, siguieron trabajando juntos. «Mi madre decía que mi padre olía a canela y tenía una piel morena preciosa», dice orgulloso el único hijo de la pareja, Federico Casado, que nació cuando la emperatriz de la copla ya rondaba los 40. Fue el de ser madre su gran sueño, ella, que aunque nació la tercera, quedó como primogénita de los nueve hijos que sobrevivieron de los 15 que tuvieron Miguel y Dolores. Juanita, que se encomendaba a la Madre de San Gil para que la ayudara a ser artista y cuando llegó a la cumbre lo agradeció metiendo en nómina a la Esperanza. La Reina fue una de las principales benefactoras de la Macarena, donándole hasta el pelo, y la hermandad le correspondió hace ya unos años nombrándola Patrimonio Inmaterial Macareno (PIM).
Su bonhomía la mantuvo ajena a cualquier rencilla con otras compañeras de profesión. Ni la Piquer, ni Lola Flores... Tampoco cuando emergieron otras figuras como Rocío Jurado o Isabel Pantoja, a las que siempre consideró amigas. No estuvo la del Tardón en 'Azabache' de la Expo 92, el último gran espectáculo en el que participó Juana, a la que ese mismo año le fue concedida la Medalla de Oro de Andalucía. «Juanita Reina es para Sevilla tan importante como la Giralda», justificó Gerardo Vera, director del montaje, la elección de la ya veterana artista en el elenco
Cuando ya agonizaba el milenio, la tonadillera enfermó y falleció a causa de un problema respiratorio en la clínica Sagrado Corazón. Su despedida fue multitudinaria. En medio de vítores, rezos y aplausos de casi 3.000 personas se completó el recorrido del féretro desde la Macarena hasta el cementerio de San Fernando donde le había pedido a su Caracolillo descansar para siempre. Y Sevilla a todas horas, cuenta, canta y pide a usted, que esta blanca Doña Aurora, lo mismito que el papel. Dice, dicen que llora y llora por su querer.
Créditos
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Textos: Rocío Vázquez
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Diseño y montaje: Juan Soldán
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Fotografías: Archivo ABC
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